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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
AL NUEVO EMBAJADOR DE TURQUÍA ANTE LA SANTA SEDE*


Jueves 7 de enero de 2010

 

Señor embajador:

Me alegra darle la bienvenida al Vaticano y aceptar las cartas que lo acreditan como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Turquía ante la Santa Sede. Le agradezco sus amables palabras y el saludo que me ha traído de su presidente, su excelencia Abdullah Gül. Le ruego que le transmita mis mejores deseos y le asegure mis oraciones constantes por el bienestar y la prosperidad de todos los ciudadanos de su país.

Como usted, excelencia, ha observado, nos estamos acercando rápidamente al quincuagésimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Turquía y la Santa Sede, fruto del pontificado de mi predecesor el Papa Juan XXIII, que fue delegado apostólico en Estambul y cuyo afecto por el pueblo turco es bien conocido. En los últimos cincuenta años se ha logrado mucho en las áreas de interés común que usted ha indicado, y estoy seguro de que estas relaciones cordiales se harán más profundas y fuertes como resultado de la colaboración constante en las numerosas e importantes cuestiones que actualmente se plantean en los asuntos multilaterales.

Recuerdo con gran placer mi visita a su país en 2006, cuando pude saludar al pueblo turco y a los miembros de su Gobierno. Aprovecho esta oportunidad para reiterar mi agradecimiento por la cálida acogida que recibí. Uno de los momentos más destacados de esa visita fue mi encuentro con el Patriarca Bartolomé I en El Fanar. En la República laica de Turquía, de población predominantemente musulmana, las comunidades cristianas se sienten orgullosas de desempeñar su función, conscientes de su antigua herencia y de la significativa contribución que han dado a la civilización, no sólo de su país, sino también de toda Europa. Durante las recientes celebraciones del bimilenario del nacimiento de Pablo de Tarso, esa herencia cristiana se convirtió en un centro de particular atención en todo el mundo, y quiero expresar el aprecio de los cristianos de todo el mundo por los pasos que se han dado para facilitar las peregrinaciones y las celebraciones litúrgicas en los lugares relacionados con el gran Apóstol.

Mi visita a Turquía también me brindó la grata oportunidad de saludar a los miembros de la comunidad musulmana. De hecho, fue mi primera visita como Papa a un país de mayoría islámica. Me alegró poder expresar mi estima a los musulmanes y reiterar el compromiso de la Iglesia católica de proseguir el diálogo interreligioso con un espíritu de respeto mutuo y amistad, dando testimonio común de la fe firme en Dios que caracteriza a cristianos y musulmanes, y tratando de conocernos mejor mutuamente para fortalecer los lazos de afecto entre nosotros (cf. Discurso en el encuentro con el presidente de la Dirección de asuntos religiosos, Ankara, 28 de noviembre de 2006). Pido fervientemente a Dios que este proceso lleve a una mayor confianza entre individuos, comunidades y pueblos, especialmente en las zonas de conflicto de Oriente Medio.

Los católicos en Turquía aprecian la libertad de culto que está garantizada por la Constitución, y les complace poder contribuir al bienestar de sus conciudadanos, especialmente a través de la participación en actividades caritativas y en la asistencia sanitaria. Se sienten orgullosos de la asistencia que los hospitales La Paix y Saint Georges de Estambul proporcionan a los pobres. Para que esos loables esfuerzos puedan florecer, estoy seguro de que el Gobierno continuará haciendo todo lo posible a fin de garantizar que reciban todo el apoyo necesario. Además, la Iglesia católica en Turquía espera el reconocimiento jurídico civil, que le permitiría disfrutar de plena libertad religiosa y dar una contribución aún mayor a la sociedad.

Como Estado democrático laico, atravesado por la frontera entre Europa y Asia, Turquía está bien situada para actuar como puente entre el islam y Occidente, y para dar una importante contribución a los esfuerzos por llevar paz y estabilidad a Oriente Medio. La Santa Sede aprecia las numerosas iniciativas que Turquía ha emprendido ya en este sentido, y está dispuesta a apoyar los esfuerzos adicionales para acabar con los largos conflictos de la región. Como la historia ha mostrado a menudo, las disputas territoriales y las rivalidades étnicas sólo pueden resolverse de manera satisfactoria cuando se tienen debidamente en cuenta las aspiraciones legítimas de cada parte, y cuando se reconocen las injusticias del pasado, si es posible reparándolas. Le aseguro, excelencia, que la Santa Sede concede alta prioridad a la búsqueda de soluciones justas y duraderas para todos los conflictos de la región, y está dispuesta a poner sus recursos diplomáticos al servicio de la paz y la reconciliación.

A la vez que le expreso mis mejores deseos de éxito en su misión, quiero asegurarle que los distintos dicasterios de la Curia romana estarán siempre encantados de proporcionarle ayuda y apoyo en el cumplimiento de sus responsabilidades. Sobre usted, excelencia, sobre su familia y sobre todo el pueblo de la República de Turquía, invoco de corazón abundantes bendiciones del Todopoderoso.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n°3, p.5.



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