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ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE LA ACCIÓN CATÓLICA FEMENINA DE LUXEMBURGO


Lunes 14 de abril de 1980

 

Queridas jóvenes de la Acción Católica Femenina de Luxemburgo:

El Papa siempre se siente feliz de abrir su casa y su corazón a todos, pero especialmente a los jóvenes a los que quisiera ayudar él también a tomar en la mano su vida y su porvenir.

¡Gracias por haber venido a visitarme! Y mis deseos mejores para vuestra estancia en Roma que se ha centrado en gran parte en la profundización de un tema que sin duda os apasiona: "Soñar con un mundo nuevo". ¿Acaso no anidan en el corazón de los jóvenes el ensueño y la atracción de lo nuevo?

Soñad, pues, ahora y siempre con realizar plenamente vuestra vida y la de los demás. Una vida siempre en pos de la verdad, la libertad bien entendida y el don continuo a los otros por encima de todo. Tal concepto de la existencia, vinculada a Cristo que vino a dar vida en abundancia, no puede menos de situaros en el camino de la auténtica realización de vuestras personas y de un estupendo servicio a la humanidad.

¡Y soñáis con un mundo nuevo! Tenéis razón. Esta obsesión por un mundo cada vez más libre de lo que grava los espíritus y los corazones, y de lo que compromete o degrada la vida interna de las naciones o de las relaciones entre ellas, contribuye sin duda alguna a refrescar el dinamismo de una sociedad inclinada, por desgracia, a instalarse, más que a subir a las cumbres. ¡Pero soñad con realismo! Pues sólo la fidelidad al presente os librará de miedos y desilusiones en el futuro. Y esta fidelidad exigente se encarna necesariamente en la búsqueda diaria de un sólida formación humana y, para vosotras jóvenes cristianas, en pertenecer a Jesucristo cada vez con mayor convicción.

Tal fidelidad suscitará movimientos y afanes maravillosos y también dificultades en la relación con los demás, en la orientación escolar, en la inserción profesional, o por el ambiente de permisividad o escepticismo, en medio de tentaciones de toda clase. Pero no dudéis jamás de vuestras posibilidades ni de la fuerza de Jesucristo que acompaña misteriosa y realmente vuestra fidelidad.

Queridas jóvenes: El período litúrgico del tiempo pascual comporta precisamente —para vosotras como para todos los bautizados conscientes de su bautismo— una gracia particular y muy valiosa. La gracia de acrecentar vuestra certeza de que Cristo muerto y resucitado y acogido en la fe, os capacita ahora y donde estáis a vencer los obstáculos que se oponen al advenimiento de un mundo nuevo en vosotras y a vuestro alrededor.

Os bendigo de todo corazón, y también a vuestra querida tierra de Luxemburgo.

 



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