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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS FIELES MEXICANOS ANTES DE SU VIAJE


Sábado 5 de mayo de 1990

 

Amadísimos hermanos y hermanas de México:

1. Dentro de unos días, con el favor de la Divina Providencia, tomaré nuevamente el cayado de peregrino para ir a visitar a los hijos de la noble Nación mexicana, que a los pocos meses de mi elección como Pastor de toda la Iglesia tanto cariño me mostraron durante mi primer viaje apostólico, cuyo recuerdo perdura vivo en mi mente y en mi corazón.

Doy fervientes gracias a Dios porque me ofrece por segunda vez la posibilidad de encontrarme con los Pastores y fieles de un pueblo tan querido. Desde Roma deseo enviar a todos, por medio de la radio y la televisión, un entrañable y afectuoso saludo con palabras del apóstol san Pablo. “Que la gracia y la paz sea con vosotros de parte de Dios Padre y de Nuestro Señor Jesucristo” (Ga 1, 3).

He aceptado gustoso la invitación que en su día me hicieron las Autoridades de vuestro país y los amados hermanos en el Episcopado. Mi presencia entre vosotros me permitirá celebrar gozosamente nuestra fe católica en los encuentros de Ciudad de México, Veracruz, Aguascalientes, San Juan de los Lagos, Durango, Chihuahua, Monterrey, Tuxtla Gutiérrez, Villahermosa y Zacatecas.

2. Hubiera deseado que el itinerario de mi viaje apostólico incluyera otras ciudades y lugares del extenso territorio nacional. Sin embargo, aunque no haya sido posible acoger cumplidamente todas las invitaciones, mi visita se extiende a todos los mexicanos, sin distinción de origen ni posición social.

A los amadísimos hijos y comunidades eclesiales de aquellos lugares y poblaciones adonde no podré llegar físicamente, les quiero agradecer de corazón sus amables invitaciones. Desde cualquier punto donde me encuentre durante las jornadas que pasaré en México, mi palabra se dirigirá a todos: desde Tijuana y el Río Bravo hasta la península de Yucatán.

Este viaje, al igual que todos los que he realizado, tendrá un carácter eminentemente religioso, como corresponde a la misión de la Iglesia y al ministerio confiado por Cristo a Pedro y a sus Sucesores: predicar la Buena Nueva (cf. Mc 16, 15), confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22, 32).

Conozco bien la dedicación y el entusiasmo con que, bajo la guía de vuestros Pastores, os estáis prodigando en la preparación de las ya próximas jornadas para que la visita del Papa produzca frutos abundantes que ayuden a renovar vuestra vida cristiana, impulse la nueva evangelización e infunda aliento y esperanza en todos, particularmente en los más pobres y necesitados. Os expreso por ello mi aprecio y gratitud a la vez que os animo a intensificar vuestras oraciones para que las jornadas de comunión en la fe y en el amor que juntos vamos a compartir, se reflejen en un decidido esfuerzo por difundir y vivir más profundamente el mensaje de Cristo, Salvador del hombre, Redentor del mundo.

3. Deseo manifestar también mi admiración y gratitud a tantos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos por la espléndida labor que están desarrollando por hacer vida el lema: “ Peregrino de amor y de esperanza ”.

Asimismo quiero expresar mi reconocimiento a las Autoridades mexicanas por su valiosa colaboración en orden a facilitar el buen desarrollo de todas las actividades y encuentros programados.

Queridos hermanos y hermanas de México: Encomiendo a vuestras oraciones las intenciones pastorales de mi viaje apostólico, a ellas se unen también las de tantos hijos e hijas de la Iglesia en América Latina y en todo el mundo. A nuestra Madre y Señora, la Virgen de Guadalupe, a cuyos pies tendré el gozo de postrarme de nuevo en su santuario, elevo mi ferviente plegaria para que interceda ante su divino Hijo y derrame copiosas gracias sobre la amada Nación mexicana.

A todos os bendigo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.



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