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SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

PABLO VI

ÁNGELUS

Castelgandolfo
Jueves 15 de agosto de 1963

 

Estos instantes de oración nos deparan la oportunidad de saludaros a vosotros aquí presentes, llegados, precisamente a esta residencia nuestra estivo para ver al Papa, para expresarle vuestra devoción filial, escuchar su voz y recibir su bendición.

Hacemos extensivo nuestro saludo, asimismo, a aquellos que sabemos están a la escucha en la plaza de San Pedro en Roma y miran a las ventanas cerradas de la mansión pontificia del Vaticano. Más aún, con gusto hacemos extensivo el saludo a cuantos disfrutan de este día como la fiesta del descanso.

Las vacaciones de agosto se han generalizado tanto y ponen en movimiento a tanta gente, que busca alivio y distracción, que se ha convertido en un movimiento social al que todos tratan de adaptarse pacífica y alegremente. El hecho de las vacaciones de verano que culminan en este hermoso y caluroso día os ofrece el panorama del mundo cansado de sus acostumbradas y ordinariamente febriles ocupaciones y deseoso de una hora que tenga razón de premio, liberación, disfrute, felicidad con relación al régimen ordinario de ocupación metódica, organizada, a veces pesada y oprimente de nuestro trabajo moderno.

Este tranquilizador intervalo da al mundo un sentido de alivio, de relajación y de fraternidad que deseamos para todos sereno y provechoso. No debemos olvidar a aquellos que no pueden disfrutar de este descanso, ya porque sufren, ya porque están obligados a permanecer en sus puestos y en el acostumbrado trabajo, ya porque están comprometidos precisamente hoy en servir a los demás, que viajan y se divierten; también a éstos va nuestro saludo y tanto más consolador cuanto más merecido.

A todos queremos evocar un pensamiento que la oración del Ángelus y la festividad de la Asunción ha hecho espontáneo, a saber, el fin supremo y último de la vida. ¿Dónde halla esta vida nuestra su verdadera y plena expresión? Las vacaciones de hoy nos dicen que todo lo que hacemos y poseemos tiene razón de medio, no de fin. Parece que todos los días laboriosos del año se encaminan a este día final tranquilo y gozoso, pero sabemos que también el momento de merecido descanso y de honesta recreación es bueno, sagrado, si está ordenado a otra cosa distinta de una mismo; si no es ocio vil y gravoso, si no es placer desordenado que detiene la marcha del espíritu. El espíritu tiende a un estado de vida que trasciende el de nuestra presente peregrinación, ese más allá, ese Paraíso en cuyos umbrales la Virgen Asunto al cielo, cuya festividad hermosísima celebramos hoy, se nos aparece y nos espera como en lo alto de la escala.

 



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