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AUDIENCIA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS FIELES DE LA DIÓCESIS DE ALBANO (ITALIA)

Domingo 27 de agosto de 2000

 

1. Amadísimos hermanos y hermanas de la diócesis de Albano, me alegra acogeros en esta audiencia especial. Os dirijo mi saludo afectuoso a todos:  autoridades, sacerdotes, seminaristas, diáconos permanentes, religiosos, religiosas y laicos.

Agradezco a vuestro obispo, monseñor Agostino Vallini, el cordial saludo que me ha dirigido. Doy las gracias, asimismo, a vuestros dos representantes, que han interpretado muy bien vuestros sentimientos. También deseo saludar en particular al señor cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, así como al obispo auxiliar, monseñor Paolo Gillet. Saludo cordialmente a nuestro querido huésped mons. Giorgio Biguzzi, obispo de Makeni, en Sierra Leona.

Os doy las gracias a todos vosotros, pueblo de la antigua Iglesia suburbicaria de Albano, que habéis venido en gran número a esta cita. En muchas ocasiones he podido experimentar vuestra devoción y vuestro afecto, sobre todo con ocasión de mi estancia en Castelgandolfo. Estos sentimientos tienen raíces antiguas:  los apóstoles san Pedro y san Pablo recorrieron la vía Appia, que atraviesa vuestro territorio, y vuestros mártires, vuestros santos patronos Pancracio, Senador y compañeros, confesaron con la sangre la fe que predicaron. Gracias a la savia de esas raíces apostólicas y a la sangre de los mártires se ha desarrollado la auténtica fe cristiana, que ha llegado hasta las generaciones presentes con testimonios resplandecientes, como el martirio de santa María Goretti.

2. Permitidme volver con el pensamiento al encuentro que celebré con vosotros en 1985, como preparación para el Sínodo diocesano. En aquella circunstancia me presentasteis el camino pastoral que vuestra comunidad eclesial se disponía a recorrer para adaptar la acción apostólica a las nuevas exigencias de los tiempos. Recuerdo que os invité entonces a "caminar juntos". El Sínodo adoptó esas palabras como lema. Se trata de un compromiso que sigue siendo plenamente actual.

La Iglesia es una comunidad de hermanos y hermanas que viven gracias a la fuerza vivificante del Espíritu de Cristo resucitado, y expresan la unidad de los corazones no sólo en la comunión espiritual, sino también en la corresponsabilidad pastoral. Construir la Iglesia quiere decir caminar juntos por los caminos de la santidad y del servicio apostólico, mostrando el rostro de una comunidad jerárquicamente ordenada en torno a su pastor. Sin quitar nada a la riqueza y a la variedad de las experiencias pastorales particulares, "caminar juntos" significa no ceder a la tentación de la fragmentación y de la dispersión, fruto de un arbitrio apostólico incontrolado.

Amadísimos sacerdotes, sobre todo vosotros, que formáis un único presbiterio, sed testigos de unidad en medio de vuestro pueblo. Recordad siempre que ser fieles a Cristo significa ser fieles a la Iglesia. Por tanto, os exhorto a cultivar la comunión presbiteral en torno al obispo, a quien corresponde garantizar la autenticidad del camino eclesial y de la acción pastoral.

3. La celebración de vuestro Sínodo diocesano tuvo como fruto un programa pastoral centrado en algunos objetivos precisos, entre los que destacan la nueva evangelización, la pastoral familiar y la atención y la asistencia a los jóvenes. ¡Qué campo de acción misionera tan vasto abren ante vosotros, amadísimos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos!

