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DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
AL EMBAJADOR DE MALAWI ANTE LA SANTA SEDE


Lunes 4 de junio de 1984

 

Señor Embajador:

Me complace dar hoy la bienvenida a vuestra Excelencia al recibir de sus manos las Cartas que le acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Malawi. Le agradezco los cordiales saludos que me ha transmitido de parte de su Excelencia, Ngwazi Dr. H. Kamuzu Banda, y le devuelvo a mi vez sus buenos deseos, asegurándole al mismo tiempo la alta estima en que tengo al querido pueblo de su País.

Aprecio de un modo particular la referencia a la labor de la Iglesia en favor de la paz, la libertad y la justicia para todos los hombres. La Iglesia intenta realizar esa tarea a través de medios diversos, entre los que se sitúan los importantes canales de los contactos diplomáticos de la Santa Sede con los diversos países. En este sentido me complace enormemente confirmar en esta ceremonia el espíritu de colaboración para lograr los objetivos a que se ha referido.

Como ha señalado usted, con demasiada frecuencia vemos que las condiciones necesarias para el progreso humano y las actitudes indispensables para alimentar los potenciales humanos no se hallan universalmente presentes en nuestra sociedad contemporánea. A pesar de la abundancia de bienes y de medios en determinadas partes del mundo, muchos pueblos no tienen ni siquiera los elementos básicos necesarios para la subsistencia. Cada día crece cada vez más la población mundial que sufre escasez de alimentos y de asistencia médica, que carece de hogar, de educación o de una oportunidad de empleo. Esta situación supone tanto para los gobiernos como para los individuos y para la Iglesia un reto que los impulsa a rectificar la desigual distribución de recursos humanos, reestableciendo así entre los hijos de Dios un sentido auténtico de su dignidad humana.

Animado por las amables palabras de su saludo, deseo agradecerle sus observaciones acerca de los esfuerzos que realiza la Iglesia en su País en las distintas áreas de servicios. Tales esfuerzos son consecuencia de la creencia firme en que cada persona en todos los continentes ha sido hecha a imagen de Dios y ha sido redimida por Jesucristo. Por la seguridad de esta fe puedo prometerle todo el interés y, en la medida de lo posible, la generosa asistencia de la Iglesia en Malawi.

Señor Embajador, pido a Dios que su misión diplomática contribuya a reforzar más aún la amistad y la cooperación que han caracterizado las relaciones entre su Nación y la Santa Sede. Pido a Dios omnipotente que bendiga la labor que comienza usted ahora y que le conceda abundantes éxitos en todas las empresas que usted realice.


*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.46, p.23.



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