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JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 14 de junio de 1989

 

1. Padre, haz que "todos sean uno" (cf. Jn 17, 21). Estas palabras de la "oración sacerdotal" de Cristo han constituido el hilo conductor de mi servicio pastoral en cinco países de la Europa del Norte: Noruega, Islandia, Finlandia, Dinamarca y Suecia.

Al realizar este servicio, he querido corresponder a la invitación que me han hecho no sólo la Conferencia Episcopal de Escandinavia, sino también algunos obispos representantes de la Iglesia luterana y de las autoridades estatales de esos países.

En esa invitación se ha manifestado un singular "signo de los tiempos" y también una llamada de la Providencia Divina.

Hoy deseo expresar mi gratitud hacia todos aquellos que de acuerdo con el espíritu de los propósitos del Concilio Vaticano II, han contribuido a la realización de esta insólita peregrinación, hacia todos aquellos que buscan los caminos que llevan a la unidad con el espíritu de la oración de Cristo en el Cenáculo: "para que todos sean uno".

Doy las gracias, en particular, a los Jefes de Estado y a las Autoridades civiles por el apoyo que han dado a la iniciativa, que ciertamente ha favorecido una mayor aproximación de las naciones del continente sobre la base de aquellos valores fundamentales de la cultura y de la civilización europea, que hunden sus raíces en la fe cristiana.

Doy gracias, finalmente, a todos aquellos que han dado su aportación de cualquier modo a la preparación y realización de esta visita papal.

2. Ha sido una peregrinación hacia los comienzos del cristianismo y de la Iglesia en la Europa Septentrional. Dicho inicio se vincula, ya desde el siglo IX, con la misión de San Oscar (Ansgar), el cual procedente de la Galia, se trasladó al Norte con el mensaje evangélico. Su obra preparó las fases sucesivas de la evangelización, primero en Dinamarca y después en las otras partes de Escandinavia.

Este proceso está en conexión con las figuras de santos reyes y de obispos que, en el corazón de las naciones del Norte europeo, se convirtieron en pilares de la Iglesia. Su recuerdo, lleno de veneración, une las sociedades de estos países.

Además, al recuerdo de San Oscar, va particularmente unido el de San Olav, Patrono de Noruega; San Thorlak Thorhallsson, obispo de Skalholt, Islandia, que se afanó incansablemente por fortalecer la vida cristiana de su pueblo; San Enrique, Patrono de Finlandia, hombre valiente y de gran fe en la presencia activa de Dios en la vida de los hombres; San Canuto, Rey de Dinamarca, y Niels Stensen (Stenone), beatificado recientemente; el Santo Rey Erik IX, Patrono de Suecia y símbolo de la unidad nacional del país; y, por último Santa Brígida, que vino a Roma, donde trabajó con energía por la unidad de la Iglesia, y cuya memoria va unida al santuario de Vadstena, en Suecia.

3. Durante la peregrinación a través de los países escandinavos, un punto esencial de referencia han sido las antiguas catedrales de Trondheim, Noruega; de Turku, la primera capital de Finlandia; de Roskilde, Dinamarca; y finalmente de Upsala, Suecia. Aquí reposan el católico San Erik y el arzobispo luterano de aquella ciudad, Nathan Soederblom, gran pionero del ecumenismo. En esta serie hay que incluir también Thingvellir, Islandia, el lugar en el que se tomó la decisión de introducir el cristianismo en la isla nórdica.

En estos santuarios, construidos cuando las Iglesias escandinavas estaban en plena comunión con la Iglesia de Roma, hemos orado junto con los hermanos luteranos por el restablecimiento de la plena unión en la fe, en la vida sacramental y en el ministerio pastoral.

La acogida que he recibido en todas partes ha revestido a menudo la forma de un reencuentro gozoso de hermanos. La renovada e intensificada caridad, expresada en la oración común, ha reforzado la esperanza que inspira el movimiento ecuménico.

Ha brotado de ella una decisión aún más firme de hacer todo lo posible para superar las divergencias existentes.

El profundo deseo de llegar a esta meta debe estimular el diálogo teológico en curso a fin de que se pueda hallar ese pleno acuerdo de fe, que se expresará en la celebración eucarística común. El recuerdo de los santos, hombres y mujeres, que han vivido en aquellas tierras y han testimoniado en ellas su fe en Cristo en los comienzos de la evangelización de las respectivas circunscripciones, debe incitar a los cristianos de hoy a la renovación espiritual, personal y comunitaria, condiciones esenciales de todo verdadero progreso ecuménico.

4. Después del período en el que se respetó rigurosamente el principio: "cuius regio, eius et religio", el siglo XIX trajo el reconocimiento de la libertad religiosa. La Iglesia católica comenzó a manifestar de nuevo su presencia y su acción en los países escandinavos.

El número de los católicos en Escandinavia se acerca actualmente a los 200.000. Una parte notable la constituyen los emigrantes, que provienen de diversos países.

