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PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A POLONIA

DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
EN LA IGLESIA DE WADOWICE


Jueves 7 de junio de 1979

 

Queridísimos habitantes de Wadowice: Llego hoy con gran emoción a la ciudad en que nací, a la parroquia en que fui bautizado y acogido para formar parte de la comunidad eclesial, al ambiente al que estuve vinculado durante 18 años de mi vida: desde el nacimiento hasta el examen de madurez.

Deseo daros las gracias por vuestros saludos y, al mismo tiempo, saludar cordialmente y dar la bienvenida a todos. Desde los tiempos en que vivía en Wadowice han transcurrido ya muchos años y el ambiente actual ha sufrido diversos cambios. Saludo, pues, a los nuevos habitantes de Wadowice, pero lo hago pensando en los de antes: en esa generación que vivió el período entre la primera y la segunda guerra mundial, que vivió entonces aquí su juventud. Vuelvo con el pensamiento y el corazón a la escuela elemental —aquí en el Rynek (Plaza del Mercado)— y al instituto de Wadowice, llamado "Marcin Wadowita", que frecuentaba. Vuelvo con el pensamiento y el corazón a mis coetáneos, compañeros y compañeras de escuela, a nuestros padres, maestros y profesores. Algunos de mis coetáneos están aquí todavía, y los saludo con particular cordialidad. Otros se han esparcido por toda Polonia y por el mundo, pero se enterarán de este encuentro nuestro.

Sabemos lo importante que son los primeros años de vida, de la infancia, de la adolescencia, para el desarrollo de la personalidad humana, del carácter. Precisamente estos años me unen indisolublemente a Wadowice, a la ciudad y a sus alrededores. Al río Skawa, a las cadenas de los Beskidy. Por esto he deseado tanto venir aquí, para dar gracias a Dios con vosotros por todo el bien que aquí he recibido. Mi oración se dirige hacia tantos difuntos, comenzando por mis padres, por mi hermano y mi hermana, cuyo recuerdo para mí está ligado a esta ciudad.

Humanamente deseo expresar los sentimientos de mi profunda gratitud al reverendísimo mons. Edward Zacher, que fue mi profesor de religión en el instituto de Wadowice, y que después tuvo el sermón en mi primera Misa, durante las primeras celebraciones como obispo, como arzobispo y cardenal, aquí, en la iglesia de Wadowice, y finalmente también ha hablado hoy con ocasión de esta nueva etapa de mi vida, que no se puede explicar sino con la inconmensurable misericordia divina y con la extraordinaria protección de la Madre de Dios.

Cuando dirijo mi pensamiento atrás a mirar el largo camino de mi vida, considero cómo el ambiente, la parroquia, mi familia, me han llevado a la fuente bautismal de la iglesia de Wadowice, donde el 20 de junio de 1920, me fue concedida la gracia de convertirme en hijo de Dios, junto con la fe en mi Redentor. Ya besé una vez solemnemente esta fuente bautismal. el año del milenio de Polonia, cuando era arzobispo de Kraków. Hoy deseo besarla una vez más como Papa, Sucesor de San Pedro.

Deseo además fijar mi mirada en el rostro de la Madre del Perpetuo Socorro en su imagen de Wadowice

Y os pido a todos que ante la imagen de esta Madre me rodeéis con la oración incesante.



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