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VISITA PASTORAL
DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
A LORETO
CON OCASIÓN DEL ÁGORA
DE LOS JÓVENES ITALIANOS

DISCURSO DEL SANTO PADRE
A LOS FIELES DE LORETO

Plaza del Santuario
Domingo 2 de septiembre de 2007

 

Querido hermano, pastor de esta Iglesia que está en Loreto;
señor alcalde de esta singular ciudad mariana;
queridos fieles: 

Gracias por este encuentro, con el que se concluye mi estancia aquí, en Loreto, donde he podido reunirme con numerosísimos jóvenes y vivir juntamente con ellos experiencias de fuerte espiritualidad eucarística y mariana.

Con todo, no podía faltar un momento, aunque sea breve, dedicado expresamente a la comunidad de Loreto. Las amables palabras de vuestro pastor y las de vuestro primer ciudadano han manifestado los sentimientos de estima y afecto que albergáis hacia la persona del Papa. Os doy las gracias de corazón y os saludo a cada uno con gran cordialidad. Gracias por vuestra acogida.

Como ha dicho vuestro alcalde, citando palabras de mi amado predecesor Juan Pablo II, Loreto es también la casa del Papa, y puedo asegurar que aquí, en estas horas, me he sentido realmente en mi casa. Gracias por lo que habéis hecho con el fin de que fuera fructuosa no sólo mi permanencia y la de mis colaboradores, sino también la de los jóvenes del "Ágora".

En verdad, vosotros, los habitantes de Loreto, ya estáis acostumbrados a estas imponentes reuniones juveniles con el Papa. A este respecto, nos acaban de recordar la de los jóvenes europeos con Juan Pablo II en 1995, llamada "Eurhope". Estoy seguro de que estos acontecimientos religiosos, así como el flujo diario de peregrinos procedentes de todas las partes de Italia y de otras partes del mundo, más allá de las inevitables molestias que implican necesariamente, constituyen para vosotros una valiosa oportunidad que conviene valorar cada vez más. Son  una invitación constante a crecer en la fe y en la devoción a la Virgen.

No olvidéis nunca el gran privilegio que tenéis de vivir a la sombra de la Santa Casa. Aprovechadlo para mantener con María, nuestra Madre celestial, un diálogo filial lleno de confianza y amor. Además, con vuestra acogida dais a los visitantes y a los devotos un testimonio diario del amor maternal que en este lugar María quiere dispensar a todos sus hijos. La Santa Casa ha de ser, en verdad, el centro y el corazón de vuestra ciudad.

Al despedirme de vosotros, queridos amigos, os pido que transmitáis a vuestras familias mi saludo y la seguridad de que seguiré teniendo presente a Loreto en mi oración. Recordaré a cada uno de sus habitantes y, en particular, a los que sufren y atraviesan dificultades materiales y espirituales. De modo especial recordaré a los enfermos del Hospital, a los que no me ha sido posible visitar, y a los que envío mi afectuoso saludo. Para todos y cada uno invoco una vez más la asistencia maternal de María y, renovándoos la manifestación de mi gratitud, os bendigo a todos con afecto.



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