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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS CAPITULARES DE LA TERCERA ORDEN REGULAR DE SAN FRANCISCO


Jueves 7 de junio de 2001
 

 

Queridos hermanos de la Tercera Orden regular de San Francisco de Asís: 

1. Me alegra acogeros con ocasión de vuestro capítulo general y os saludo con afecto. Saludo en particular al padre Ilija Zivkovic, al que habéis elegido para desempeñar el cargo de ministro general. A él y a los nuevos miembros del Definitorio general les expreso mi felicitación, junto con mis mejores deseos de un trabajo provechoso al servicio de la Orden y de toda la Iglesia.

Os habéis reunido para realizar una atenta revisión de vuestra vida religiosa, personal y comunitaria, teniendo como punto de referencia el Evangelio y el carisma penitencial, delineado en los orígenes de la Tercera Orden y confirmado a lo largo de muchos siglos de historia. Desde esta perspectiva, sentís la urgencia de una continua renovación en vuestro camino de perfección tras las huellas del Poverello. En efecto, de ahí brota el dinamismo apostólico que abre vuestro corazón a los hermanos y os dispone a afrontar sus problemas existenciales, para colaborar con Cristo en el plan de la salvación.

2. Vuestro seguimiento de Cristo según las enseñanzas y el ejemplo de san Francisco de Asís constituye para vosotros un singular privilegio, por el que debéis estar agradecidos profundamente al Señor, que os ha llamado. Muchos siglos de testimonio apostólico y caritativo han enriquecido vuestra orden con méritos y experiencia, dotándoos de un peculiar patrimonio espiritual, que debéis tener presente en vuestras reflexiones y en vuestros proyectos.

Sin embargo, la vida religiosa, impregnada por el Evangelio, no se limita a complacerse en el pasado, sino que vive intensamente el presente y se proyecta con entusiasmo hacia el futuro. La dialéctica entre herencia y profecía confiere un sólido fundamento a vuestras esperanzas para el tercer milenio, que ya ha comenzado felizmente.

Desde este punto de vista, debéis sentiros comprometidos a convertir cada vez más vuestro corazón a Dios, en el que habéis puesto toda esperanza. Él debe polarizar vuestra mente, liberándoos de las múltiples rémoras que podrían reducir la eficacia de vuestro testimonio evangélico en el mundo actual. El Padre "os conceda (...) que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior; que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, (...) para que os vayáis llenando hasta la total plenitud de Dios" (Ef 3, 16. 17. 19).

Si, como san Francisco de Asís, lleváis en el corazón el Espíritu del Señor y mostráis con vuestra actitud la imagen de Cristo, vuestra presencia en la Iglesia producirá muchos frutos de vida y podrá contribuir eficazmente a la construcción de la civilización del amor, fraguada según el Evangelio.

3. Con "fidelidad dinámica" a vuestro carisma, "poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas" (Vita consecrata, 110). Al dejaros transformar por el Espíritu, cooperáis eficazmente en la evangelización del mundo contemporáneo y os convertís en "interlocutores privilegiados de aquella búsqueda de Dios, cuya presencia aletea siempre en el corazón humano, llevándolo a múltiples formas de ascesis y de espiritualidad" (ib., 103).

En particular, proseguid vuestro compromiso en el apostolado misionero, en el que vuestra orden ha adquirido muchos méritos, ofreciendo servicios de vida franciscana, de cultura y de caridad activa.

Con espíritu de iniciativa, promoved obras de misericordia que renueven vuestra tradicional atención a los pobres y a los más débiles de la sociedad, puesto que servir a las personas necesitadas es acto de evangelización, sello de autenticidad evangélica y estímulo de conversión permanente (cf. ib., 82).

Como san Francisco de Asís, predicad la paz y la penitencia, promoved la justicia, defended los derechos de la persona, alzad vuestra voz contra la explotación y la violencia, y curad con diligencia las numerosas heridas que hacen gemir a la humanidad de hoy.

4. Si leéis los signos de los tiempos desde la perspectiva de la fe y con una mirada de amor, os será fácil identificar nuevas formas de evangelización y servicio caritativo adecuadas a las exigencias actuales.

Contribuid con empeño a la promoción de la cultura, no sólo como servicio a los hermanos que buscan la verdad, sino también como instrumento de formación integral y de camino ascético (cf. ib., 98). El estudio es "manifestación del insaciable deseo de conocer cada vez más profundamente a Dios, abismo de luz y fuente de toda verdad humana. (...) Fomenta el diálogo y la participación, educa la capacidad de juicio, alienta la contemplación y la plegaria en la continua búsqueda de Dios y de su actuación en la compleja realidad del mundo contemporáneo" (ib.).

Por último, no olvidéis vuestro reconocido compromiso en favor de la unidad de los cristianos y del diálogo ecuménico, así como la apertura al diálogo interreligioso, que también forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia (cf. Redemptoris missio, 55).

5. Queridos hermanos en Cristo, tenéis ante vosotros un programa entusiasmante para el tercer milenio, en el que debéis ser testigos de conversión evangélica, agentes de caridad y evangelización, profetas de un mundo renovado en la fe y en el amor mediante una fecunda infusión de valores cristianos.

En este itinerario penitencial, marcado por los ritmos de la conversión del corazón y por la secuencia de las obras de misericordia, san Francisco de Asís es vuestro maestro y modelo.

Contempladlo y él, por los caminos del Evangelio, os llevará a Cristo para realizar una profunda experiencia de amor a Dios y a los hermanos.

Con este deseo, a todos vosotros y a todos los frailes de la orden, así como a todas las monjas contemplativas de la Tercera Orden regular, os imparto de buen grado mi bendición.

 



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