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VIAJE APOSTÓLICO A AMÉRICA CENTRAL

CEREMONIA DE BIENVENIDA A EL SALVADOR

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Aeropuerto de Ilopango- El Salvador
Domingo 6 de marzo de 1983

 

Señor Presidente,
amados hermanos en el Episcopado,
queridos hermanos y hermanas:

Al pisar por vez primera tierra de El Salvador, quiero manifestar ante todo, mi gratitud al Señor Presidente y a las autoridades de la nación, quienes, junto con mis hermanos en el Episcopado, me han dado la feliz oportunidad de visitar este país, que está particularmente presente en mi solicitud eclesial.

¡Gracias a todos por vuestro cariñoso recibimiento! Gracias a los que estáis aquí y también a los que, por motivos diversos, por algún contratiempo o por exigencias profesionales, solamente pueden acompañarnos en espíritu. Llegue a todos mi afectuoso saludo y mi cordial abrazo de paz en el Señor, empezando por el Pastor de esta arquidiócesis, monseñor Arturo Rivera Damas, el Presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor José Eduardo Álvarez, los demás hermanos obispos, sacerdotes, personas consagradas y laicos empeñados en el apostolado.

Desde hace tiempo estaba deseando que llegara este día, para testimoniar con mi presencia algo que ya sabíais de cierto: que el Papa está cerca de vosotros y comparte con dolor vuestros sufrimientos. ¿Cómo podría un padre y hermano en la fe permanecer insensible ante las penas de sus hijos?

El Salvador ha estado constantemente presente en mis oraciones, en mis insistentes llamados a la paz, de palabra y por escrito, buscando a la vez que no desfallezca la fe ni decaiga la esperanza en los ánimos, a causa de una situación, todavía no irreparable, que ha sido sementera de dañosas divisiones y, peor aún, del derramamiento de tanta sangre inocente por todo el suelo nacional.

Hago votos para que las medidas anunciadas en el discurso del Señor Presidente y todos los demás medios adecuados, contribuyan al ordenado y pacífico progreso de la sociedad, fundado en el respeto de los derechos de todos y que en él todos tengan la posibilidad de colaborar en un clima de verdadera democracia a la promoción del bien común.

Ojalá que esta visita que os hago bajo la enseña de la paz, ayude a detener el conflicto y a reunir de nuevo a esta querida familia salvadoreña en un hogar sereno, donde todos os sintáis hermanos de verdad. Que la buena voluntad de todos, y en particular de los hijos de la Iglesia, depuesto todo sentimiento de egoísmo y de odio, se aplique en adelante a promover la justicia, base hacia la esperanza, para lograr una tierra nueva, fecunda en frutos de verdad y de reconciliación cristiana.

Con esta esperanza, bendigo desde este momento a todos los hijos de El Salvador.

 



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