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VISITA A LA SEDE DE RADIO VATICANO
EN EL 75° ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN

DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS DIRECTORES Y COLABORADORES


Palacio Pío, viernes 3 de marzo de 2006

 

Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado;
queridos hermanos y hermanas: 

De buen grado he venido a visitaros en esta hermosa sede del palacio Pío, que el siervo de Dios Pablo VI puso a disposición de Radio Vaticano. Os saludo cordialmente a todos y os agradezco vuestra acogida. En particular, saludo al reverendo prepósito general de la Compañía de Jesús, padre Peter-Hans Kolvenbach, y le agradezco el servicio que, desde los orígenes de Radio Vaticano, prestan los jesuitas a la Santa Sede, fieles al carisma ignaciano de plena dedicación a la Iglesia y al Romano Pontífice.

Saludo al cardenal Roberto Tucci y al padre Antonio Stefanizzi, así como al padre Pasquale Borgomeo, que no ha podido asistir por compromisos precedentes, los cuales durante varios años fueron directores generales de Radio Vaticano. Saludo al padre Federico Lombardi, actual director general, y le doy las gracias por las palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros. Expreso mi gratitud también al señor Candi, que ha interpretado los sentimientos de los empleados laicos.

Dirijo, asimismo, mi saludo en este momento a los empleados que se hallan en las otras sedes de la emisora -el Centro de transmisiones de Santa María de Galeria, el palacete León XIII y el palacete Marconi- y participan en este encuentro en conexión por audio y vídeo. Saludo a vuestros compañeros ya jubilados, a los numerosos colaboradores, a los familiares y amigos, y a todos los que habrían querido estar presentes, pero no han podido por motivo de espacio. Extiendo, además, mi saludo a los radioyentes de vuestras transmisiones, esparcidos por todo el mundo.

Las sugestivas imágenes de hace 75 años nos presentan la primera estación de Radio Vaticano, que hoy puede parecer modesta. Pero Guillermo Marconi sabía que el camino abierto por la ciencia y la técnica ejercería un gran influjo en la vida de la humanidad. También mi venerado predecesor Pío XI era muy consciente de la importancia que el nuevo instrumento de comunicación, del que la Iglesia estaba dotándose, tendría para la difusión del magisterio pontificio en el mundo. Su primer radiomensaje, que el 12 de febrero de 1931 inauguró la historia de vuestra emisora, estaba dirigido con original solemnidad "a todas las naciones y a toda criatura".

En los años siguientes, durante la segunda guerra mundial, el siervo de Dios Pío XII, con sus históricos radiomensajes, pudo llegar a todos los pueblos con palabras de consuelo, advertencias y apremiantes llamamientos a la esperanza y a la paz. Y cuando el comunismo extendió su dominio sobre diversas naciones de Europa central y oriental, y sobre otras partes del mundo, Radio Vaticano multiplicó los programas y las lenguas de transmisión, para que llegara a las comunidades cristianas oprimidas por los regímenes totalitarios el testimonio de la cercanía y de la solidaridad del Papa y de la Iglesia universal.

Con el concilio Vaticano II se tomó aún mayor conciencia de la importancia que los medios de comunicación tendrían en la difusión del mensaje evangélico en nuestra época, y vuestra emisora, con idóneos y modernos medios técnicos, comenzó a desarrollar una programación radiofónica cada vez más rica y articulada. Por último, hoy, gracias a las tecnologías más avanzadas, en particular satélites e internet, estáis en condiciones de producir programas en diversas lenguas, que numerosas emisoras en todos los continentes reciben y transmiten, llegando así a un área aún más vasta de radioyentes.

Queridos amigos, no podemos por menos de dar gracias al Señor por todo esto y, al mismo tiempo, pedirle que siga asistiéndoos en vuestro trabajo. Invocadlo  con  las  palabras escritas en la fachada principal de vuestra sede:  "Adsis Christe, eorumque aspira laboribus, qui pro tuo nomine certant", "Ayúdanos, Cristo, e inspira los trabajos de quienes combaten por tu nombre". Sí, vosotros libráis "el buen combate de la fe", según las palabras del apóstol san Pablo (cf. 1 Tm 6, 12), para difundir el Evangelio de Cristo. Ese combate, como se lee en vuestro Estatuto, consiste en "anunciar con libertad, fidelidad y eficacia el mensaje  cristiano  y unir el centro de la catolicidad con los diversos países del mundo:  difundiendo la voz y las enseñanzas  del Romano Pontífice; informando sobre la actividad de la Santa Sede; haciéndose eco de la vida católica en el mundo; orientando para valorar los problemas del momento a la luz del magisterio eclesiástico y con constante atención a los signos de los tiempos" (n. 1. 3).

