Index   Back Top Print

[ DE  - EN  - ES  - FR  - IT  - PT ]

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL GRUPO DE TRABAJO DE LAS ACADEMIAS PONTIFICIAS
DE CIENCIAS Y CIENCIAS SOCIALES


Lunes 21 de noviembre de 2005

 

Ilustres señoras y señores: 

Saludo con afecto a todos los que participan en este importante encuentro. En particular, deseo agradecer al profesor Nicola Cabibbo, presidente de la Academia pontificia de ciencias, y a la profesora Mary Ann Glendon, presidenta de la Academia pontificia de ciencias sociales, sus palabras. También me alegra saludar al cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado; al cardenal Carlo Maria Martini; y al cardenal Georges Cottier, que siempre se ha dedicado con empeño a la obra de las Academias pontificias.

Me complace particularmente que la Academia pontificia de ciencias sociales haya elegido "el concepto de persona en las ciencias sociales" como tema de estudio para este año. La persona humana está en el centro de todo el orden social y, por tanto, en el centro mismo de vuestro campo de estudio. Como dice santo Tomás de Aquino, la persona humana "significa lo que es más perfecto en la naturaleza" (Summa Theol. I, 29, 3). Los seres humanos son parte de la naturaleza, pero, como sujetos libres con valores morales y espirituales, la trascienden. Esta realidad antropológica es una parte integrante del pensamiento cristiano y responde directamente a los intentos  de abolir el límite entre ciencias humanas y ciencias naturales, a menudo propuestos en la sociedad contemporánea.

Esta realidad, entendida correctamente, da una profunda respuesta a las cuestiones planteadas hoy sobre el estatus del ser humano. Es un tema que debe seguir formando parte del diálogo con la ciencia. La enseñanza de la Iglesia se basa en el hecho de que Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza, y les otorgó una dignidad superior y una misión común con respecto a toda la creación (cf. Gn 1 y 2).

De acuerdo con el designio de Dios, las personas no pueden separarse de las dimensiones física, psicológica o espiritual de la naturaleza humana. Aunque las culturas cambian con el paso del tiempo, suprimir o ignorar la naturaleza que declaran "cultivar" puede tener serias consecuencias. Del mismo modo, los individuos sólo alcanzarán su auténtica realización cuando acepten los elementos genuinos de la naturaleza que los constituye como personas.

El concepto de persona sigue contribuyendo a una profunda comprensión del carácter único y de la dimensión social de todo ser humano. Esto se verifica especialmente en las instituciones legales y sociales, donde la noción de "persona" es fundamental. Sin embargo, a veces, aunque se la reconoce en las declaraciones internacionales y en los estatutos legales, algunas culturas, especialmente cuando no están impregnadas profundamente del Evangelio, sufren el fuerte influjo de ideologías basadas en grupos o de una visión individualista y secularizada de la sociedad. La doctrina social de la Iglesia católica, que pone a la persona humana en el centro y en la base del orden social, puede ofrecer mucho a la reflexión contemporánea sobre temas sociales.

Es providencial que estemos discutiendo sobre el tema de la persona mientras rendimos un homenaje particular a mi venerado predecesor el Papa Juan Pablo II. En cierto modo, su incuestionable contribución al pensamiento cristiano puede entenderse como una profunda meditación sobre la persona. Enriqueció y amplió ese concepto en sus encíclicas y en otros escritos. Estos textos representan un patrimonio que hay que recibir, conservar y asimilar con atención, particularmente las Academias pontificias.

Por tanto, aprovecho con gratitud esta ocasión para descubrir esta escultura del Papa Juan Pablo II, con dos inscripciones conmemorativas, que nos recuerdan el especial interés del siervo de Dios en el trabajo de vuestras Academias, especialmente de la Academia pontificia de ciencias sociales, fundada por él en 1994. También subrayan su iluminada disposición a llegar, a través de un diálogo de salvación, al mundo de la ciencia y de la cultura, un deseo que confió de modo particular a las Academias pontificias. Pido a Dios que vuestras actividades sigan produciendo un intercambio fecundo entre la enseñanza de la Iglesia sobre la persona humana y las ciencias y las ciencias sociales, que representáis. Sobre todos los presentes en esta importante ocasión invoco abundantes bendiciones divinas.

 



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana