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SALUDO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UNA DELEGACIÓN DE LA ASAMBLEA NACIONAL DEL LÍBANO


 Jueves 2 de octubre de 1980

 

Señores Diputados:

Me da alegría encontrarme con un grupo tan distinguido de miembros de la Asamblea Nacional Libanesa. Dados los estrechos vínculos existentes entre la Santa Sede y vuestro país, y el interés particular que la Sede Apostólica no cesa de mostrar por la crisis ya desde su comienzo, crisis que sigue alterando la vida de vuestra nación, este encuentro reviste a mis ojos —y a los vuestros, estoy seguro— un alto significado.

1. Antes de nada quisiera subrayar cuán elocuente es para mí el carácter pluralista de vuestro grupo. A pesar de pertenecer a distintas familias espirituales y a partidos diferentes, aparecéis unidos y solidarios en vuestras aspiraciones de servir al país y colaborar en su desarrollo y pacificación. Sería de desear que todas las comunidades religiosas y étnicas —comenzando por sus líderes— que componen el tejido multiforme de la población libanesa, se comportaran del mismo modo. Sería de desear que estuvieran unidas en el esfuerzo, que se impone, para restaurar la imagen del Líbano, imagen desfigurada, por desgracia, y lacerada a causa de sucesos todavía recientes. La unidad del Líbano, dentro del respeto de los derechos de todo ciudadano y asimismo de sus varios componentes religiosos y socio-culturales, es algo que interesa mucho a la Santa Sede, como bien sabéis. Es ésta una característica original de su identidad que podría servir de ejemplo a la región de Oriente Medio y a todo el mundo. En la medida en que los libaneses estén unidos y sean leales a su patria, muchas dificultades —sobre todo las que proceden del exterior y provocan interferencias en el camino hacia un nuevo resurgir— podrían caer.

2. Al haber sido elegidos por el pueblo libanés, pertenecéis al organismo fundamental de toda democracia, expresión a la vez de la voluntad popular, es decir, a la Asamblea Nacional. La constatación de las actividades de esta institución primordial del Estado libanés me inclina a ver en ello un signo confortante de que comienza de nuevo la vida a nivel de instituciones libanesas en general, tan fuertemente sacudidas por la tormenta que estalló en el país en 1975, y que todavía sigue haciendo estragos, desgraciadamente.

Rehuyendo un optimismo ilusorio, quisiera abrigar la esperanza de que la autoridad del Estado siga robusteciéndose más a nivel de sus organismos y en todo el territorio nacional. Cada ciudadano y cada grupo político o social debiera sentirse como provocado por su sentido de responsabilidad a prestar apoyo al restablecimiento y eficiencia de las instituciones legales de la República.

5. Y en fin, permitidme atraer vuestra atención hacia otro tema que vuestra visita me ha sugerido. Estáis aquí en una de las etapas del viaje que realizáis por algunas de las grandes ciudades de Europa, y que os ha dado la posibilidad de participar últimamente en el "Congreso parlamentario mundial" de Berlín. Esta apertura de vuestra Asamblea a actividades internacionales constituye, sin duda alguna, un signo y un símbolo de la tarea a emprender con vistas a la solución de la crisis. En siglos pasados el Líbano ha dado mucho a la Comunidad de las Naciones y al mundo, gracias a su civilización milenaria y al trabajo de sus hijos, sin olvidar a los que la emigración ha dispersado por el mundo; y más recientemente el Líbano ha prestado su contribución al entendimiento y colaboración entre los pueblos, a través de la actividad desplegada por su Gobierno en el seno de Organismos internacionales, por ejemplo en la ONU desde su creación. Por otra parte, es bien sabido que la Comunidad Internacional se ha interesado por el Líbano ayudándole en el plano económico y velando a veces por su seguridad, sobre todo en momentos críticos. Sin embargo, sería el caso de preguntarse si han sido agotadas todas las posibilidades en este terreno y si por encima del marco regional, en el que se ha tratado de resolver la crisis de distintas maneras, no habría llegado el momento de apelar a un compromiso más amplio y eficaz de la Comunidad internacional.

¿Hay necesidad de aseguraros que la Santa Sede continuará interesándose por los destinos del Líbano, con desprendimiento y de acuerdo con las posibilidades concretas que se le presenten? Sabéis bien asimismo que mi predecesor, el Papa Pablo VI, y yo mismo, nos hemos preocupado siempre y hemos hablado varias veces de los otros problemas de vuestra región a los que habéis aludido y, en particular, el del pueblo palestino y la cuestión de Jerusalén. También a estos puntos la Santa Sede seguirá prestando gran atención para contribuir a solucionarlos.

Os ruego transmitáis mi cordial saludo al Sr. Kamel el Assaad, Presidente de vuestra Asamblea, y a todos vuestras compañeros. Os pido igualmente que aseguréis a vuestros conciudadanos que el Papa ora con fervor para que el Líbano viva en paz y experimente un nuevo resurgir espiritual y material.

 



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