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JUAN PABLO II

REGINA CAELI

Domingo 28 de mayo de 2000
Jubileo de la diócesis de Roma

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Al final de esta solemne celebración, nos dirigimos a María santísima, encomendándole los frutos del jubileo de la diócesis de Roma. A ella, Salvación del pueblo romano, le imploramos que cuantos viven en Roma alimenten una fe fuerte y un amor sincero a Jesús, único Salvador del mundo. A ella, Virgen del amor divino, le pedimos que los esposos cristianos sean fieles a la gracia del matrimonio y que las familias crezcan unidas y abiertas a la vida. A ella, Virgen de la confianza, le encomendamos a los jóvenes de Roma, para que descubran con alegría que la vida es vocación, y se realiza en la entrega a Dios y a los hermanos.

2. Invoco la asistencia de María santísima también sobre los próximos acontecimientos jubilares: el jubileo de los emigrantes e itinerantes, que se celebrará del jueves 1 al sábado 3 de junio, y el jubileo de los periodistas, que el domingo 4 de junio me brindará la ocasión de encontrarme con numerosos trabajadores de este importante sector.

Mirando un poco más adelante, quiero recordar el Congreso eucarístico internacional, que se inaugurará el 18 de junio y concluirá el 25 con la gran celebración de la tarde, en esta plaza. Invito desde ahora a los romanos a participar en gran número, con la esperanza de ver en particular a muchos niños y niñas de primera comunión.

3. A la Virgen os encomiendo a vosotros, peregrinos aquí presentes, en particular a los participantes en la asamblea de la Cruz roja italiana, a quienes aliento en su compromiso en favor de los más débiles y olvidados. Saludo también a los niños que en Deruta, cerca de Perusa, han organizado la "Marcha de los ángeles". El mes de mayo se acerca a su fin, y concluirá, el día 31, con la fiesta litúrgica de la Visitación, que recuerda precisamente la visita de María a su prima Isabel. Ese día casi en todas partes se realizarán celebraciones marianas, y también en el Vaticano se llevará a cabo la ya tradicional procesión vespertina a la gruta de Lourdes.

Tanto en Lourdes como en Fátima la Madre de Dios dirigió a los hombres el mismo mensaje: oración y penitencia, que es un eco directo de la exhortación evangélica: velad y orad. Sólo así la paz podrá triunfar en los corazones: entre los hombres y entre los pueblos. Respondamos todos, adultos, jóvenes, niños y ancianos, a la invitación de la Madre celestial, para que se multipliquen en Roma y en todo el mundo los frutos del gran jubileo.

 



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