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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS DIRIGENTES Y ATLETAS
DEL EQUIPO DE FÚTBOL DE FERRARA

Sábado 4 de abril de 1981

 

Queridos atletas de la Sociedad de fútbol de Ferrara:

1.Vuestra visita de hoy me proporciona una gran alegría: alegría de ver en vosotros, ante todo, a los representantes de la querida diócesis de Ferrara, la cual con su catedral estupenda y con sus puras expresiones renacentistas en el campo de la arquitectura y de la literatura —bastaría recordar al arquitecto Biagio Rossetti y al poeta Ludovico Ariosto— constituye una de las ciudades italianas más ricas de tradiciones culturales y sociales; alegría de recibir a un equipo de fuertes atletas, como sois vosotros, que hacen del deporte una profesión consciente y comprometida no sólo para los felices éxitos de la Asociación de fútbol, que de su misma sigla SPAL (Società Polisportiva Ars et Labor) saca inspiración para una aportación deportiva generosa y apasionada, sino también para ofrecer una sana diversión a los numerosos admiradores que, cada domingo, llenan los graderíos de los estadios.

2. Teniendo que venir a Roma para los compromisos del campeonato, habéis querido anticipar el viaje para poder ver al Papa y escuchar su palabra de exhortación. Gustosamente me dirijo a vosotros, como ya he hecho con otros grupos de atletas que os han precedido, para manifestaros mi aprecio por la calificada actividad lúdica que desarrolláis y para confiaros una consigna precisa. Como es sabido, la Iglesia, que tiene el mandato de promover todo lo que es propio del hombre, al estar toda acción humana sometida a la ley moral, tiene también un mensaje para los deportistas. No cesa de exhortarlos a plantear su vida en una línea de lealtad, de sinceridad, de respeto y de dominio propio, no sólo en los campos de sus competiciones, sino también en los de la convivencia civil. El deporte se convierte así en palestra de adiestramiento no sólo para el juego, sino para la vida. Dice el Concilio a este propósito: "Los hombres se enriquecen... también con ejercicios y manifestaciones deportivas, que ayudan a mantener el equilibrio espiritual, incluso en la comunidad, y a establecer relaciones fraternas entre los hombres de todas las clases, naciones y razas" (Gaudium et spes, 61).

3. El deporte ejercitado con esta visión global tiene un alto valor moral y educativo: es una escuela de virtudes fuertes, un adiestramiento incluso para las conquistas y las victorias del espíritu.

Espero que éste sea también vuestro programa y vuestro compromiso de atletas. Sed fieles a estos valores que os obligan ante toda la comunidad como cristianos, no menos que como deportistas. Sed conscientes de vuestra responsabilidad, rehuyendo de todo compromiso y de todo subterfugio.

Esta es la consigna que os confío y lo que os deseo. Que os asista siempre el Señor en el desarrollo de vuestra profesión prestigiosa, pero también tan comprometida por sus repercusiones sicológicas, sociales y civiles Que afiance estos deseos la bendición apostólica que ahora imparto a todos vosotros, a los dirigentes de la Sociedad SPAL, al consiliario espiritual y a vuestros familiares aquí presentes, como también a los que han quedado en casa.

 



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