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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS CAPITULARES DE LA CONGREGACIÓN
DE LOS SACERDOTES DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
(DEHONIANOS)


Viernes 22 de junio de 1979

 

Hermanos carísimos:

1. Quiero manifestaros mi más sincera alegría por este encuentro de hoy, y ante todo por la peculiar circunstancia que interesa a toda vuestra congregación: desde hace un mes, aproximadamente, celebráis el capítulo general, en el que habéis elegido el nuevo consejo general, así como el nuevo superior general (p. Antonio Panteghini), al que expreso mi más cordial y afectuosa felicitación. Además, ayudados por la oración de todos vuestros hermanos, esparcidos por todo el mundo, y animados por vuestro específico carisma, habéis meditado acerca de la vida de vuestra congregación, que desde hace un siglo contribuye con su espiritualidad e iniciativas apostólicas a la vida de todo el Pueblo de Dios.

Pero este encuentro vuestro con el Papa adquiere hoy un nuevo y especial significado, porque se desarrolla en la solemnidad litúrgica del Sacratísimo Corazón de Jesús, de que vuestro instituto ha tomado el nombre y la inspiración. Toda la Iglesia celebra hoy el amor divino y humano del Verbo Encarnado y el amor que el Padre y el Espíritu Santo tienen al hombre. Es ésta la fiesta del amor infinito de Dios, Uno y Trino, del que Jesús, con su costado abierto sobre la cruz (cf. Jn 19, 31-37), es la revelación suprema y definitiva.

2. Sois —y debéis serlo siempre— "Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús". Así lo quiso vuestro fundador, el siervo de Dios Léon Jean Dehón, que instituyó una congregación dedicada por entero al amor y a la reparación del Sagrado Corazón. Vuestro fundador, que vivió —como es sabido— de 1843 a 1925, en un período histórico de diversos y amplios cambios espirituales, culturales, políticos y sociales, supo ser un sacerdote de profunda e intensa vida interior y, al mismo tiempo, un apóstol incansable de la acción social, según las directrices de las grandes Encíclicas de mi predecesor León XIII.

"El espíritu de la congregación —escribía el p. Dehón a sus hijos en una de sus cartas circulares— es un amor ardiente hacia el Sagrado Corazón, una fiel imitación de sus virtudes, principalmente de la humildad, del celo, de la dulzura, del espíritu de inmolación; y es también un celo incansable por encontrarle amigos y reparadores, que le consuelen con el propio amor". Son éstas, palabras que sintetizan admirablemente todo el programa de vuestro instituto y mantienen intacta su fuerte raigambre y su perfecta actualidad.

Sea, por tanto, Jesucristo el centro de vuestra vida, de vuestros ideales, de vuestros intereses, de vuestros objetivos. Con la palabra, con la predicación, con los escritos, con los medios de comunicación social, difundid "la anchura, longitud, altura y profundidad" del amor de Cristo "que sobrepasa todo conocimiento" (cf. Ef 3, 18 y ss.); pero, especialmente, predicadlo y difundidlo con el ejemplo de vuestra vida sacerdotal y religiosa, animada por la fe, por la visión sobrenatural de la realidad y corroborada por la fidelidad, absoluta y llena de celo, a los consejos evangélicos de la pobreza, castidad y obediencia, que os configuran con Cristo. Reproducid en vuestro corazón —según la expresión feliz del p. Dehón— la "santidad del Corazón de Jesús".

3. De modo especial, en esta feliz circunstancia, quisiera recomendaros también dos aspectos típicos de la espiritualidad de vuestro fundador: el amor fiel a la Sede Apostólica y la devoción filial a la Virgen. Su obediencia a las directrices y a las decisiones de la Santa Sede fue siempre absolutamente incondicional, sin titubeo alguno, sin sutiles y cómodas distinciones, incluso —más aún, especialmente— cuando esas decisiones le costaban lágrimas y sacrificios.

Su devoción a la Virgen Santísima era límpida, serena, profunda. Deseo sinceramente que todos los hijos del p. Dehón sigan estos ejemplos, para dar comienzo al segundo siglo de vida de su congregación, con juvenil y renovado fervor apostólico, para gloria de Dios y edificación de la Iglesia.

Al nuevo superior general, al consejo general, a vosotros, padres capitulares y a todos vuestros hermanos esparcidos por todos los continentes, especialmente en las misiones, mi estímulo y la promesa de mis oraciones para que los sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús sean siempre fieles a su carisma fundacional y repitan siempre con gozo y entusiasmo: Vivat Cor lesu, per Cor Mariae!

Con mi especial bendición apostólica.

 



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