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VIAJE APOSTÓLICO A EXTREMO ORIENTE

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS COMISIONES ORGANIZADORAS DEL VIAJE PONTIFICIO


Nunciatura de Manila
Sábado 21 de febrero de 1981

 

Queridos amigos:

1. Es causa de alegría para mí el poder encontrarme con los miembros de las comisiones de trabajo, que han colaborado en la preparación y coordinación de mi visita pastoral a Filipinas. Con todos y cada uno de vosotros tengo una deuda de gratitud.

Desde el comienzo de mi pontificado, he deseado ardientemente venir a vuestro país en visita pastoral, con motivo de la beatificación de Lorenzo Ruiz. Y ahora, gracias a Dios, veo realizado mi deseo. Pero, si no hubiera sido por vuestros diligentes esfuerzos y vuestra generosa colaboración, si no hubiera sido por vuestros trabajos preparatorios y vuestra planificación, mi visita no habría tenido tan buenos resultados. Así, pues, de un modo real, habéis participado en la misión que Dios me ha encomendado, pues habéis asistido al Pastor de la Iglesia universal en su función de confirmar a sus hermanos en la fe.

2. Aprecio enormemente toda la ayuda que Su Excelencia el Presidente Marcos y todo el Gobierno filipino me han prestado. Sin esta ayuda mi visita no habría sido posible. Un debido reconocimiento merecen también el Gobernador de Metro Manila, Su Excelencia la Primera Dama, y todas las autoridades locales que han colaborado con generosidad y entusiasmo.

Quiero expresar también mis más sinceros sentimientos de agradecimiento a todos los miembros de los comités gubernativos por su generosa ayuda y su colaboración. Que Dios derrame sobre vosotros y sobre vuestros seres queridos bendiciones de alegría y de paz.

3. A todos los miembros de los comités eclesiales quiero dirigir un saludo cordial de gratitud. Vosotros representáis un sector crucial de toda la Iglesia en esta amada tierra: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos; y soy consciente de que muchas de vuestras contribuciones permanecen ocultas, y que sólo Dios las conoce. Por todos vuestros esfuerzos, sacrificios y oraciones, os estoy profundamente agradecido.

Hago votos para que mi peregrinación de fe sea un impulso y una gracia para cada uno de vosotros en vuestra vida cristiana personal, y que encontréis una fortaleza renovada en las palabras de San Pablo: " Andad de una manera digna de la vocación con que fuisteis llamados" (Ef 4, 1). Que el Padre celestial os fortalezca a vosotros y a vuestras familias en la fe, os haga alegres en la esperanza y os mantenga unidos en el amor, hasta la venida en gloria de nuestro Señor Jesucristo.

 



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