Esta es una misión que sigue siendo siempre actual, aunque con el tiempo cambien las circunstancias y las modalidades para cumplirla. En efecto, Radio Vaticano ya no es una sola voz que se irradia desde un único lugar, como sucedía con la primera estación de Marconi. Es, más bien, un coro de voces, que resuena en más de cuarenta lenguas y puede dialogar con diferentes culturas y religiones; un coro de voces que recorre los caminos del éter gracias a las ondas electromagnéticas y se difunde extensamente para quedar grabado a lo largo de los nudos y las mallas de la red telemática cada vez más densa que envuelve el planeta.

Queridos amigos, seguid actuando en el gran areópago de la comunicación moderna, aprovechando la extraordinaria experiencia vivida durante el gran jubileo del año 2000 y, más aún, con ocasión de la muerte del amado Papa Juan Pablo II, un acontecimiento que mostró cuán grande es el deseo que tiene la humanidad de conocer la realidad de la Iglesia. Pero no olvidéis que, para cumplir la misión que se os ha confiado, ciertamente debéis tener una adecuada formación técnica y profesional, pero sobre todo debéis cultivar incesantemente un espíritu de oración y de fiel adhesión a las enseñanzas de Cristo y de su Iglesia.

Que la Virgen María, Estrella de la nueva evangelización, os ayude y proteja siempre.

Renovándoos mis sentimientos de gratitud, de buen grado os imparto a vosotros, queridos hermanos y hermanas aquí presentes, mi bendición, que extiendo a vuestros seres queridos y a todos los radioyentes de Radio Vaticano.


PALABRAS DE SU SANTIDAD,
EN DIRECTO, DESDE LOS MICRÓFONOS DE RADIO VATICANA

 

Queridos hermanos y hermanas: 

Saludo de corazón a todos los radioyentes y las radioyentes de Radio Vaticano y les deseo la paz y la alegría del Señor. Para mí es una gran alegría estar aquí. Somos conscientes de que hace 75 años el Papa Pío XI inauguró Radio Vaticano y dio así una nueva voz a la Santa Sede, más aún, a la Iglesia y al Señor; una voz con la que se pudiera cumplir realmente el mandato del Señor:  "Anunciad el Evangelio a todas las naciones hasta los confines de la tierra".

Mientras tanto, veo que en estos 75 años la técnica se ha perfeccionado mucho. Hoy, la voz de Radio Vaticano puede llegar a todas las partes del mundo, a numerosos hogares y, como se ha subrayado, existe sobre todo una hermosa reciprocidad, no sólo hablando sino también acogiendo las respuestas, en un verdadero diálogo para comprender, responder y construir así la familia de Dios. Me parece que el sentido de un medio de comunicación como este es ayudar a construir esta gran familia que no conoce fronteras, en la que, en la multiplicidad de las culturas y las lenguas, todos son hermanos y hermanas, y así representan una fuerza en favor de la paz.

Desearía que todos los que me escuchan en este momento se sientan realmente implicados en este gran diálogo de la verdad. Como sabemos, en el mundo de los medios de comunicación no faltan tampoco voces opuestas. Por eso, es muy importante que exista esta voz, que quiere ponerse realmente al servicio de la verdad, de Cristo, y así ponerse al servicio de la paz y la reconciliación en el mundo.

A los colaboradores les deseo que sean instrumentos eficaces de esta gran obra de paz del Señor. Os agradezco todo lo que hacéis día a día, quizá incluso noche tras noche. A los radioyentes, implicados ellos mismos en este gran diálogo, les deseo que sean también ellos testigos de la verdad y de la fuerza de la paz en el mundo.



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