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DISCURSO DE SU SANTIDAD PABLO VI
AL PRIMER EMBAJADOR DE CHIPRE
ANTE LA SANTA SEDE*

Lunes 24 de septiembre de 1973

 

Señor Embajador:

Agradecemos a Vuestra Excelencia los elevados sentimientos que acaba de expresar al presentarnos sus Cartas Credenciales. Los sentimos más hondamente por ser la primera vez que la Isla de Chipre se encuentra así representada, por un Embajador, ante la Sede Apostólica. Estad seguro de nuestra cordial bienvenida.

Más allá de vuestra persona, saludamos respetuosamente a Su Beatitud el Arzobispo Makarios, Presidente de la República, quien lleva, desde la independencia de vuestro querido país, la pesada carga de la magistratura suprema al servicio de todos los chipriotas. Y acogemos, con gran simpatía y con fervientes votos, estas relaciones diplomáticas, que su Gobierno ha querido establecer con la Santa Sede. En este contexto, esperamos consolidar nuestra contribución específica al respeto de los derechos del hombre, a la justicia, a la paz, al progreso espiritual, consciente del valor que vuestros compatriotas otorgan a estos ideales tan necesarios para su país y para el conjunto de los pueblos.

El mensaje de Vuestra Excelencia nos permite evocar el pasado prestigioso y, a veces, atormentado de vuestra patria, la simbiosis de las múltiples civilizaciones que la han marcado con sus huellas, la valentía de que ha debido dar prueba para preservar su originalidad y encontrar las vías pacíficas de la convivencia, las riquezas de todos los órdenes de que está merecidamente orgullosa: estos valores humanos suscitan también nuestra estima y nuestra alegría. Comprenderéis que nosotros sintamos particularmente uno de ellos: la vitalidad cristiana que no ha cesado de florecer entre vosotros, desde el bendito día en que el gran Apóstol San Pablo llevó allí la luz del Evangelio: fue la primera etapa después de salir de Antioquía. Junto al lugar donde terminó su carrera apostólica, encomendamos a su intercesión esas venerables comunidades cristianas que le fueron tan queridas. Expresamos ardientes votos por la comunidad católica, que nos es especialmente cara, por todos nuestros hermanos en la fe que se encuentran en Chipre, con los cuales deseamos que pueda realizarse la plena comunión querida por nuestro Señor, y por todos los que comparten nuestra creencia en el Dios todopoderoso.

A Ud. personalmente, Señor Embajador, le deseamos una fructuosa misión ante la Santa Sede, para el bien del conjunto de vuestros compatriotas y para lograr la paz en este crisol mediterráneo en que Chipre ocupa un lugar de excepción. De todo corazón, imploramos para vuestra persona, para todos los que os son queridos, para todos los habitantes de vuestro país y para sus gobernantes, las abundantes bendiciones del Altísimo.


*L'Osservatore Romano, edición en lengua española, n.40, p.10.

 



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