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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE GRAN BRETAÑA
ANTE LA SANTA SEDE
*

Lunes 10 de junio de 1985 

 

Señor Embajador:

Reciba un cordial saludo en el momento en que presenta las Cartas Credenciales con las que Su Majestad la Reina Isabel II lo acredita como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario. Le agradezco de corazón sus corteses palabras.

En su discurso ha hecho referencia a algunos acontecimientos recientes que han confirmado y afianzado – así lo pienso yo también – las buenas relaciones existentes entre Gran Bretaña y la Santa Sede. Mi visita pastoral a su País, de la cual tengo aún mi corazón lleno de extraordinarios recuerdos, me proporcionó la oportunidad única de conocer mejor a su pueblo y observar más directamente sus tradiciones y forma de vida. Me alegró el hecho de que, durante este viaje, la Providencia me permitiera encontrarme no sólo con católicos, sino con miembros de otras Comunidades eclesiales, incluyendo a muchos distinguidos eclesiásticos.

Usted mismo ha mencionado la Declaración Común que firmé junto con el Arzobispo Runcie en la catedral de Canterbury. Fue para mí un motivo de alegría, ya que se confirmaban así los pasos concretos de estos años pasados y se indicaban los caminos para el futuro diálogo ecuménico. Estoy convencido de que, con la ayuda de Dios, la reconciliación y la unidad que anhelamos, se conseguirá algún día.

Me alegra también que se haya referido usted al cambio de status de las respectivas Misiones de Gran Bretaña y de la Santa Sede. Este hecho tiene, en efecto, un gran valor simbólico y manifiesta un progreso en el diálogo por la paz.

Su mención acerca del papel jugado por la Santa Sede para resolver una disputa territorial es un oportuno recuerdo de que las dificultades más serias y aparentemente sin solución, la pueden encontrar con la ayuda de Dios y a través de pacientes y prudentes negociaciones.

A este respecto, usted ha recordado con toda razón mi constante solicitud para que termine la violencia en el Norte de Irlanda. Como usted ha afirmado, repetidas veces he condenado todo tipo de violencia y terrorismo como respuesta inaceptable a las dificultades existentes. He subrayado, al mismo tiempo, que sin justicia y sin un más profundo respeto por la dignidad de toda persona humana no puede existir el necesario fundamento para una paz estable y duradera. Estimulo, por tanto, y apoyo todo esfuerzo dirigido a la reconciliación de las facciones opuestas y a poner fin a los trágicos sufrimientos que causan.

Hay inevitablemente momentos desalentadores en este diálogo por la paz, pero no se debe abandonar jamás el proceso. Dios concederá su gracia; los hombres y mujeres de buena voluntad aportarán sus esfuerzos. Insto a los líderes implicados a que aprovechen todo tipo de oportunidades para promover la causa de la paz y a que usen todos los recursos y talentos a su disposición para asegurarla.

Señor Embajador: confío en que el período de su servicio hará las relaciones diplomáticas entre Gran Bretaña y la Santa Sede aún más cordiales. Le puedo asegurar que encontrará por nuestra parte un espíritu de gustosa colaboración para el cumplimiento de sus tareas. Yo le aseguro el apoyo de mis plegarias para el ejercicio de su misión.

Quisiera pedirle que presente mis mejores deseos a Su Majestad y a los miembros de la Familia Real. Fue para mí una feliz experiencia recibir recientemente en audiencia al Príncipe y a la Princesa de Gales; deseo expresar de nuevo mi alegría por este encuentro.

Que el Señor esté con usted y bendiga abundantemente al pueblo que representa.


*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n. 29, p.11.



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