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VIAJE APOSTÓLICO A ÁFRICA

COMUNICADO CONJUNTO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
Y SU GRACIA ROBERT RUNCIE,
PRIMADO DE LA COMUNIÓN ANGLICANA


Nunciatura Apostólica en Acra
Viernes 9 de mayo de 1980

 

El primer encuentro entre el Papa Juan Pablo II y el arzobispo de Cantórbery, aun cuando ha sido un paréntesis en medio de un programa muy intenso, ha resultado una ocasión gozosa. Ambos han manifestado su satisfacción de que este acontecimiento haya tenido lugar en África, una tierra donde la rápida expansión y el celo infatigable de la Iglesia, y donde el entusiasmo tangible y el amor a nuestro Señor Jesucristo constituyen un ejemplo para los cristianos de Europa. Se han dado cuenta de las grandes oportunidades de la Iglesia cristiana en tierra de África para anunciar a Cristo con el culto y con el servicio, y de dar una aportación a la búsqueda de la paz y de la justicia.

Juzgan que el tiempo es demasiado breve y las necesidades demasiado urgentes para desperdiciar las energías de los cristianos sacando a relucir antiguas rivalidades, y que las plegarias y los recursos de todas las Iglesias deben ser puestas en común si se quiere que, a través de ellas, Cristo sea efectivamente amado y escuchado. Comparten, además, la opinión de que el progreso común depende del diálogo común que se ha establecido desde hace cerca de 40 años, y gracias al cual católicos y anglicanos han tratado de encontrar el camino de la unidad y de la comunión que Cristo quería para su Iglesia.

Sus amados predecesores Pablo VI y el arzobispo Coggan, sintieron la necesidad urgente de esta acción común y se comprometieron solemnemente a trabajar para este fin en la Declaración común de 1977. El Papa Juan Pablo y el arzobispo Robert Rancie han confirmado este compromiso para colaborar cada vez más seriamente en un gran testimonio común de Cristo. Hoy en Acra el Papa y el arzobispo de Cantórbery han establecido entre sí una relación de amistad y confianza personal, sobre la que intentan basarse en el curso de encuentros más profundos en el futuro. Ambos desean poder trabajar juntos a fin de alcanzar esa unidad por la que Cristo rogó a su Padre celestial.

 



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