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VIAJE APOSTÓLICO A AMÉRICA CENTRAL

CEREMONIA DE DESPEDIDA DE EL SALVADOR

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Domingo 6 de marzo de 1983

 

Señor Presidente,
hermanos en el Episcopado,
queridos salvadoreños:

Después de haber vivido esta intensa jornada de oración y encuentro con la Iglesia que está en El Salvador, con vosotros, siento tener que dejaros tan pronto.

En estas horas he contemplado el rostro dolorido de este querido pueblo fiel; he podido acercarme a tanto hijos que por diversas razones sufren y lloran. Quiera Dios que se hayan abierto en muchos espíritus esos anhelados brotes de perdón mutuo, de comprensión y de concordia que vuelvan a encender la esperanza cristiana en los corazones.

Mi encuentro con los sacerdotes, la visita a la catedral, la Eucaristía celebrada bajo el cielo de El Salvador, han querido ser una llamada a la reconciliación y al amor que vienen de arriba, del Dios, Padre común de todos. En nombre de Cristo, su Hijo y hermano nuestro, he querido animaros a trabajar juntos, para que su sangre redentora –ella solamente– sea en esta tierra, en esta porción de humanidad suya, el precio pagado por la paz que todos anhelamos. Que su Espíritu divino siga siendo el que dé voz y fuerza a estos anhelos de paz y de fraternidad cristianas.

Una vez más quiero dejar constancia de mi agradecimiento a cuantos me han facilitado esta inolvidable visita: al Señor Presidente, a las autoridades nacionales que han colaborado al feliz desarrollo de la misma. Un agradecimiento particular reservo a los hermanos obispos y a cuantos han trabajado en la preparación y realización espiritual y material de esta visita. Que el Señor les recompense con creces el esfuerzo llevado a cabo.

Y que dé la ansiada paz, por la intercesión de la Reina de la Paz, a esta querida nación, a cuyos hijos bendigo de nuevo con inmenso afecto.

 



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