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DISCURSO DEL PAPA BENEDICTO XVI
A LOS POSTULADORES DE LA CONGREGACIÓN
PARA LAS CAUSAS DE LOS SANTOS


Lunes 17 de diciembre de 2007

 

Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas: 

Me alegra acogeros y daros la bienvenida a vosotros, queridos postuladores y postuladoras acreditados ante la Congregación para las causas de los santos, y aprovecho de buen grado la ocasión para manifestaros mi estima y mi gratitud por el trabajo que lleváis a cabo loablemente en la elaboración de las causas de beatificación y canonización. Saludo al prefecto de la Congregación para las causas de los santos, cardenal José Saraiva Martins, y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido interpretando los sentimientos comunes. Saludo, asimismo, al secretario, monseñor Michele Di Ruberto; al subsecretario y a los oficiales de este dicasterio, llamado a prestar una colaboración indispensable y cualificada al Sucesor de Pedro en un ámbito de gran relevancia eclesial.

Este encuentro tiene lugar casi en vísperas del 25° aniversario de la promulgación de la constitución apostólica Divinus  perfectionis Magister. Con ese documento,  publicado el 25 de enero de 1983 y  que  sigue en vigor, mi amado predecesor el siervo de Dios Juan Pablo II revisó el procedimiento para las causas de los santos y, al mismo tiempo, reorganizó la Congregación para que respondiera a las exigencias de los estudiosos y a los deseos de los pastores, que en repetidas ocasiones habían solicitado una mayor agilidad en el proceso de las causas de beatificación y canonización, conservando siempre la solidez  de las investigaciones en este campo tan importante para la vida de la Iglesia.

En efecto, a través de las beatificaciones y las canonizaciones la Iglesia da gracias a Dios por el don de sus hijos que han sabido responder generosamente a la gracia divina, los honra y los invoca como intercesores. A la vez, presenta estos excelsos ejemplos a la imitación de todos los fieles, llamados con el bautismo a la santidad, meta propuesta a todo estado de vida. Los santos y los beatos, confesando con su existencia a Cristo, su persona y su doctrina, y permaneciendo estrechamente unidos a él, son como una ilustración viva de ambos aspectos de la perfección del divino Maestro.

Al mismo tiempo, contemplando a tantos hermanos y hermanas nuestros que en todas las épocas han hecho de sí una ofrenda total a Dios por su reino, las comunidades eclesiales reconocen la necesidad de que también en nuestro tiempo haya testigos capaces de encarnar la verdad perenne del Evangelio en las circunstancias concretas de la vida, convirtiéndolo en un instrumento de salvación para todo el mundo. También a esto hice referencia al escribir en la reciente encíclica Spe salvi que "nuestro obrar no es indiferente ante Dios y, por tanto, tampoco es indiferente para el desarrollo de la historia. Podemos abrirnos nosotros mismos y abrir el mundo para que entre Dios:  la verdad, el amor y el bien. Es lo que han hecho los santos que, como "colaboradores de Dios", han contribuido a la salvación del mundo" (n. 35).

Durante los últimos decenios ha aumentado el interés religioso y cultural por los testigos de la santidad cristiana, que muestran el verdadero rostro de la Iglesia, esposa de Cristo "sin mancha ni arruga" (Ef 5, 27). Los santos, si se los presenta adecuadamente en su dinamismo espiritual y en su realidad histórica, contribuyen a hacer más creíble y atractiva la palabra del Evangelio y la misión de la Iglesia. El contacto con ellos abre el camino a verdaderas resurrecciones espirituales, a conversiones duraderas y al florecimiento de nuevos santos. Los santos normalmente engendran otros santos, y la cercanía a sus personas, o aunque sea solamente a sus huellas, es siempre saludable:  depura y eleva la mente, abre el corazón al amor a Dios y a los hermanos. La santidad siembra alegría y esperanza, y responde a la sed de felicidad que los hombres sienten también hoy.

Así pues, la importancia eclesial y social de presentar siempre nuevos modelos de santidad hace que sea particularmente valioso el trabajo de cuantos colaboran en la elaboración de las causas de beatificación y canonización. Todos los que trabajan en las causas de los santos, aunque con diversas funciones, están llamados a ponerse exclusivamente al servicio de la verdad. Por esta razón, durante la "investigación diocesana" las pruebas testimoniales y documentales se deben recoger tanto cuando son favorables como cuando son contrarias a la santidad y a la fama de santidad o de martirio de los siervos de Dios. A la objetividad y a la integridad de las pruebas recogidas en esta primera —y en ciertos aspectos fundamental— fase del proceso canónico, realizado bajo la responsabilidad de los obispos diocesanos, deben seguir obviamente la objetividad y la integridad de las Positiones, que los relatores de la Congregación preparan con la colaboración de las postulaciones.

Así pues, es fundamental la tarea de los postuladores, tanto en la fase diocesana como en la fase apostólica del proceso; esta tarea debe ser irreprensible, inspirada en la rectitud y caracterizada por una probidad absoluta. Los postuladores deben tener competencias profesionales, capacidad de discernimiento y honradez al ayudar a los obispos diocesanos a instruir investigaciones completas, objetivas y válidas, tanto desde el punto de vista formal como sustancial. No menos delicada e importante es la ayuda que prestan al dicasterio para las causas de los santos en la investigación procesal de la verdad, que se debe alcanzar mediante una discusión adecuada, que tenga en cuenta la certeza moral buscada y los medios de prueba disponibles de forma realista.

Queridos hermanos y hermanas, el Espíritu Santo, manantial y artífice de la santidad cristiana, os ilumine en vuestro trabajo, y la Virgen María, Madre de la Iglesia, los santos, los beatos y los siervos de Dios, cuyas causas estáis siguiendo, os obtengan del Señor que lo realicéis siempre con fidelidad y amor a la verdad. Os aseguro mi oración por vosotros y os expreso de buen grado el deseo de que también vosotros sigáis los pasos de los santos, tal como hicieron muchos postuladores, cuya causa de beatificación está en proceso. Por último, ante la inminencia de la santa Navidad os felicito cordialmente a vosotros, a vuestras familias y a vuestros seres queridos, a la vez que os bendigo de corazón a todos.



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