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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRIMER EMBAJADOR DEL REINO DE NEPAL
ANTE LA SANTA SEDE
*

Lunes 9 de diciembre de 1985

 

Señor Embajador:

Con mucho gusto le doy la bienvenida al Vaticano. Me complace subrayar la especial significación de este momento, en el que con gozo recibo las Cartas que lo acreditan como Primer Embajador Extraordinario y Plenipotenciario del Reino de Nepal ante la Santa Sede.

Estoy muy agradecido por los amables saludos que usted ha expresado en nombre de Su Majestad el Rey Birendra Bir Bikram Shah Deva, y quisiera pedirle amablemente que le transmita a Su Majestad mis buenos deseos y la seguridad de que la Santa Sede anhela profundamente mantener y promover en mayor grado la mutua benevolencia y las relaciones fraternas que existen entre nosotros.

Su país está experimentando un período de desarrollo social y económico y, como usted ha señalado, su pueblo está interesado en particular con mayor plenitud en las ventajas de una calidad de vida mejor. Por sus palabras resulta también manifiesto que sus dirigentes y ciudadanos son conscientes de que este desarrollo debe ponerse siempre al servicio de la entera persona humana. El desarrollo brinda un verdadero progreso cuando responde a las necesidades materiales y, al mismo tiempo, satisface las exigencias de la vida cultural, moral y religiosa de los individuos y de la sociedad. El Nepal se enorgullece justamente de su herencia cultural y espiritual. Realmente su pueblo es conocido y estimado por las cualidades de perseverancia y valor, unidos a un innato sentido de independencia que caracteriza la vida y la historia de su País.

Tomando una parte activa en los asuntos internacionales, su pueblo, amante de la paz, manifiesta su particular sensibilidad hacia la necesidad urgente de una base sólida para la paz y la justicia en las relaciones entre los hombres y entre los Estados. En el contexto de esta búsqueda concreta de la paz, en colaboración con la comunidad mundial, deseo expresarle, Señor Embajador, la estima y el respeto de la Santa Sede por la propuesta adelantada por su Majestad el Rey de declarar el Nepal «Zona de paz».

Siguiendo las enseñanzas y el ejemplo de su Fundador, la Iglesia Católica procura promover un orden recto de valores en los asuntos humanos. Trabajar por la paz es servir la causa de la dignidad humana; es defender los fundamentales derechos de los individuos y los grupos; es actuar de acuerdo con los principios de solidaridad y fraternidad en favor del servicio del bien común. La salvaguarda de estos valores es esencial para el bienestar y la felicidad de todos. La Santa Sede espera que la voz del Nepal se levante en el escenario internacional para apoyar una visión de la Humanidad que respete las profundas aspiraciones del corazón humano a la paz y el bien.

Señor Embajador: Su papel como Representante de su País ante la Santa Sede tiene un carácter específico, que corresponde a la misión religiosa y humanitaria y a los fines que la Santa Sede persigue en sus relaciones con los varios Estados y Organizaciones internacionales. Usted puede contar con la colaboración sincera de los varios departamentos con los cuales estará en contacto. Rezo para que el Dios Omnipotente lo bendiga abundantemente en el servicio a su País, y para que se sienta feliz en la realización de su trabajo.

Oro también por la salud y el bienestar de Su Majestad y de todo el pueblo de Nepal. ¡El Señor esté con vosotros!


*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, 1986 n.9 p.10.

 

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