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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
PARA LA V JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

«Yo soy la vid; vosotros los sarmientos» (Jn 15,5)

 

Queridísimos jóvenes:

Os invito a descubrir la Iglesia

1. De nuevo estoy con vosotros para anunciaros la próxima Jornada Mundial de la Juventud. Mientras os escribo estas palabras todavía tengo en la memoria el recuerdo de la anterior, que culminó con el inolvidable encuentro de Santiago de Compostela, en España, a donde fui en peregrinación con muchos de vosotros. Ciertamente ha sido un acontecimiento eclesial muy importante, un excepcional testimonio de fe protagonizado por miles de jóvenes provenientes de todos los continentes un momento intenso de evangelización. En Santiago, una vez más la Iglesia ha mostrado al mundo su rostro joven, lleno de alegría, de esperanza y de entusiasmo en la fe. El acontecimiento de Santiago ha sido un gran don para toda la Iglesia –me atrevería a decir que para toda la sociedad– del que siempre daré gracias al Señor.

El tema de la última Jornada, como recordaréis, estaba centrado en Cristo. Este año propongo reflexionar sobre el tema de la Iglesia. No se trata de una elección casual. Entre Cristo y su Iglesia existe un vínculo orgánico muy estrecho y profundo. Cristo vive en la Iglesia, la Iglesia es el misterio de Cristo que vive y actúa entre nosotros. Así lo expresa San Pablo: «Cristo entre vosotros, la esperanza de la gloria» (Col 1,27), «Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte» (1Cor 12,27).

Con ocasión de esta V Jornada Mundial de la juventud, deseo invitaros a todos a un redescubrimiento de la Iglesia y de vuestra misión en ella, como jóvenes.

La Iglesia de Cristo es una realidad atractiva y maravillosa. Es antigua, porque tiene casi dos mil años, pero al mismo tiempo, gracias al Espíritu Santo que la anima, es eternamente joven. La Iglesia es joven porque su mensaje de salvación es siempre actual. Es por esto que existe un diálogo muy importante entre la Iglesia y los jóvenes: «La Iglesia tiene tantas cosas que decir a los jóvenes, los jóvenes tienen tantas cosas que decir a la Iglesia. Este reciproco dialogo, –que se ha de llevar a cabo con gran cordialidad, claridad y valentía–... será fuente de riqueza y de juventud para la Iglesia...», he escrito en la Exhortación Apostólica Christifideles laici (n.46). Quisiera que la V Jornada contribuyese a acrecentar este diálogo a todos los niveles de la vida eclesial y en la existencia de cada uno de vosotros.

Sois sarmientos vivos en la Iglesia

2. En la Biblia, entre las numerosas imágenes que expresan el misterio de la Iglesia, encentramos la imagen de la viña (cfr. Jer 2,21; Is 5,1-7). La Iglesia es la viña plantada por el Señor, una viña que goza de su especial amor.

En el Evangelio de Juan, Cristo nos explica el fundamento de la vida de esta viña cuando dice: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos» (Jn 15,5). Exactamente son éstas las palabras que he elegido como tema de la próxima Jornada Mundial de la Juventud. Por eso os digo: ¡Jóvenes, sois sarmientos vivos en la Iglesia, sois sarmientos cargados de frutos!

Ser sarmientos vivos en la Iglesia-viña significa, principalmente, estar en comunión vital con Cristo-vid. Los sarmientos no son autosuficientes, dependen totalmente de la vid. En ella se encuentra la fuente de su vida. Del mismo modo, en el Bautismo, cada uno de nosotros ha sido injertado en Cristo y ha recibido gratuitamente el don de la vida nueva. Para ser sarmientos vivos tenéis que vivir esta realidad de vuestro Bautismo, profundizando cada día más vuestra comunión con el Señor mediante la escucha y obediencia de su Palabra, participando en la Eucaristía y en el sacramento de la Reconciliación y en el diálogo personal con Él en la oración. Jesús dice: «El que permanece en mí como yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).

Ser sarmientos vivos en la Iglesia-viña también significa asumir un compromiso en la comunidad eclesial y en la sociedad. Nos lo explica con mucha claridad el Concilio Vaticano II: «Así como en el conjunto de un cuerpo vivo no hay miembros que se comportan de forma meramente pasiva, sino que todos participan en la actividad vital del cuerpo, de igual manera en el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, "todo el cuerpo crece según la operación propia de cada uno de sus miembros" (Ef 4,16)» (Apostolicam actuositatem, 2). Todos, según nuestras vocaciones particulares, participamos de la misión de Cristo y de su Iglesia. La comunión eclesial es una comunión misionera.

La Iglesia necesita muchos trabajadores. En esta V Jornada Mundial el mismo Cristo se dirige a vosotros, jóvenes, y os invita: «Id también vosotros a mi viña» (Mt 20,4).

