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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL NUEVO CARDENAL NICOLÁS DE JESÚS LÓPEZ RODRÍGUEZ
ARZOBISPO DE SANTO DOMINGO

Martes 2 de julio de 1991

Señor Cardenal:

Es motivo de particular alegría recibir a Vuestra Eminencia, acompañado de su anciana y amadísima madre, y de sus cuatro hermanos y ocho hermanas; rodeado también del afecto de otros Obispos, sacerdotes y fieles de la República Dominicana. Vuestra presencia, numerosa y distinguida, manifiesta por sí sola la estima que sentís por este prestigioso Pastor de la Iglesia en Santo Domingo, que ha sido llamado a formar parte del Colegio Cardenalicio.

No necesito recordar en estos momentos las cualidades y virtudes que adornan al cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez. Baste recordar su extraordinaria sensibilidad eclesial que le ha llevado a ser siempre solícito, bondadoso y servicial, en medio del pueblo fiel, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren. Por esto, espero —así se lo pido al Señor— que las iniciativas y desvelos pastorales del nuevo Cardenal hallen siempre pronta acogida en vuestro corazón, como orientación segura para la vida cotidiana.

A Usted, señor Cardenal, —además de su ministerio pastoral en la arquidiócesis de Santo Domingo— le ha sido encomendada recientemente la Presidencia del CELAM, organismo en el que ha ocupado anteriormente diversos cargos de responsabilidad. Pero de modo especial le tocará dar acogida a la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en el V Centenario de la Evangelización del querido Continente de la esperanza.

Al implorar la constante asistencia divina para su ministerio pastoral, le encomiendo bajo la protección de Nuestra Señora de la Altagracia, mientras de corazón imparto a Usted, así como a todos los presentes, una especial Bendición Apostólica.



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