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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL COMITÉ DIRECTIVO DE LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL
DE EXALUMNOS DE LA ENSEÑANZA CATÓLICA


Sábado 6 de diciembre de 1980

 

Señoras, señores:

Me siento muy feliz de poder recibir a los miembros del nuevo comité director de la Organización mundial de las antiguas y antiguos alumnos de la enseñanza católica. Al daros la bienvenida esta mañana, deseo animaros a que sigáis adelante en la consecución de los objetivos que han motivado la fundación de vuestra Organización.

Esta Organización, todavía relativamente joven, ha nacido de la consciente estima de los valores recibidos, "en la primavera de la vida", en las instituciones católicas. Existe en ello, con razón, un reconocimiento del valor del sistema educativo que os ha formado y de sus principios fundamentales. La enseñanza católica, en efectos trata siempre de unir el acceso al saber, la formación moral y la iniciación religiosa. Para los que han sabido aprovecharla, esta educación cristiana es la fuente de un compromiso, pues no es un patrimonio inerte, sino una concepción dinámica de la existencia. Es precisamente este tipo de educación la que queréis desarrollar en vosotros mismos y en vuestro medio ambiente, y asegurarla asimismo a la juventud actual.

¿Cómo, pues, no reafirmar una vez más el derecho de las familias católicas a educar a sus hijos en escuelas e instituciones que correspondan a su concepción de la vida?

En el mundo pluralista en que vivimos, tenéis que afirmar y cultivar vuestra identidad cultural religiosa propia, fundada sobre una concepción del hombre y de su relación con la verdad que halla su plenitud en el conocimiento del Verbo de Dios. Sabiduría eterna, que revela el sentido último de la realidad. Aprended a situaros cada vez mejor en esta verdad total que os permitirá, al mismo tiempo, estar abiertos a los diversos valores culturales de nuestro mundo y a trabajar en él de una manera adecuada a lo que sois.

Precisamente habéis tomado la iniciativa de estudiar un cierto número de problemas importantes relacionados, de forma especial, con la educación y la familia. Deseo que, de este modo, contribuyáis a la reflexión y al testimonio de muchos padres y educadores, y que influyáis felizmente en las diversas instancias a las que conciernen estos problemas, tanto en el plano nacional como en el internacional. Se trata de una estimable contribución a la inmensa tarea que se le presenta a la Iglesia en estos ámbitos tan cruciales. Yo os animo de todo corazón.

Que la oración al Señor, Maestro Interior, y a la Virgen, modelo de educadoras, os sostenga en vuestros esfuerzos, así como mi bendición apostólica, que imparto a todos vosotros, a quienes representáis y a todas vuestras familias.

 



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