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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A UN GRUPO DE ALPINISTAS BÁVAROS

Sábado 13 de mayo de 2006

 

Eminencia;
señor embajador;
queridos "Gebirgsschützen": 

Es para mí un motivo de gran alegría recibiros aquí, en el Vaticano, con ocasión de vuestra peregrinación en honor de la Patrona Bavariae. En particular, le doy las gracias a usted, querido cardenal Wetter, a quien me une un vínculo particular al ser mi sucesor inmediato como arzobispo de Munich y Freising, por las cordiales palabras que me ha dirigido también en nombre de todos los presentes.

Hace 90 años, mi predecesor el Papa Benedicto XV, a petición del último rey de Baviera, Luis III, confirmó con la institución de la memoria litúrgica de la Patrona Bavariae la iniciativa del duque Maximiliano de Baviera que, ya 300 años antes, en 1616, había puesto su ducado bajo la protección de la Virgen María, Madre de Dios. El 14 de mayo de 1916 se celebró su fiesta litúrgica por primera vez en Munich. Fue un importante signo de aliento y de esperanza para un país que, en medio del torbellino de la primera guerra mundial, temía mucho por su valioso patrimonio religioso y cultural. Al mismo tiempo, por decirlo así, fue el coronamiento de doce siglos de devoción mariana en Baviera. En efecto, cuando en el año 724 llegó san Corbiniano, ya había una iglesia dedicada a María, que fue el origen de la actual catedral de Freising.

En la celebración anual de la fiesta en honor de la Patrona Bavariae, que tiene lugar el primer domingo de mayo, vosotros, como "Asociación de las compañías de los cuerpos de alpinistas bávaros de los Gebirsschützen" no sólo os ponéis bajo la protección de la gran Patrona de nuestra patria común, sino también a su servicio. Ahora no tenéis ya el deber, como en los siglos pasados, de defender con las armas el país de enemigos externos; sin embargo, hoy se ciernen nuevas amenazas, tal vez más graves aún, porque a menudo no se les reconoce como tales.

Después de dos guerras mundiales hay muchas personas en cierto modo "desarraigadas", que no han conocido nunca el sentido de la patria y no saben cuánta seguridad interior puede dar al hombre el hecho de tener una patria, porque es mucho más que un mero dato geográfico. Para nosotros significa al mismo tiempo un arraigo en la fe cristiana, que ha modelado profundamente Baviera y toda Europa y da a nuestra vida su verdadero sentido. Esta fe ha encontrado, tanto en nuestros Estados federados como en otras regiones, formas particulares de expresión:  el esplendor barroco de nuestras iglesias, las humildes cruces de los caminos en medio de los campos, las solemnes procesiones del Corpus Christi, las pequeñas peregrinaciones a los numerosos santuarios, la gran música sacra, los cantos populares alpinos...

Habéis asumido la tarea de conservar y defender la cultura popular bávara. Con esta finalidad, estáis al servicio de la Patrona Bavariae. El patrimonio cultural que queréis proteger y cuidar no es un fin en sí mismo, sino que pretende mantener al hombre unido a sus raíces y, donde estas ya no están presentes, llevarlo de nuevo, a través de los signos, a los contenidos, es decir, a todo lo que pueda ser un punto de referencia y de orientación para su vida. La cultura popular bávara, mediante sus diversas formas de expresión, hace visible la alegría profunda e indestructible que Jesús quiso darnos cuando dijo:  "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10).

Deseo animaros a perseverar firmes en la fidelidad a los valores cristianos, que representan el fundamento de Baviera. Que la santísima Virgen y Madre de Dios, Patrona Bavariae, mantenga siempre su mano protectora sobre todos vosotros. Por su intercesión, os imparto de corazón la bendición apostólica.



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