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CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL OBISPO DE FULDA EN EL 1250 ANIVERSARIO
DEL MARTIRIO DE SAN BONIFACIO

 

Al venerado hermano,
monseñor Heinz Josef Algermissen, obispo de Fulda,
a los arzobispos y obispos de Alemania,
y a todos los fieles reunidos
con ocasión del 1250° aniversario del martirio de san Bonifacio

1. El 5 de junio de 2004, la Iglesia, y en particular la Iglesia en Alemania, recuerda el martirio de san Bonifacio, que tuvo lugar hace 1250 años. De buen grado me uno en oración a todos vosotros, que en esta importante ocasión os habéis reunido junto a la tumba del "Apóstol de Alemania", como se suele llamar a este gran misionero, para dar gracias a Dios por su obra y por la herencia que dejó, y para encomendar de nuevo a su intercesión a la Iglesia y a los fieles de Alemania. Asimismo, esta fecha histórica nos invita a recordar la obra de este santo, que ha perdurado a lo largo de los siglos, y a valorar el mensaje que su vida y su muerte dejan a los cristianos de hoy.

2. En este año, la Iglesia celebra también el XIV centenario de la muerte de san Gregorio Magno. Al enviar al abad romano Agustín a Inglaterra, preparó el terreno para un admirable desarrollo cultural y religioso en la patria del misionero de Alemania. San Bonifacio, profundamente arraigado en el cristianismo de su tierra natal, impregnó su vida de la fuerza y la alegría espirituales. Con celo transmitió esta herencia también a los que anunció el Evangelio. Lo que había recibido en su patria, debía hacerse realidad también en Alemania y dar fruto. El monasterio de Fulda, fundación muy amada por san Bonifacio, se convirtió, junto con otros, en un centro de difusión de la vida religiosa y espiritual. De hecho, este santo promovió el encuentro decisivo entre la cultura romano-cristiana y la cultura germánica, cuya importancia para la historia se manifestó en los siglos sucesivos:  a él se debe la fundación cristiana de Europa.

3. La vida y las obras de san Bonifacio quedaron profundamente marcadas por su estrecha relación con los Pontífices romanos, Sucesores de Pedro, por los que sentía una profunda veneración.

Para él las palabras del Príncipe de los Apóstoles eran tan valiosas que pidió a algunos amigos de su patria que transcribieran sus cartas con tinta dorada. Emprendió tres fatigosos viajes a Roma.

Pidió y obtuvo que el Papa Gregorio II lo enviara a Alemania; y el mismo Papa le administró la ordenación episcopal. Gregorio III le concedió el palio de metropolita y sobre todo le confirió la dignidad y el poder de legado pontificio para la erección de sedes episcopales y para la consagración de obispos.

Así, la estructura jerárquica de la Alemania actual se debe, en sus rasgos esenciales, a su obra. Aunque no pudo misionar entre los paganos cuanto hubiera querido, fue el constructor de la Iglesia en el reino de los francos. Se esforzó por instaurar relaciones eclesiales según el modelo y las directrices de Roma. Para ello convocó sínodos importantes. De este modo, san Bonifacio logró fortalecer los vínculos, hasta entonces débiles, de las poblaciones germánicas con el centro romano de la Iglesia y unirlas más estrechamente a la Iglesia universal.

Por último, infundió vida espiritual a las estructuras eclesiales que había creado. Con vigor, san Bonifacio se esforzó por consolidar las bases de la moral cristiana y procuró que la celebración de la Eucaristía y la administración de los sacramentos fueran dignas y estuvieran de acuerdo con las normas eclesiales.

Los Sucesores de Pedro lo sostuvieron y lo apoyaron en esta tarea. En una carta, el Papa Zacarías pidió a "todos los que viven en la Galia y en las provincias de los francos" que siguieran las reformas de san Bonifacio. Así, el embajador de la fe procedente de Inglaterra logró poner los cimientos para un excepcional florecimiento religioso-cultural, que se produjo después de su muerte y cuyos frutos se pueden apreciar aún hoy. El 1250° aniversario de la muerte de san Bonifacio puede servir de estímulo para dar testimonio de una Iglesia viva y animada por una fe firme. La Iglesia que san Bonifacio implantó en Alemania y por tanto en Europa, llena de la gracia que Dios, el Señor, según el plan inescrutable de su Providencia, da en todos los tiempos, y por consiguiente también hoy, a la comunidad santa de sus fieles, se encaminará hacia un futuro más luminoso.

4. Por tanto, ¿en qué puede consistir el mensaje de este día de conmemoración? San Bonifacio, que se formó en la cultura monástica altamente desarrollada de su patria, fue durante toda su vida tanto maestro como discípulo. Reconoció que el desarrollo espiritual y moral del hombre a través de la solicitud y la transmisión del antiguo patrimonio de la formación cristiana era un importante requisito para la predicación y la recepción del Evangelio. Así pues, san Bonifacio, también en nuestra época, que corre el peligro de perder ese patrimonio, es un modelo para las familias, las escuelas y los centros de formación.

Al mismo tiempo, es también modelo de fidelidad al Papado como centro de unidad eclesial. Sólo el sarmiento que permanece unido a la vid puede dar fruto (cf. Jn 15, 4). El logro de la unidad entre la Iglesia de su territorio de misión y la Iglesia reunida en torno al Sucesor de Pedro es mérito histórico de san Bonifacio, y a la vez su testamento, que es preciso conservar.

Sin embargo, hoy no sólo nos interpela la obra del gran misionero, sino también toda su personalidad. Abandonó la seguridad de su patria para anunciar el Evangelio entre los germanos y los francos como "forastero por voluntad de Dios". Con valentía e intrepidez luchó contra los cultos paganos de su época; y no tuvo miedo a la hostilidad cuando se trataba de reformar la vida cristiana ya existente.

San Bonifacio no se desalentó ante los difíciles obstáculos que encontró ni ante los fracasos y las derrotas. Legó a los demás como orientación su experiencia de vida:  "Luchemos con decisión en el día del Señor, pues han llegado días de aflicción y miseria. (...) No seamos perros mudos, ni observadores taciturnos, ni mercenarios que huyen frente a los lobos. Al contrario, seamos pastores solícitos que velan sobre la grey de Cristo, que anuncian tanto a las personas importantes como a las sencillas, tanto a los ricos como a los pobres, la voluntad de Dios (...) a tiempo y a destiempo" (Carta a mons. Cuthbert, arzobispo de Canterbury, año 747).

5. El artista que esculpió la tumba de san Bonifacio lo representó recostado en el féretro y, con la tapa alzada, mirando hacia fuera. En efecto, un buen Pastor, aunque esté en la gloria del cielo, no olvida a su grey que está en la tierra.

Así pues, dirijámonos al "Apóstol de Alemania", implorando su intercesión para que la fe que anunció y la Iglesia que fundó florezcan también hoy y en el futuro, al igual que en el pasado, y para que confirme el testimonio del Evangelio de Cristo. Encomendándoos a la intercesión de la santísima Virgen María, de san Bonifacio y de todos los santos de Alemania y de Europa, de corazón os imparto a todos mi bendición apostólica.

Vaticano, 30 de mayo de 2004, solemnidad de Pentecostés

JUAN PABLO II



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