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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN CONGRESO DE COMUNICACIONES RELIGIOSAS,
ORGANIZADO POR LA CONFERENCIA EPISCOPAL
DE ESTADOS UNIDOS

 

Queridos hermanos reunidos en Nashville para el congreso de comunicaciones religiosas:

Recuerdo con gozo la bienvenida cordial que recibí de los ciudadanos de Estados Unidos durante mi visita de octubre pasado. Siento necesidad de manifestar de nuevo mi gratitud a todas las personas de los mass-media por cuanto hicieron en aquella ocasión. Trabajaron con mucha generosidad y prestaron un gran servicio a la comunidad mundial.

Personalmente estoy firmemente convencido de que los media tienen poder especial para congregar a la gente alrededor de un acontecimiento o idea. Con la utilización de nuevas tecnologías tales como el satélite, la comunicación entre pueblos que están separados por océanos o continentes, pueden hacerse personal al instante y plenamente. No hay duda de que es un instrumento poderoso que ha de ponerse al servicio de la humanidad. Su poder se ha de utilizar no para limitar sino para ampliar el horizonte de individuos y pueblos que aspiran a realizar su destino humano.

Con el poder viene la responsabilidad. A Norteamérica con sus avances extraordinarios en las comunicaciones, toca gran parte de esta responsabilidad.

Por ello me conforta que periodistas y productores católicos, protestantes, ortodoxos y judíos se hayan puesto a confrontar los problemas cruciales de "Ética y Comunicación" a principios de esta nueva década. Con la aplicación de principios religiosos a la solución de estas cuestiones, podéis influir mucho para bien de las mentes y corazones de los hombres de la próxima generación. Pues la prosecución de la verdad —de la verdad plena de la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios y llamada a un destino trascendente— acelera el triunfo del amor y la paz. La proclamación de esta verdad defiende la dignidad humana contra las fuerzas que quisieran reducir el ser humano a mero consumidor de bienes materiales o a pieza manipulada por intereses nacionales o ideologías que dividen.

También me ha confortado vuestro deseo de oír la voz de quienes están más allá de vuestros confines. Y no mi voz sólo, sino la de muchas naciones, particularmente las del Tercer Mundo.

Esta escucha no solamente enriquecerá a Norteamérica sino que capacitará a otras naciones para ocupar el puesto que les corresponde en el foro mundial de ideas y para tomar parte importante en el uso de las ondas. La tecnología de las comunicaciones hace cada vez más pequeño el mundo. Cuando se emplea bien, puede mejorar el mundo, puede hacer de él un lugar donde todos vivan juntos en paz como hermanos y hermanas bajo la Paternidad de Dios.

Mientras proseguís las deliberaciones, permitidme repetiros lo que dije a los periodistas de las Naciones Unidas: "Sed fieles a la verdad y a su transmisión, porque la verdad perdura; la verdad no desaparecerá; la verdad ni pasara ni cambiará. Y yo os digo... que el servicio a la verdad, el servicio a la humanidad mediante la verdad, es una de las cosas más valiosas de vuestros mejores años, de vuestros sutiles talentos y de vuestra esforzada entrega. Como transmisores de la verdad, sois instrumento de la comprensión entre la gente y de la paz entre las naciones.

Que Dios bendiga vuestra labor, por la verdad con el fruto de la paz".

El Vaticano, 16 de mayo de 1980.



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