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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 1 de julio de 1984

 

A lo largo de todo el mes de junio la Iglesia nos ha presentado los misterios del Corazón de Jesús, Dios y Hombre. Estos misterios están expuestos de un modo penetrante y profundo en las letanías del Sacratísimo Corazón, las cuales pueden ser cantadas, recitadas, pero sobre todo meditadas.

En los últimos días del mes de junio, todos estos misterios han sido propuestos, en su globalidad, por la liturgia de la solemnidad del Sagrado Corazón.

He aquí las palabras del Apóstol San Juan:

"En eso está el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10)... "para que nosotros vivamos por Él" (ib., 4, 9).

Tenemos aquí la síntesis de todos los misterios escondidos en el Corazón del Hijo de Dios: el amor "preveniente", amor "satisfactorio", amor "vivificante".

Este Corazón palpita con su sangre humana, que ha sido derramada en la cruz. Este Corazón palpita con todo su inagotable amor que está eternamente en Dios. Con este amor Él permanece siempre abierto a nosotros, a través de la herida producida por la lanza del centurión en la cruz.

"Si de esta manera nos amó Dios, también nosotros debemos amarnos unos a otros" (1 Jn 4, 11). El amor hace nacer el amor, desencadena el amor y se realiza mediante el amor. Cada una de las partículas que hay de verdadero amor en el corazón humano poseen, en su dimensión más intima, algo de lo que colma sin límites el Corazón del Dios-Hombre.

Por esta razón Él nos pide en la liturgia de la solemnidad del Sacratísimo Corazón: "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí" (Mt 11, 98-29).

Oh Madre de Cristo,
Tú has obedecido con mayor prontitud que nadie
a esta llamada.
Al meditar, en la oración del Ángelus
acerca del misterio de la Anunciación,
te pedimos:
enséñanos
a abrir nuestros corazones
al Amor encerrado en el Corazón de Jesús,
como Tú le has abierto tu Corazón
desde el instante de tu primer "fiat".
Y como se lo has abierto siempre.
Enséñanos, Madre,
a permanecer en la intimidad,
en la verdad y en el amor,
con ese Corazón divino de tu Hijo.

 



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