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DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS MIEMBROS DE LA COMISIÓN MIXTA INTERNACIONAL
PARA EL DIÁLOGO TEOLÓGICO ENTRE LA IGLESIA CATÓLICA
Y LAS IGLESIAS ORTODOXAS


Viernes 28 de enero de 2011

 

Eminencias,
excelencias,
queridos hermanos en Cristo:

Para mí es una gran alegría daros la bienvenida, miembros de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias orientales ortodoxas. A través de vosotros extiendo de buen grado un saludo fraterno a mis venerables hermanos jerarcas de las Iglesias orientales ortodoxas.

Agradezco el trabajo de la Comisión, que comenzó en enero de 2003 como una iniciativa conjunta de las autoridades eclesiales de la familia de las Iglesias orientales ortodoxas y del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos.

Como sabéis, el resultado de la primera fase de este diálogo, de 2003 a 2009, fue el texto común titulado Naturaleza, constitución y misión de la Iglesia. El documento subrayaba aspectos de los principios eclesiológicos fundamentales que compartimos e identificaba cuestiones que requerían una reflexión más profunda en fases sucesivas del diálogo. No podemos menos de estar agradecidos por el hecho de que, después de casi quince siglos de separación, seguimos de acuerdo sobre la naturaleza sacramental de la Iglesia, sobre la sucesión apostólica en el servicio sacerdotal y sobre la apremiante necesidad de testimoniar en el mundo el Evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

En la segunda fase la Comisión ha reflexionado desde una perspectiva histórica sobre las modalidades según las cuales las Iglesias han expresado su comunión a lo largo de los siglos. Durante el encuentro de esta semana habéis profundizado vuestro estudio de la comunión y la comunicación que existían entre las Iglesias hasta mediados del siglo V de la historia cristiana, así como sobre el papel que desempeñó el monaquismo en la vida de la Iglesia primitiva.

Debemos confiar en que vuestra reflexión teológica lleve a nuestras Iglesias no sólo a comprenderse mutuamente de modo más profundo, sino también a continuar con firmeza nuestro camino de forma decisiva hacia la plena comunión a la que nos llama la voluntad de Cristo. Por esta intención hemos elevado nuestra plegaria común durante la Semana de oración por la unidad de los cristianos que acabamos de concluir.

Muchos de vosotros procedéis de regiones donde los fieles y las comunidades cristianas deben afrontar pruebas y dificultades que son para nosotros causa de profunda preocupación. Es preciso que todos los cristianos cooperen en la aceptación y la confianza mutua a fin de servir la causa de la paz y de la justicia. Que la intercesión y el ejemplo de los numerosos mártires y santos que han dado valiente testimonio de Cristo en todas nuestras Iglesias os sostengan y fortalezcan a vosotros y a vuestras comunidades cristianas.

Con sentimientos de afecto fraterno, invoco sobre todos vosotros la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo.



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