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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN UN CONGRESO SOBRE
«MIGRACIÓN Y CULTURA»


Sábado 9 de mayo de 1981

 

1. Me siento feliz de encontrarme con vosotros, queridos jóvenes, que participáis en el congreso sobre el tema «Migración y cultura», organizado en Roma por la Oficina central para los estudiantes extranjeros en Italia, la cual lleva a cabo la tarea de atender, con diligencia solícita y con actitud cristiana, vuestros problemas personales y de grupo, para ayudaros a hacer eficaz y formativa, bajo todos los puntos de vista, vuestra estancia.

Os acojo con particular afecto, conociendo bien las dificultades, las aspiraciones y los propósitos que anidan en vuestros espíritus. Al mismo tiempo, os manifiesto mi aprecio sincero por el deseo de participar en esta audiencia, sugerido por la conciencia de la solicitud constante de la Iglesia y de la Sede Apostólica a favor del progreso de toda forma de auténtica cultura en vuestros respectivos lugares de origen, es decir, de todo lo que contribuye a la elevación del hombre, a la defensa y al incremento de su dignidad, con la natural consecuencia de hacer más ordenada y serena la vida social.

2. Vosotros habéis emigrado de vuestras amadas tierras natales en busca del saber y de una sólida cultura, respetuosa de las más íntimas exigencias espirituales, para poder preparar adecuadamente a desarrollar tareas de responsabilidad, frecuentemente en cargos directivos

Por tanto, juntamente con la formación científica y técnica, vosotros, estudiantes en la emigración, esperáis encontrar en el país de acogida esos coeficientes constructivos de la verdadera «humanitas», que aseguren al espíritu una unidad de perspectivas, vinculadas a sus más altas aspiraciones. Deseosos de convertiros en sujetos partícipes y responsables de cultura, afirmáis implícitamente con vuestra presencia la justa aspiración de cada hombre, aun cuando proveniente de una nación extranjera, al estudio y por la tanto al saber; y pedís, pues, con actitud serena y confiada, una convergencia de iniciativas de ayuda fraterna, que cooperen, aunque sea indirectamente, mediante vuestra formación, al establecimiento de la justicia y de la paz en vuestros países.

3. En el cuadro así delineado, emergen con clara evidencia también vuestros ineludibles deberes de hoy. Asumid con valentía vuestra parte de responsabilidad en un mundo estudiantil que conoce muchas ansias y anhelos, pero quizá no suficientes compromisos constructivos de laboriosidad perseverante. ¡Fundad vuestro futuro y el de vuestra gentes sobre bases sólidas , experimentadas, generosas y claras!

Hay en el hombre algunas exigencias para su desarrollo integral, que son otros tantos imprescindibles puntos de referencia y de orientación en el camino que se debe recorrer. No deberá esclavizaros, pues, ideología alguna de moda, ni haceros perder el sentido de la justicia, de la verdad, del amor universal, de la solidaridad atenta al bien común de todas las clases sociales, sin la cual sería vano pensar en un progreso duradero.

Los que tienen fe en Cristo saben que su verdad hace libres (cf. Jn 8, 32 ) , y que la escucha dócil y obediente de sus palabras permite al hombre construir sobra roca (cf. Mt 7, 24 ) .

Finalmente, el futuro de la civilización no puede ignorar sus raíces; que podáis descubrir en la historia , en el arte y en el espíritu de la Roma cristiana y de toda Italia los testimonios estimulantes de cuantos han sabido expresar valores y construir obras de auténtica belleza , bondad ,caridad y santidad, sacando inspiración de la fe en Cristo, Redentor del hombre y del mundo. Escuchad estas llamadas eficaces , aprovechaos de estas nobles experiencias en la preparación profesional, cultural y espiritual, para ser verdaderos constructores del futuro de vuestras naciones.

Con estos deseos, invoco sobre todos vosotros y sobre cuantos tienen interés por vuestra formación en Italia, los dones de la asistencia divina , y os imparto de corazón mi cordial bendición apostólica.

 



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