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PALABRAS DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS DIRECTIVOS Y JUGADORES DEL EQUIPO ITALIANO
DE FÚTBOL ATALANTA


Sábado 6 de diciembre de 1997

 

Queridos directivos y jugadores del «Atalanta»:

1. Me alegra acogeros, junto con vuestros familiares, y os agradezco vuestra visita. Venís de la tierra de Bérgamo, rica en tradiciones cristianas. Es la tierra en que nacieron mi venerado predecesor el Papa Juan XXIII, numerosos obispos y sacerdotes, misioneros y misioneras, que trabajaron y siguen trabajando activamente por el reino de Dios, y tantos laicos comprometidos activamente en el servicio al prójimo.

También forman parte de esta tradición los «oratorios», en los que el deporte constituye un componente importante de la educación de los muchachos. Pienso que también algunos de vosotros, queridos jugadores, habéis crecido en el ambiente de los oratorios, y esto os ayuda a conservar una visión equilibrada y completa del papel del deporte en la formación y en la vida personal y familiar.

2. El esfuerzo deportivo puede ser un entrenamiento útil para la fortaleza, una base para construir en los jóvenes una personalidad armoniosa, solidaria y generosa, abierta a la comprensión y a la colaboración con los demás. El apóstol Pablo, que conocía el espíritu de las competiciones deportivas, comparaba el esfuerzo del cristiano, en ciertos aspectos, con el que debe afrontar un atleta cabal. Espero que también para vosotros sea así: ojalá que toda competición deportiva sea una carrera para el bien y para promover los auténticos valores de la existencia con la tenacidad y el espíritu de sacrificio que se os exige en los entrenamientos y en los partidos.

Y no olvidéis jamás, queridos jugadores, que los demás, especialmente los jóvenes, os miran, ya que para ellos sois modelos y, a menudo, importantes puntos de referencia. Si vuestro testimonio es positivo, seréis un ejemplo para vuestros numerosos seguidores, que verán en vosotros no sólo a óptimos jugadores, sino sobre todo a jóvenes y hombres maduros y responsables.

3. Queridos hermanos, estamos viviendo el tiempo de Adviento, tiempo de preparación para la Navidad, que mantiene viva en los creyentes la espera del Señor que viene. Ojalá que cada uno de vosotros sepa encontrar a Cristo que viene en los acontecimientos de todos los días.

Formulo votos para que vuestras familias y vuestra sociedad sean cada vez más lugares donde se vivan serenamente los ideales evangélicos de solidaridad y paz.

Aprovecho, asimismo, esta ocasión para expresaros a todos vosotros y a vuestros seres queridos mi felicitación por la próxima Navidad, y os bendigo de corazón.



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