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VISITA PASTORAL A SOTTO IL MONTE Y BÉRGAMO

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS JÓVENES

Bérgamo, domingo 26 de abril de 1981

 

1. Estoy contento de dirigir desde aquí mis primeras palabras a la ciudad de Bérgamo, saludando con intenso afecto a todos los presentes, en primer lugar al señor alcalde que, intérprete de los sentimientos cordiales y festivos de toda la población, me ha dirigido palabras de cordial bienvenida.

Pero estoy particularmente contento de tener mi primer encuentro con vosotros, queridísimos jóvenes, que representáis ante mis ojos el presente y el futuro de esta ciudad, tan rica en nobles tradiciones de fe cristiana, de laboriosidad y de ordenada convivencia.

En conexión con Sotto il Monte, os habéis unido hace poco al rezo de la oración "Regina caeli laetare", que nos invita a gozar en este tiempo pascual por la victoria de Cristo Señor sobre la muerte: victoria de la vida, victoria del bien sobre el mal; victoria de la alegría y de la esperanza; victoria vuestra, jóvenes de Bérgamo y de cuantos creen en la salvación pascual. Y de esta certidumbre cristiana de la victoria sobre todo temor de muerte, debe arrancar vuestra marcha hacia un porvenir más justo y humano, un porvenir do libertad para los hijos de Dios.

2. Queridos jóvenes: En el gozo de Cristo resucitado, en la certidumbre de su victoria, que es la de todo hombre que cree en El, estáis llamados a encaminar el discurso de la esperanza invicta, de la madura y lúcida aceptación de la realidad, de la reconciliación y por tanto de la alianza con vosotros mismos, con los adultos y con la sociedad en sus múltiples aspectos.

Tal alianza con la realidad, tal adhesión a ella para mejorarla y cambiarla, harán que se libere de vuestros espíritus una creatividad nueva, fundada sobre el perspicaz análisis de las situaciones, de las fuerzas y de los mecanismos en juego, y finalmente sobre la feliz recuperación del compromiso de liberar, salvar, promover.

Al realizar tal empresa, es necesario tener presente, ante todo, que el nivel más profundo de la alianza con la realidad, su mismo fundamento, está situado en la "Alianza" con Dios, en la reconciliación con El. Si el hombre vuelve a encontrar en Dios la conjunción vital con las raíces de su propio ser, de su propia armonía y de su propia unificación, tiene en sus manos también la clave de la superación de toda forma de temor, y por tanto de la liberación y de la creación nueva: "He aquí que hago nuevas todas las cosas" (Ap 21, 5).

Escuchad "las palabras de esta alianza con el Señor" (Jer 11, 2), pacto de paz, pacto sempiterno (cf. Ez 37, 26), que se celebra ya definitivamente en Cristo Jesús y en la Iglesia, su Cuerpo místico.

3. La Iglesia es el lugar privilegiado de la celebración de la "Alianza" de Dios con los hombres, de los hombres entre sí, de los hombres con el mundo, porque a través de ella, comunidad de creyentes, se prolonga la reconciliación realizada por Cristo: "Dios, por Cristo, nos ha reconciliado consigo... y en El ha reconciliado al mundo consigo mismo" (cf. 2 Cor 5, 18-19).

En la perspectiva de una renovada relación existencial con la Iglesia, debe profundizarse vuestra confianza en el sacerdote, depositario y administrador de los misterios divinos. A él, que en dependencia del obispo ha sido constituido anunciador y garante de la fe, se le confía la tarea —siempre en el respeto de vuestra corresponsabilidad— de guiaros, de orientaros y de ayudaros a descifrar los signos de los tiempos, a la luz de la verdad evangélica. Y a propósito de esto, deseo subrayar, confortar y solicitar, en sintonía con la arraigada tradición de Bérgamo, la importancia de vuestros Oratorios, como lugares de encuentros juveniles y de formación, que conservan también hoy en día toda su importancia pedagógica de instituciones complementarias de la familia y de la escuela. En ellos, la oración, la instrucción religiosa, el recreo y la amistad, se funden juntos para hacer del joven un cristiano fuerte y consciente, un ciudadano sólido y leal (cf. lnsegnamenti di Paolo VI, VI, página 934).

