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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LA SELECCIÓN NACIONAL DE MÉXICO
DE FÚTBOL SOCCER

Viernes 3 de febrero de 1984

 

Amadísimos futbolistas mexicanos:

Me es grato recibir a la Selección Nacional de México de Fútbol Soccer, venida a Roma para tener una competición amistosa con la Selección Italiana. Os saludo cordialmente, queridos jóvenes, así como a vuestros acompañantes, enviando también mi saludo a todos los atletas mexicanos.

Este encuentro con vosotros me ofrece la ocasión de manifestaros mi aprecio por los aspectos sociales y morales, que las competiciones deportivas significan para las relaciones interpersonales y los encuentros internacionales, destinados a promover lazos de amistad y de convivencia pacífica entre pueblos de distinto origen, lengua, cultura y religión. Como bien nos enseña el Concilio Vaticano II: “Los ejercicios y manifestaciones deportivas . . . ayudan a conservar el equilibrio espiritual, incluso de la comunidad, y a establecer relaciones fraternas entre hombres de todas las clases, naciones y razas” (Gaudium et Spes, 61).

Vuestro empeño, tan noble y ennoblecedor, no debe limitarse únicamente al éxito deportivo, sino que debe ser ocasión ineludible para practicar las virtudes humanas y cristianas de solidaridad, lealtad, buen comportamiento y respeto a los demás, a los que hay que ver como competidores y no como meros adversarios o rivales.

Antes de despedirme de vosotros, quiero recordaros la consigna que San Pablo daba a los fieles de Corinto, en Grecia, la patria del deporte: “Glorificad a Dios en vuestro cuerpo” (1 Cor 6, 20). Que de este modo, junto a vuestros éxitos deportivos, pueda manifestarse también vuestra madurez de hombres y de creyentes.

Con estos vivos sentimientos, os renuevo mi estima y afecto, impartiéndoos mi Bendición Apostólica, que hago extensiva a vuestras familias y a la querida y recordada Nación mexicana.



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