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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON OCASIÓN DE LA CLAUSURA
DEL X CONGRESO EUCARÍSTICO NACIONAL DE BRASIL
[FORTALEZA 9-13 DE JULIO DE 1980]

 

Mi querido hermano
cardenal Aloísio Lorscheider,
arzobispo de Fortaleza;
amados hermanos cardenales, arzobispos y obispos de Brasil,
hermanos sacerdotes,
religiosos y religiosas de las muchas congregaciones e institutos,
queridos peregrinos participantes en el X Congreso Eucarístico Nacional en Fortaleza:

Una vez más deseo encontrarme en medio de vosotros, en el momento en que se clausura este Congreso, que tuve la dicha de abrir el día 9 de julio próximo pasado y que constituyó el objetivo final de mi peregrinación a través de los espacios inmensos de vuestra patria, a través de Brasil, el país-continente.

Al detenerme en los diversos lugares, en los centros especialmente importantes para la vida de la nación y de la Iglesia, yo me hacía a mí mismo y hacía a los presentes congregados en torno a mí, así como a cuantos me acompañaban, la misma pregunta que fue elegida como mote y lema de vuestro Congreso Eucarístico en Fortaleza: "¿dónde vas?"

Con esa pregunta en el corazón, vosotros os acercasteis y fuisteis junto a Cristo, el cual dejó esta tierra habiendo ido junto al Padre, pero al mismo tiempo, quedó en este mundo, en medio de nosotros, en la Santísima Eucaristía, en el sacramento del amor. Y quedó no sólo como un testimonio de la historia del hombre, de los pueblos y de las naciones, sino como el Amigo más fiel, con una fidelidad a toda prueba, como Aquel que nos acompaña a lo largo de todos nuestros caminos, especialmente a lo largo de los caminos difíciles y de mayor responsabilidad.

Estoy convencido, pues, de que a esta pregunta —"¿dónde vas?"—, pregunta muy importante para las generaciones contemporáneas de vuestro país, para las multitudes de brasileños, en especial de los que se encuentran en condiciones de vida más difíciles, veo que la Iglesia de Brasil trata de dar la respuesta a los pies de la Eucaristía. Y espero que haya encontrado esa respuesta; y espero también que continuará encontrándola constantemente, prestando oídos a la Palabra del Señor, entrando en su corazón y bebiendo en ese amor, que es más fuerte que todos los males, y perseverando en la fraternidad y en la paz que solamente El, Jesucristo, puede dar al hombre y al mundo.

Con el pensamiento en ese gran acontecimiento, que ha sido el X Congreso Eucarístico Nacional en Fortaleza, me uno nuevamente a todos vosotros, queridos hermanos y hermanas, y una vez más abrazo con el corazón y con mis oraciones a todo Brasil. Y quiero realizar para con todos vosotros ese servicio que me fue confiado por el Señor, bendiciéndoos en el espíritu de verdad y de amor:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Amén!



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