4. Y puesto que también vosotros, jóvenes de Bérgamo y de la laboriosa y próspera Lombardía, vais en busca —como la juventud de todas las latitudes— de modelos válidos y atrayentes, no puedo dejar de indicar a vuestra atención la figura de la Sierva de Dios Piera Morosini, nacida en tierras de Bérgamo, quien ofreció el ejemplo luminoso de un alegre espíritu de servicio y de una coherencia cristiana, llevada hasta la última consecuencia: el martirio; como confirmación de la sublime transcendente visión que la inspiraba, sintéticamente encerrada en la frase tan querida por ella: "La virginidad es un profundo silencio de todas las cosas de la tierra".

La castidad es valor nobilísimo, queridos jóvenes, si es ordenada hacia Cristo Señor e introducida en el pleno contexto de la vida cristiana, animada y dirigida por el Espíritu Santo. Me es grato dedicar, en este momento, un saludo a la mamá de Pierina, la señora Sara Giacomina, aquí presente, expresándole reconocimiento por haber contribuido, con su obra educativa materna, a ofrecer a la juventud un modelo tan elocuente.

En la perspectiva de una plenitud de vida cristiana, es necesario que vosotros intensifiquéis vuestra preparación en orden a las tareas de la familia, que debe constituir la base misma de toda solicitud para el bien del hombre, de todo esfuerzo para que nuestro mundo, humano llegue a ser cada vez más huma no. Además deberéis manteneros despiertos en la escucha de toda inspiración superior, si Dios llama a una consagración a los ideales del Reino, para el bien de los hermanos, haciendo vuestra la actitud descrita por el Profeta Isaías: "El Señor, Yavé, me ha abierto los oídos y yo no me resisto, no me echo atrás" (Is 50, 5). Lo que quiero que comprendáis a este respecto es precisamente esto: Dios espera que los jóvenes colaboren con El, mediante una donación total al designio de la salvación; sus planes, en cierto sentido, dependen de vosotros, de la libre ofrenda de vuestra vida, y de la generosidad con la que queráis seguir la inspiración del Espíritu en lo profundo de vuestros corazones. En todo momento de vuestra existencia. Cristo sea para vosotros el camino, la verdad y la vida. Dejad que, por-, medio vuestro, El sea la salvación y la felicidad de muchos hermanos. Como decía el Papa Juan XXIII, "la vejez y la decrepitud predominan allí donde los ideales no inflaman el corazón, y no tienen aplicada la voluntad. Tened cada uno vuestro sueño para convertirlo en maravillosa realidad" (Discorsi, Messaggi e Colloqui del Santo Padre Giovanni XXIII, II, pág. 351).

5. Es urgente, queridos jóvenes, descubrir de nuevo valores tan sublimes, vigorizar y afinar esa tensión moral que los exalta y los hace posibles, para que sean la base de una sociedad que quiere construir un porvenir digno del hombre.

Y puesto que tales valores tienen sus instrumentos de expresión, de defensa y de difusión, entre los cuales sobresale la prensa, deseo manifestar mi aliento a los dirigentes y responsables de vuestro diario "L'Eco di Bérgamo", que ha llegado a sus 100 años de vida. Al mismo tiempo me agrada honrar la memoria de los pioneros de tal clarividente iniciativa: el doctor Nicoló Rezzara y otros laicos emprendedores, que se han distinguido por su fe y por su esfuerzo en el campo social. A su recuerdo se une el del obispo Caetano Camillo Guindani, bajo cuya guía pastoral Bérgamo conoció un espléndido desarrollo de iniciativas de promoción humana.

A nadie se le escapa la importancia que tiene un diario de inspiración cristiana, para favorecer un diálogo constructivo entre los fieles y con otras fuerzas, animadas por sincero amor hacia el bien común, en orden a la maduración de opciones responsables y nobles y, si es necesario, valientemente proféticas, en el cuadro de una opinión pública demasiado a menudo atacada por voces y solicitudes desviantes.

6. Queridos jóvenes: Cristo resucitado nos guía hacia la salvación para hacer de nosotros una humanidad nueva, un mundo plenamente renovado. Fascinados por esta maravillosa vocación, orad a María para que os acompañe, os proteja y os sostenga en el esfuerzo para transformar el mundo con el amor, como nos ha enseñado con la palabra y con el ejemplo el Papa Juan XXIII, con el fin de que la ciudad terrena progrese en la justicia, en la fraternidad y en la paz.

 



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