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VIAJE APOSTÓLICO A IRLANDA
(29 DE SEPTIEMBRE - 1 DE OCTUBRE)

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA COMUNIDAD POLACA

Domingo 30 de septiembre de 1979

 

Amados compatriotas:

Me gustaría saludar a todos vosotros, que habéis llegado en su mayor parte de todos los rincones de Irlanda a participar en este encuentro, incluido en el programa de mi visita a Irlanda. El primer año de mi pontificado me obliga por tercera vez a abandonar Roma (en esta ocasión para ir a Irlanda y a los Estados Unidos de América). El especial motivo de mi viaje lo constituye la invitación del Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas, invitación que no podía dejar sin respuesta.

Mi visita a Irlanda, al comienzo de este viaje tan importante, tiene un significado especial. Deseo dar las gracias a todos los aquí presentes por vuestra fraternal solidaridad con el Papa, cuya patria es también la vuestra. Soy consciente de que dais prueba de esta solidaridad con vuestras continuas oraciones y con otros actos espirituales, que me sostienen en todos mis servicios. Necesito mucho esta ayuda en mi alta misión.

Al mismo tiempo quisiera desearos todas las bendiciones de Dios para la vida que lleváis en Irlanda, a la vez que seguís permaneciendo hondamente enraizados en la tierra, la cultura y las tradiciones de Polonia. De Polonia habéis traído vuestra fe, un vínculo de unidad espiritual con el Obispo de Roma y con toda la Iglesia católica. Que esta unidad os ayude no sólo para llevar a cabo vuestra propia salvación y la de quienes os rodean, sino también para mantener este perfil espiritual que define nuestra identidad nacional, nuestra presencia en la historia de Europa y nuestra contribución a la lucha por la paz, la justicia y la libertad.

Vuelvo a repetir aquí el deseo que expresé el 16 de mayo al dirigirme a más de seis mil polacos en el curso de una audiencia especial en Roma:

"En este encuentro excepcional de hoy debemos desearnos —con la ayuda de la gracia de Dios y por intercesión de María, Madre de la Iglesia que es Nuestra Señora de Jasna Góra, Reina de Polonia, con la intercesión de San Estanislao, de San Adalberto y de todos los Santos y Beatos polacos, hasta el Beato Maximiliano Kolbe y la Beata María Teresa Ledochowska— que todos nosotros, dondequiera que estemos, logremos dar testimonio de la madurez de Polonia. logremos hacer más fuerte nuestro derecho de ciudadanos entre todas las naciones de Europa y del mundo, y logremos servir a esta noble finalidad. testimoniar el universalismo cristiano".

Este es mi cordial deseo para con vosotros, y con este espíritu os bendigo, así como a vuestras familias, vuestros Pastores, sacerdotes y a Polonia entera

 



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