Durante los diez días de mi presencia en esos lugares, he podido visitarlos en todas sus diócesis. El punto central de todos los encuentros ha sido la liturgia eucarística, en algunos casos vinculada con la primera comunión o bien con la confirmación de muchachos y jóvenes. Me refiero a las santas Misas en la plaza adyacente a la fortaleza "Akershus" de Oslo, en Trondheim y en Tromsø, ciudad situada al norte del Círculo Polar Ártico, y también en Reykiavik, Islandia, y en Helsinki. En Dinamarca se han celebrado santas Misas en Copenhague, y en el santuario mariano de Øm, en la península de Jutland. En Suecia, en Estocolmo y en el terreno de la Antigua Upsala (Gamla Upsala) y en Vadstena. A todos los hermanos en el Episcopado, a los sacerdotes, a las religiosas, así como a los laicos comprometidos en el apostolado, manifiesto mi cordial gratitud, deseándoles un posterior desarrollo de cada una de las comunidades en toda Escandinavia.

5. El encuentro solemne en la Universidad de Upsala centro de estudios que se remonta al siglo XIV― con la presencia de la familia Real, ha puesto de relieve el vínculo que une desde hace siglos Escandinavia con las principales corrientes de la cultura cristiana y humanista europea. Nuestro tiempo plantea nuevos problemas y trae nuevos deberes. Todo ello ha hallado una expresión particular en el encuentro celebrado en aquella universidad.

Además, mi permanencia en Helsinki ha permitido poner de relieve el significado de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa terminada en el año 1975 en el "Finlandia Hall", donde se ha celebrado también el encuentro previsto en esta visita con la Sociedad "Paaskivi". Tema particular de mi discurso ha sido la libertad religiosa, vista como una de las leyes clave de la persona y de las comunidades humanas.

6. El momento que ha coronado toda la peregrinación a los países de la Europa del Norte, ha sido la reunión en Vadstena, en la cual han participado los jóvenes procedentes de Noruega, Islandia, Finlandia, Dinamarca y Suecia. Vadstena es un lugar vinculado a la vida de Santa Brígida (siglo XIV): esta mujer fue esposa y madre, y después, de la muerte del consorte, fundó la congregación que lleva su nombre (las "Religiosas Brígidas").

Santa Brígida ha dejado el testimonio de una santidad centrada en el misterio de Cristo, especialmente en su misterio pascual. Es un símbolo del vínculo entre Escandinavia y Roma: en efecto, pasó una parte notable de su vida en Roma, y aquí murió. Al mismo tiempo, en ella se manifiestan algunos rasgos particulares de su nación.

Por ello el encuentro con los jóvenes junto a las reliquias de Santa Brígida en Vadstena ha constituido una llamada especial a esa madurez espiritual, que halla su fuente inextinguible en Cristo, que "es el mismo ayer, hoy y siempre" (cf. Hb 13, 8).

¡Cuánto necesita el hombre de nuestra época, que pierde muchas veces el sentido de la vida y de la dimensión plena de la vocación humana, la renovación de ese espíritu!

De aquí nace también la necesidad de la nueva evangelización contemporánea.

En el camino de esta evangelización ―de ello se dan cuenta los católicos y los protestantes― podrá hallar realización la súplica de Cristo: "para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17, 21).


Saludos

Mi más cordial saludo se dirige ahora a los sacerdotes, religiosos y religiosas, así como a todas las personas llegadas de América Latina y España presentes en esta Audiencia. Me es grato saludar de modo particular a los alumnos del Instituto “Cura Varela”, de Huercal-Overa (Almería), a las peregrinaciones de las Parroquias “Sagrado Corazón” y “San José Obrero”, de Ponce (Puerto Rico), y a un grupo de señoras de Argentina. Que Vuestra visita a la Ciudad Eterna, en especial al sepulcro del Apóstol Pedro, sea una ocasión privilegiada para reforzar la propia fe en Cristo. Sea El siempre el centro de vuestra vida.

Me complace asimismo dar mi más afectuoso saludo a la representación de la Cámara de Comercio y de la Feria de Muestras de Zaragoza, ciudad que tan acogedora hospitalidad me ofreció con ocasión de mis dos visitas apostólicas a la queridísima Nación Española.

Vuestra presencia en esta Audiencia General tiene hondo sentido mariano. Habéis venido a dejar una reproducción de la imagen de la Virgen del Pilar, con la idea de que ocupe un lugar en la Basílica de Santa María la Mayor. Al final de este encuentro, con mucho gusto bendeciré le estatua de la “Pilarica”, como afectuosamente llamáis a Nuestra Señora.

Confío, queridos hermanos y hermanas, que este acto suponga una llamada a vuestras conciencias para dar mayor consistencia espiritual a la fe recibida, así vuestro seguimiento fiel y constante a Cristo tendrá una mayor incidencia en el amplio campo de vuestras actividades económicas y sociales, dando a éstas una respuesta justa y adecuada, de acuerdo con la doctrina social de la Iglesia.

A vosotros, a vuestras familias, a todos los zaragozanos, así como a todos los aquí presentes imparto con afecto la bendición apostólica.



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