La Iglesia es una comunión orgánica, en la que cada uno tiene su propio puesto y su propia tarea. También lo tenéis vosotros, jóvenes. Y es un puesto muy importante. La Iglesia, que en el umbral del año dos mil se siente llamada por el Señor a hacer cada vez más intenso el esfuerzo evangelizador, necesita especialmente de vosotros, de vuestro dinamismo, de vuestra autenticidad, de vuestro apasionado deseo de crecer, de la frescura de vuestra fe. Poned al servicio de la Iglesia vuestros jóvenes talentos sin reservas, con la generosidad propia de vuestra edad. Ocupad vuestro puesto en la Iglesia, que no es sólo el de ser destinatarios de la solicitud pastoral, sino el de ser protagonistas activos de su misión (cfr. Christifideles laici, 46). ¡La Iglesia es vuestra, es más, vosotros mismos sois la Iglesia!

Por su parte, la Iglesia tiene mucho que ofreceros, jóvenes. Hoy presenciamos un fenómeno muy significativo. Después de un período de rechazo y alejamiento de la Iglesia, ahora muchos jóvenes la están descubriendo como guía segura y fiel, como lugar indispensable para la comunión con Dios y con los hermanos, como ámbito de crecimiento espiritual y de compromiso. Es un signo muy elocuente. Muchos de vosotros ya no se contentan con pertenecer a la Iglesia de un modo meramente formal. Buscan algo más.

Un lugar privilegiado de descubrimiento de la Iglesia y del compromiso eclesial son las asociaciones, los movimientos y las distintas comunidades eclesiales juveniles. No en vano hablamos hoy de una «nueva época asociativa» en la Iglesia (cfr. Christifideles laici, 29). Ésta es una gran riqueza y un don precioso del Espíritu Santo que acogemos con gratitud.

«Id también vosotros a mi viña» (Mt 20,4). La Iglesia-viña también necesita trabajadores especiales, que la sirvan de forma específica, con radicalidad evangélica, consagrándole toda la vida. Se trata de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y también de las vocaciones de los laicos consagrados en el mundo. Estoy seguro de que muchos de vosotros, meditando el misterio de la Iglesia, sentirán en lo más profundo del alma la llamada de Cristo: «Ven tú también a mi viña...». Si oís esta voz dirigida personalmente a vosotros, no dudéis en responder «sí» al Señor. No tengáis miedo, porque servir a Cristo y a su Iglesia con radicalidad es una vocación maravillosa y un gran don. Cristo os ayudará.

Es éste, a grandes líneas, el tema sustancial de la próxima Jornada Mundial, jornada de redescubrimiento de la Iglesia.

Participar de la misión de la Iglesia

3. La Jornada Mundial de la Juventud 1999 se celebrará el Domingo de Ramos en cada una de vuestra diócesis.

Tenéis que descubrir la Iglesia diocesana. La Iglesia no es una realidad abstracta y desencarnada; al contrario, es una realidad muy concreta: una Iglesia diocesana reunida alrededor del Obispo, sucesor de los Apóstoles. También tenéis que redescubrir la Iglesia parroquial, su vida, necesidades, las numerosas comunidades que existen y colaboran en ella. A esta Iglesia llevaréis la alegría y el impulso que encontráis en los grandes encuentros mundiales, come el de Santiago, y en las reuniones de los movimientos y asociaciones de los que formáis parte. Vosotros, jóvenes, tenéis que ser sarmientos vivos de esta Iglesia concreta, es decir, tenéis que participar de su misión con plena conciencia y responsabilidad. Acoged esta Iglesia con toda su riqueza espiritual, acogedla en la persona de vuestro Obispo, de los Sacerdotes, de los Religiosos y de los hermanos en la fe; acogedla con fe y con amor de hijos.

Como veis, la Jornada Mundial no es sólo una fiesta, también es un compromiso espiritual serio. Para que produzca frutos es necesario un camino de preparación bajo la dirección de vuestros Pastores en las diócesis, en las parroquias, asociaciones, movimientos y en las comunidades eclesiales juveniles. Tratad de conocer mejor la Iglesia, su naturaleza, su historia –ya de dos mil años– y su presente. Tratad de descubrir vuestro lugar en la Iglesia y vuestra misión como jóvenes.

En este camino espiritual os podrá ayudar mi Exhortación Apostólica Christifideles laici (1988), que precisamente he dedicado a la meditación de la vocación y misión de los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo. Invito a vuestros pastores a que os ayuden a profundizar mejor el mensaje.

Confío el proceso de preparación espiritual y la celebración de la próxima Jornada Mundial de la Juventud 1990 a la intercesión particular de María. Que Ella, a quien veneramos como Madre de la Iglesia, sea Maestra y Guía en este renovado compromiso eclesial.

A todos os envío con afecto mi Bendición.

Vaticano, 26 de noviembre de 1989, solemnidad de N.S. Jesucristo Rey del Universo.

IOANNES PAULUS PP. II



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