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DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II 
A LAS RELIGIOSAS CAPUCHINAS DE LA MADRE RUBATTO


Jueves 7 de febrero de 2002

 

Amadísimas religiosas Capuchinas de la Madre Rubatto: 

1. Me alegra encontrarme con vosotras, al concluir vuestro capítulo general. Os saludo con afecto. Saludo en particular a la madre general y a las hermanas que colaboran con ella en el arduo servicio de gobierno y animación del instituto. Extiendo mi cordial saludo a todas las religiosas que trabajan en las diversas partes del mundo, difundiendo, mediante múltiples actividades de apostolado, de formación y de solidaridad, la buena semilla del Evangelio, según el específico carisma franciscano y capuchino del Instituto.

Durante estos días habéis reflexionado en vuestra identidad y en vuestra misión, para orientar a todo el instituto hacia nuevas empresas apostólicas. Espero de corazón que, gracias a las indicaciones surgidas de los trabajos capitulares, florezca un renovado impulso de espiritualidad y de compromiso, sobre las sólidas bases de la intuición original de vuestra fundadora.

2. La existencia de la madre Francesca Rubatto, a la que tuve la alegría de proclamar beata el 10 de octubre de 1993, se apoya en dos grandes pilares:  el amor ardiente a Dios, percibido como "sumo bien" (cf. san Francisco de Asís, Cántico al Dios altísimo, 5:  Fuentes franciscanas, 261), y el incansable servicio a los hermanos, especialmente a los más necesitados y abandonados. Bajo la guía de sabios maestros espirituales, vuestra madre siguió el ejemplo de san Francisco y de santa Clara, para ser en la Iglesia y en la sociedad un signo humilde pero elocuente del Evangelio vivido "sin glosa" (cf. Leyenda perusina, 69. 113:  Fuentes franciscanas, 1622. 1672).

Como hijas espirituales suyas, también vosotras sed pobres en la existencia personal y en la actividad diaria, eligiendo el último lugar en la sencillez y la minoridad, y sirviendo a los hermanos con alegría franciscana. Así seréis las religiosas misioneras del pueblo, dedicadas a anunciar y testimoniar el Evangelio a todos los que encontráis en vuestro camino.

De este modo, la actividad apostólica y el servicio a los hermanos tendrán frutos significativos de amor, tomando su savia de la íntima unión con Dios, alimentada por la oración y, en particular, por la familiaridad con Jesús Eucaristía. La madre Francesca tenía una fe viva y ardiente en Jesús presente en el Santísimo Sacramento, y quería que la Eucaristía fuera el corazón de la familia religiosa fundada por ella. Unida a Cristo en la ofrenda de su propia vida, expresaba su participación en el misterio pascual con una entrega total al prójimo.

Siguiendo el ejemplo de vuestra beata fundadora, también vosotras partid el pan de vuestra vida de personas consagradas en los diversos campos de vuestro servicio al prójimo:  la catequesis, la educación escolar, la asistencia a los enfermos, la solidaridad con las personas necesitadas, la colaboración en la pastoral parroquial y la misión "ad gentes".

Frente a los desafíos de los nuevos tiempos, haced revivir la inspiración fundamental de la madre Francesca, aplicándola en los nuevos ámbitos apostólicos que se abren ante vosotras, sostenidas por su mismo celo por Dios y su misma disponibilidad hacia las necesidades del prójimo.

3. Sobre todo, conservad intacto vuestro estilo de vida, destacado en muchas oportunidades por vuestra fundadora. A propósito del espíritu que debe animar a la religiosa capuchina, escribió a un grupo de novicias:  "Sirve al Señor con alegría, realiza con amor las tareas que se le confían y trabaja incansablemente porque sabe que el trabajo es precioso a los ojos del Señor. Y, después de cansarse por la gloria de Dios, a quien ama tanto, se llama sierva inútil de su Señor, y está convencida de serlo, porque sabe que no es capaz de hacer nada sin la ayuda divina" (A las novicias de Montevideo y de RosarioCartas, Génova 1995, p. 550).

Servir a los hermanos sin reservas y sin confines:  esto impulsó a la beata Francesca Rubatto a abrir su corazón y la vida del Instituto a la dimensión misionera, que ella misma reconoció "como una gracia especial concedida a nuestra comunidad" (A sor Felicidadib., p. 129). Este mismo espíritu animó a las hermanas misioneras que, el 13 de marzo de 1901, testimoniaron, hasta el supremo sacrificio de la vida, fidelidad a Cristo y entrega de amor al prójimo en la misión de Alto Alegre, en Brasil.

Que su ejemplo os estimule a intensificar todo esfuerzo por traducir de modo cada vez más adecuado vuestro carisma en nuevas opciones de vida y de actividad apostólica. Por mi parte, de buen grado os aseguro mi cercanía espiritual con el afecto y la oración.

Os asista la intercesión celestial de san Francisco y santa Clara de Asís. Os proteja la gran multitud de santos y santas de la familia religiosa capuchina, en la que resplandece con luz especial la beata Francesca Rubatto. Os acompañe también mi bendición, que os imparto de corazón a vosotras y a vuestras comunidades religiosas esparcidas por Italia y por el mundo.

 



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