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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA GENERAL
DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ITALIANA
(COLLEVALENZA, 9-12-DE NOVIEMBRE)

 

Amadísimos obispos italianos:

1. «¡Que la gracia del Señor Jesús sea con vosotros! Os amo a todos en Cristo Jesús» (1 Co 16, 23).

Me alegra saludar a cada uno de vosotros con estas palabras del apóstol Pablo. Saludo, en particular, al cardenal presidente Camillo Ruini, a los tres vicepresidentes y al secretario general, monseñor Ennio Antonelli, agradeciéndoles la dedicación y el acierto con que actúan al servicio de vuestra Conferencia.

Consideradme espiritualmente presente en esa asamblea general, que es tiempo de gracia para vivir más intensamente la comunión episcopal y la solicitud común por la Iglesia de Dios que está en Italia. A todos os expreso mi gratitud personal por vuestra participación en el vigésimo aniversario de mi elección a la Sede de Pedro y en el cuadragésimo de mi elección episcopal.

2. Conozco el celo con que dirigís la preparación de vuestras diócesis para el gran jubileo, ya muy cercano. La educación de los jóvenes en la fe, tema principal de vuestra asamblea, se encuadra bien en ese itinerario, más aún, es parte esencial de él, no sólo porque la Jornada mundial de la juventud será una cita de especial relieve del Año santo, sino también y sobre todo porque el jubileo tiene como objetivo fundamental fortalecer e impulsar, con vistas al nuevo milenio, el anuncio y el testimonio de la fe en Jesucristo, único Salvador del mundo, y esta misión corresponde de modo particular a los jóvenes, que deberán modelar el rostro cristiano de la futura civilización.

Con la encíclica Fides et ratio quise destacar y profundizar el vínculo íntimo que une la revelación del misterio de Dios con la inteligencia del hombre. Ese vínculo también puede dar impulso al proyecto cultural de la Iglesia italiana y a todas las iniciativas de comunicación social, a cuyo desarrollo os dedicáis con empeño. Así, se puede brindar a las jóvenes generaciones un camino para salir del ámbito demasiado estrecho de la propia subjetividad y volver a encontrar un horizonte común de verdad y de valores compartidos, que es preciso promover juntos.

3. En vuestra asamblea os ocuparéis, además, de la promoción de la financiación de la Iglesia. Deseo agradeceros públicamente la generosidad con que ayudáis a muchas Iglesias hermanas y naciones menos favorecidas, con el espíritu de solidaridad mundial que es propio de la comunión eclesial.

Me alegro con vosotros por el nuevo Estatuto de vuestra Conferencia, destinado a sostener de modo cada vez más eficaz el afecto colegial y el trabajo pastoral común. También ésa es la finalidad de la carta apostólica «Apostolos suos», en forma de motu proprio, con la que quise precisar mejor la naturaleza teológica y jurídica de las Conferencias de los obispos. En la próxima Asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos podremos reflexionar juntos más profundamente en nuestra misión de obispos en el umbral del tercer milenio.

4. Queridos hermanos en el episcopado, conozco bien y comparto totalmente la solicitud, dictada por el amor, con la que seguís los acontecimientos de la amada nación italiana.

Pienso, en particular, en la familia fundada en el matrimonio, que constituye también hoy el recurso más valioso e importante de que dispone Italia y que, sin embargo, hasta ahora ha recibido muy poca ayuda a causa de la debilidad de las políticas familiares, más aún, ha sufrido muchos ataques, tanto en el ámbito cultural como en el político, legislativo y administrativo. Pienso en la defensa y la promoción de la vida humana, desde su concepción hasta su término natural. Pienso en la escuela, que debe recuperar sus finalidades educativas más nobles, en un marco de libertad e igualdad efectivas, como sucede en otros países europeos. Pienso en las posibilidades de trabajo y desarrollo, que hay que incrementar según una lógica de solidaridad y valoración de los diversos sujetos sociales, para afrontar el desempleo y la pobreza, que en muchas regiones de Italia afectan a amplios sectores de la población.

5. Queridos hermanos, frente a estos y otros problemas, os invito a seguir cumpliendo la misión que se os ha confiado, a no ceder al conformismo y a las modas pasajeras, y a reaccionar contra cualquier separación errónea entre la fe, la cultura y la vida, tanto personal como social.

Actuando en profunda comunión entre nosotros y con nuestras Iglesias, siempre con amor y confianza, podremos ayudar a Italia a no perder su alma profunda y a aprovechar su insigne herencia de fe y cultura, que es un bien valioso también para Europa y el mundo.

Me uno a vosotros en la gran oración por Italia, que ahora ha tomado nuevo impulso desde el santuario de Loreto, y os imparto con afecto la bendición apostólica a vosotros, queridos hermanos en el episcopado, y a las Iglesias encomendadas a vuestra solicitud pastoral.

Vaticano, 9 de noviembre de 1998

JUAN PABLO II



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