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JUAN PABLO II

ÁNGELUS

Domingo 6 de marzo de 1994

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Mientras se acerca la próxima Asamblea especial del Sínodo de los obispos para África mi pensamiento va una vez más a ese gran continente que a pesar de sus muchos problemas, está desempeñando un papel cada vez más importante en la historia del mundo, y merece atención especial por parte de la Iglesia.

La relación de África con el Evangelio ha conocido varios períodos muy distintos. En los primeros siglos del cristianismo, África del norte vio comunidades eclesiales florecientes, en las que destacaron personalidades de la talla de Tertuliano, san Cipriano y san Agustín. Fueron africanos también algunos Pontífices romanos. Por desgracia, de ese primer cristianismo, por una serie de tristes acontecimientos históricos, sólo quedaron algunas huellas.

Con la edad moderna, el Evangelio ha encontrado nuevos caminos para arraigar en el corazón de África. Muy fecundo ha resultado sobre todo el compromiso misionero a partir de la mitad del siglo pasado. Hoy los católicos africanos, al igual que los cristianos de otras confesiones, están en continuo aumento y muchos de ellos dan un testimonio significativo de Cristo. Es el fruto de un camino marcado también por el martirio y enriquecido por generosos frutos de santidad. ¿Cómo no recordar, a este respecto, a los mártires de Uganda, canonizados por Pablo VI, y a la sudanesa Josefina Bakhita, a quien yo mismo tuve la alegría de proclamar beata?

2. Tal vez ya ha llegado, en los planes de la Providencia, la hora del gran continente africano. Cristo llama a África. Ésta es la convicción que animará la próxima Asamblea sinodal.

África posee una tradición rica en humanidad y sentido religioso, que la convierte en una reserva de valores espirituales para la humanidad entera. Esos valores constituyen una significativa preparación para el Evangelio.

África está preparada para recibir a Cristo. Nadie tema, en el anuncio del Redentor, el peligro de una neocolonización cultural. Como recordó el Concilio, el cristianismo tiene una universalidad intrínseca, que lo hace capaz de «acomodarse a la índole y al carácter de cada cultura» (Ad gentes, 22), aceptando sus valores auténticos, purificándolos y llevándolos a su plenitud.

Es urgente, por tanto no sólo que el Evangelio sea anunciado sino también que sea inculturado en el mundo africano. Esta obra ya la están llevando a cabo las comunidades eclesiales locales, en plena comunión con la Iglesia universal.

3. La Virgen santísima suscite y acompañe este nuevo impulso evangelizador. En ella la Palabra de Dios se hizo carne, encontrándose así profundamente con la realidad humana, más aún, tomando los rasgos del hombre. María es, por tanto, madre y modelo de toda evangelización y de toda inculturación de la fe. Que ella guíe a África para que acoja de forma cada vez más amplia y profunda a Cristo.

* * *

Después del Ángelus

Saludo cordialmente a los numerosos peregrinos y visitantes de lengua española aquí presentes. En particular, a los integrantes de las Comunidades Neocatecumenales procedentes de Segovia, Zamora y Madrid (España).

A todos imparto con gran afecto la Bendición Apostólica.



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