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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL NUEVO CARDENAL JUAN JESÚS POSADAS OCAMPO,
ARZOBISPO DE GUADALAJARA, MÉXICO

Jueves 4 de julio de 1991

 

Señor Cardenal:

Me es grato recibir a Vuestra Eminencia, rodeado del afecto de algunos hermanos en el Episcopado, así como de sacerdotes, familiares y amigos aquí presentes.

Estoy seguro de que el pueblo fiel de México vive con particular alegría estos momentos al ver que uno de sus ilustres hijos, el Arzobispo de Guadalajara, ha sido llamado a formar parte del Colegio Cardenalicio.

Deseo aprovechar esta circunstancia para testimoniar ante todos vosotros mi aprecio por la persona del nuevo purpurado. Entre sus muchas cualidades —dones todos ellos recibidos de Dios Padre— cabría destacar el celo pastoral que anima a su persona y la generosa entrega de la que ha dado pruebas en su constante, diligente y fructuoso servicio a la Iglesia en México; primero como sacerdote, luego como Obispo en las diócesis de Tijuana y Cuernavaca, y actualmente en Guadalajara.

Mis oraciones seguirán acompañándole, señor Cardenal, para que los fieles de su comunidad eclesial, unidos a este Sede Apostólica por un mismo vínculo de fe, amor y solidaridad, sean verdaderos testigos de Cristo y hallen, gracias a su guía pastoral, aliento en las actividades, consuelo en la tribulación, ánimo y esperanza en las dificultades.

Con estos deseos, y también como signo de la estima y aprecio que siento por Usted y por quienes le acompañan, así como por la querida Iglesia de México, a la que encomiendo bajo la especial protección de Nuestra Señora de Guadalupe, imparto mi Bendición Apostólica.



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