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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL PRIMER EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE GUINEA
ANTE LA SANTA SEDE
*


Jueves 18 de enero de 1990

 

Señor Embajador:

Con alegría le doy la bienvenida al Vaticano al presentarme usted las Cartas que lo acreditan como primer Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Guinea ante la Santa Sede. Soy sensible al mensaje que me transmite de parte de su Excelencia el General Lasana Conte, Presidente de la República de Guinea. A mi vez le pediré tenga a bien expresarle mis más deferentes deseos y asegurarle mis oraciones por su persona así como por el bienestar de todo el pueblo guineo.

Su calidad de diplomático acreditado ante la Sede Apostólica testifica la preocupación que su País tiene por respetar en las relaciones internacionales, la importancia de los valores espirituales y religiosos: por ello experimento una gran satisfacción y no dudo que su misión, que se inaugura hoy oficialmente, contribuirá a la promoción cada vez mayor del buen entendimiento entre Guinea y la Santa Sede.

Le agradezco las amabilísimas palabras que ha dedicado a la Iglesia Católica y a sus instituciones, por la parte que toma en el desarrollo de su País. Le puedo asegurar, Señor Embajador, que pastores y fieles mantienen el deseo de aportar su cooperación en esta obra de gran alcance, que es la edificación de una nación próspera en la que cada ciudadano pueda llevar una vida conforme a su dignidad como ser humano. Movidos por el dinamismo de su fe cristiana y por el amor a su patria, continuarán, según sus posibilidades, prodigándose, entre otros, en los campos de la educación, la sanidad y la solidaridad social, colaborando con sus compatriotas de otras tradiciones religiosas. Me permitirá usted, Señor Embajador, que por su medio salude cordialmente a todos los católicos de Guinea.

Su País ha emprendido esfuerzos decididos y prometedores, con vistas a alcanzar una mejor calidad de vida. Deseo vivamente que se vean coronados por el éxito. Ojalá que la República de Guinea, en cooperación con las naciones de la región, se convierta dentro del Continente Africano en un país de progreso económico armonioso e innovador, gracias a la potenciación de sus recursos y a la creatividad de sus ciudadanos. Ojalá, junto con África, anime en el seno de la comunidad internacional una visión de la vida más espiritual, en la que se reconozcan mejor los lazos de los seres y de la misma naturaleza con su Creador.

Al comenzar su misión, permítame, Señor Embajador, que le presente mis mejores deseos para el feliz cumplimiento de su misión. Cuente con que aquí encontrará la atenta acogida que pueda necesitar.

Sobre Su Excelencia, sobre el Señor Presidente de la República, el Gobierno y el pueblo de Guinea, invoco con agrado la abundancia de las bendiciones divinas.


*L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n.11, p.6. 



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