En primer lugar, la evangelización, que debe convertirse en vuestro compromiso prioritario y permanente. Frente a los desafíos del secularismo y la descristianización es necesario reaccionar con valentía y, al mismo tiempo, con espíritu de iniciativa, lucidez de análisis y confianza en la fuerza del Espíritu Santo. Con ocasión de la Asamblea eclesial de Palermo afirmé que "en nuestro tiempo no basta simplemente conservar la existencia, sino que es preciso también cumplir la misión. Es necesario proponer algo nuevo y, ante todo, a Jesucristo, el centro del Evangelio" (Discurso a la Asamblea eclesial de Palermo, 23 de noviembre de 1995, n. 2:  L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de diciembre de 1995, p. 7). Por este motivo, es muy oportuna la elección que hizo vuestro Sínodo diocesano, para que a nadie falte el alimento de la evangelización.

Por lo que atañe a la institución familiar, sabemos muy bien que en la actualidad afronta profundas y rápidas transformaciones causadas por la sociedad y la cultura. El matrimonio y la familia constituyen uno de los bienes más valiosos de la humanidad. De ahí que vuestro Sínodo dedicara justamente a este tema una amplia reflexión, asumiendo asimismo el compromiso de un proyecto de pastoral familiar. Deseo animar a toda la comunidad diocesana a cumplir  este  compromiso, con  el deseo de que cada familia cristiana se convierta  en  sujeto  de  pastoral  activa y fecunda.

4. El Sínodo también prestó atención al mundo de los jóvenes. Ciertamente, las urgencias pastorales son múltiples, pero la juvenil es la más evidente y apremiante, porque en los jóvenes avanza el futuro y se anuncia el rostro de la Iglesia y de la sociedad del nuevo milenio. El mundo juvenil presenta indudablemente algunos problemas, pero entraña también un inmenso potencial de bien. La Jornada mundial de la juventud, que celebramos hace unos días, fue una espléndida confirmación de la importancia que tiene confiar en las nuevas generaciones y ofrecerles oportunidades positivas, para que se encuentren con Cristo y lo sigan generosamente. Así pues, invertid energías pastorales en favor de la juventud, promoviendo lugares de reunión donde los jóvenes, después de recibir la iniciación cristiana, puedan desarrollar, en un clima comunitario gozoso, los valores auténticos de la vida humana y cristiana.

Interesaos también por los numerosos jóvenes que no frecuentan la comunidad eclesial y se reúnen en las calles y en las plazas, expuestos a riesgos y peligros. La Iglesia no puede ignorar o subestimar este creciente fenómeno juvenil. Es necesario que agentes pastorales particularmente preparados se acerquen a ellos, les abran horizontes que estimulen su interés y su generosidad natural, y los acompañen gradualmente a acoger a Jesucristo.

5. También en vuestra diócesis se ha agudizado el problema de las vocaciones sacerdotales y religiosas. Corresponde ante todo a los presbíteros, en particular a los párrocos, anunciar con pasión el evangelio de la llamada, discerniendo y cuidando, con la palabra y con el testimonio de vida, los brotes de vocación al presbiterado y a la vida consagrada. Su acción deberá ser coordinada y sostenida en el ámbito diocesano con oportunas iniciativas y, sobre todo, deberá ir acompañada por la oración insistente de los fieles.

Por último, quiero expresar mi viva satisfacción por la sensibilidad y el compromiso que la diócesis de Albano muestra en el campo de la acogida de numerosos hermanos y hermanas, principalmente inmigrantes, que sufren privaciones y necesidades de todo tipo, lejos de su tierra de origen y del afecto de sus seres queridos. Os aliento a perseverar en esta obra de misericordia, recordando las palabras del Salvador:  "Fui forastero y me hospedasteis" (Mt 25, 35).

Como veis, queda mucho por hacer. Encomiendo vuestros buenos propósitos a la intercesión de la Virgen santísima, pues sé que vuestra devoción hacia ella es muy intensa. Que María acompañe con su protección vuestro "caminar juntos" con vuestro nuevo pastor.

Con este deseo, le imparto a usted, que celebra mañana su onomástico, san Agustín, y a todos vosotros, mi afectuosa bendición.

 



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