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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL FINAL DE LA PROYECCIÓN DE LA PELÍCULA
"KAROL, UN PAPA QUE SIGUIÓ SIENDO HOMBRE"

Sala Pablo VI
Jueves 30 de marzo de 2006

 

Señores cardenales;
queridos hermanos en el episcopado y en el presbiterado;
ilustres señores y señoras: 

Mientras permanecen grabadas en la mente y en el corazón las imágenes de esta interesante representación del pontificado de Juan Pablo II, dirijo mi saludo cordial a quienes han contribuido a la realización de esta película, cuyo título significativo es "Karol, un Papa que siguió siendo hombre". Esta tarde hemos revivido las emociones que experimentamos en mayo del año pasado, cuando, poco después de la muerte del amado Pontífice, asistimos, en esta misma sala, a la proyección de la primera parte del filme. Manifiesto mi gratitud al director y escenógrafo, Giacomo Battiato, y a sus colaboradores, que con gran maestría nos han propuesto de nuevo los momentos centrales del ministerio apostólico de mi venerado predecesor; doy gracias de corazón al actor Piotr Adamczyk, que como protagonista lo personificó con realismo, así como a los demás intérpretes; deseo expresar mi sincero aprecio al productor Pietro Valsecchi y a los dirigentes, aquí presentes, de las casas productoras Taodue y Mediaset.

Con esta segunda parte de la película se concluye el relato de la vida terrena del amado Pontífice. Hemos vuelto a escuchar la exhortación inicial de su pontificado, que resonó tantas veces a lo largo de los años:  "¡Abrid las puertas a Cristo! ¡No tengáis miedo!". La secuencia de las imágenes nos ha mostrado a un Papa sumergido en el contacto con Dios y, precisamente por eso, siempre sensible a las expectativas de los hombres. El filme nos ha ayudado a recordar sus viajes apostólicos a todas las partes del mundo; nos ha permitido revivir sus encuentros con numerosas personas, con los grandes de la tierra y con ciudadanos sencillos, con personajes ilustres y con personas desconocidas.

Entre todos, merece una mención especial el abrazo con la madre Teresa de Calcuta, unida a Juan Pablo II por una íntima sintonía espiritual. Petrificados, como si estuviéramos presentes, hemos oído nuevamente los disparos del trágico atentado perpetrado en la plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981. En conjunto, ha destacado la figura de un profeta incansable de esperanza y de paz, que recorrió los senderos del mundo para anunciar el Evangelio a todos. Han vuelto a la memoria las vibrantes palabras con que condenó la opresión de los regímenes totalitarios, la violencia homicida y la guerra; las palabras llenas de consuelo y de esperanza con que manifestó su cercanía a los familiares de las víctimas de conflictos y atentados dramáticos, como el de las Torres Gemelas de Nueva York; palabras de aliento y de denuncia  contra la sociedad consumista y la cultura hedonista, orientada a construir un bienestar simplemente  material que no puede colmar las profundas expectativas del corazón humano.

Estos son los sentimientos que brotan espontáneamente del corazón esta tarde, y que he querido compartir con vosotros, queridos hermanos y hermanas, al repasar, con la ayuda de las secuencias de este filme, las fases del pontificado del inolvidable Juan Pablo II. Que nos acompañe desde lo alto el amado Pontífice y nos obtenga del Señor la gracia de ser, como él, siempre fieles a nuestra misión. Os imparto mi bendición a todos vosotros, aquí presentes, y a vuestros seres queridos.



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