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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE LA REPÚBLICA CHECA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"

Fiesta de los santos Cirilo y Metodio
Viernes 14 de febrero de 2014

 

 

Queridos hermanos en el episcopado:

Os acojo con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum, con la que habéis renovado y consolidado la comunión de la Iglesia que está en la República Checa con la Sede de Pedro. Los encuentros y los coloquios cordiales de estos días, durante los cuales habéis compartido conmigo y con mis colaboradores de la Curia romana las alegrías y las esperanzas, así como las dificultades y las inquietudes de las comunidades encomendadas a vosotros, han sido para mí la ocasión de conocer mejor la situación de la Iglesia en vuestras regiones. Con razón os sentís orgullosos de las sólidas raíces cristianas de vuestro pueblo, cuya fe se remonta a la evangelización de los santos Cirilo y Metodio; al mismo tiempo, sois conscientes de que la adhesión a Cristo no es sólo consecuencia de un pasado, aunque sea importante, sino que es acto personal y eclesial que compromete a toda persona y a toda comunidad en el hoy de la historia. Para favorecer en los fieles el adecuado conocimiento de Jesucristo y el encuentro personal con Él, estáis llamados ante todo a incrementar las iniciativas pastorales oportunas destinadas a una sólida preparación a los sacramentos y a una participación activa en la liturgia. Es necesario, además, el compromiso en favor de la educación religiosa y de una presencia cualificada en el mundo de la escuela y de la cultura. De vuestra parte no puede faltar una apertura vigilante y valiente a los impulsos nuevos del Espíritu Santo, que distribuye sus carismas y dispone a los fieles laicos a asumir responsabilidades y ministerios, útiles para la renovación y el crecimiento de la Iglesia. Para afrontar los desafíos contemporáneos y las nuevas urgencias pastorales es necesaria una sinergia entre el clero, los religiosos y fieles laicos. Cada uno en su propio papel está llamado a dar una aportación generosa para que se anuncie la buena nueva en todos los ambientes, incluso en el más hostil o alejado de la Iglesia, para que el anuncio pueda llegar a las periferias, a las diversas categorías de personas, especialmente las más débiles y las más pobres de esperanza. Deseo de corazón que, confiados en las palabras del Señor que prometió estar presente siempre entre nosotros (cf. Mt 28, 21), sigáis avanzando con vuestra gente por el camino de una gozosa adhesión al Evangelio. Si durante un largo período la Iglesia en vuestro país fue oprimida por regímenes fundados en ideologías contrarias a la dignidad y a la libertad humana, hoy debéis confrontaros con otras insidias, como, por ejemplo, el secularismo y el relativismo. Por tanto, junto a un anuncio incansable de los valores evangélicos es indispensable un diálogo constructivo con todos, incluso con quienes están alejados de cualquier sentimiento religioso. Las comunidades cristianas han de ser siempre lugares de acogida, de confrontación abierta y serena; han de ser agentes de reconciliación y de paz, de estímulo para toda la sociedad en la consecución del bien común y en la atención a los más necesitados; han de ser agentes de la cultura del encuentro. Ante las condiciones de precariedad en que viven varios sectores de la sociedad, especialmente familias, ancianos y enfermos, así como ante la fragilidad espiritual y moral de numerosas personas, en particular los jóvenes, toda la comunidad cristiana se siente interpelada, a partir de sus pastores y, sobre todo, del obispo. Él está llamado a dar por doquier la respuesta de Cristo, dedicándose sin reservas al servicio del Evangelio, santificando, instruyendo y guiando al pueblo de Dios. Os exhorto, pues, a ser perseverantes en la oración, generosos en el servicio a vuestro pueblo, llenos de celo en el anuncio de la Palabra. A vosotros os corresponde seguir con afecto paterno a los sacerdotes: son vuestros principales colaboradores, y su ministerio parroquial requiere una oportuna estabilidad, tanto para realizar un proficuo programa pastoral como para favorecer un clima de confianza y serenidad en la gente. Os animo a promover de modo cada vez más orgánico y difundido la pastoral vocacional, para promover especialmente en los jóvenes la búsqueda de significado y de entrega a Dios y a los hermanos. Que vuestra atención se dirija también a la pastoral familiar: la familia es el elemento basilar de la vida social, y sólo trabajando en favor de las familias se puede renovar el entramado de la comunidad eclesial y la misma sociedad civil. Además, ¿cómo no ver la importancia de la presencia de los católicos en la vida pública, así como en los medios de comunicación? También depende de ellos que se pueda oír siempre una voz de verdad sobre los problemas del momento y percibir a la Iglesia como aliada del hombre, al servicio de su dignidad. Todos conocemos la importancia fundamental de la unión y de la solidaridad entre los obispos, así como de su comunión con el Sucesor de Pedro. Esta unión fraterna es igualmente imprescindible para la eficacia de los trabajos de vuestra Conferencia episcopal, que también puede daros mayor autoridad en vuestras relaciones con las autoridades civiles del país, tanto en la vida ordinaria como al afrontar los problemas más delicados. En el campo económico es preciso desarrollar un sistema que, teniendo en cuenta que los medios materiales están destinados exclusivamente a la misión espiritual de la Iglesia, garantice a cada realidad eclesial lo necesario y la libertad para la actividad pastoral. Es necesario vigilar atentamente para que los bienes eclesiales se administren con prudencia y transparencia, se cuiden y se preserven, incluso con la ayuda de laicos dignos de confianza y competentes.

Queridos hermanos, os expreso mi gratitud por el incansable trabajo pastoral que realizáis en vuestras Iglesias, y os aseguro mi cercanía espiritual y mi apoyo en la oración. Al invocar sobre vosotros y sobre vuestro ministerio la intercesión de la Virgen santísima, os pido el favor de rezar siempre por mí, y de corazón os imparto mi bendición a vosotros, a vuestros sacerdotes, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos.

 

 



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