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VIAJE APOSTÓLICO A JAMAICA, MÉXICO Y DENVER

VIII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

FIESTA DE ACOGIDA DE LOS JÓVENES EN EL «MILE HIGH STADIUM»

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Denver, jueves 12 de agosto de 1993

 

Queridos jóvenes, peregrinos por el sendero de la vida:

Queridos jóvenes, os saludo en nombre de Jesucristo. Él es el camino, la verdad y la vida.

1. El Espíritu de Dios nos ha conducido a esta octava Jornada mundial de la juventud. Durante ocho ocasiones sucesivas los jóvenes de todo el mundo han escuchado el llamamiento de la Iglesia y se han movilizado para estar juntos —para estar junto a sus obispos y al Papa, compañeros de viaje por el sendero de la vida— en busca de Cristo. Jesucristo es la vida verdadera que da esperanza y sentido a nuestra existencia humana, abre nuestra mente y nuestro corazón a la bondad y a la belleza del mundo que nos circunda, a la solidaridad y a la amistad con los seres humanos, hermanos nuestros, a la comunión íntima con Dios, en un amor que supera todos los límites de tiempo y espacio, hasta llegar a la felicidad eterna e indestructible.

Esta Jornada mundial de la juventud nos ha conducido a Denver, un lugar estupendo en el centro de los Estados Unidos de América.

Como sabéis, estamos en Denver, Colorado. Y sabéis también que a mi lado está el arzobispo de Denver, que es nuestro anfitrión. Juntamente con él, os saludo a cada uno de vosotros: «Una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas» (Ap 7, 9). Saludo a vuestros obispos, a vuestros sacerdotes, a vuestros guías espirituales y a vuestras familias. Os doy las gracias por estar aquí. Doy las gracias a todos: a mons. Stafford, arzobispo de Denver, y a sus colaboradores; a mons. Keeler, presidente de la Conferencia episcopal y a todos los obispos; a la Comisión episcopal para la organización de esta Jornada mundial de la juventud; al cardenal Pironio y al Consejo pontificio para los laicos; a las autoridades civiles; al pueblo de Denver y de Colorado, que amablemente nos hospedan; y a los voluntarios que se están esforzando para que todo salga bien. A todos os agradezco vuestra gentileza, vuestra hospitalidad y vuestra buena voluntad.

La mayor parte de vosotros sois miembros de la Iglesia católica; pero algunos pertenecen a otras Iglesias y comunidades cristianas. Saludo a cada uno con sincera amistad. A pesar de las divisiones entre los cristianos, todos los que han sido «justificados en el bautismo por la fe, están incorporados a Cristo [...] como hermanos en el Señor» (Unitatis redintegratio, 3). Todo encuentro entre los jóvenes católicos y otros jóvenes cristianos debe ser una ocasión para descubrir juntos aún más plenamente las riquezas del mensaje evangélico de la vida y del amor.

Saludo a todos los que habéis venido desde cada rincón de los Estados Unidos, de cada diócesis de este vasto país. Entre vosotros hay un grupo que deseo mencionar con estima particular: los pueblos nativos americanos. Gracias porque traéis a la Jornada mundial de la juventud la riqueza y el color de vuestra herencia peculiar. ¡Que Cristo sea verdaderamente el camino, la verdad y la vida de vuestros pueblos!

La mayoría de vosotros proceden de los Estados Unidos. Muchos provienen de otros dos países de América del Norte: de Canadá, y un gran número de México.

Algunos de vosotros vienen del Caribe: Bahamas, Cuba, Haití, Islas Vírgenes, Puerto Rico y República Dominicana.

Otros vienen de América Central, especialmente de Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá.

Otros vienen de todos los países de América del Sur: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.

Muchos vienen de los países de África: Angola, Argelia, Benin, Burundi, Cabo Verde, Camerún, Egipto, Etiopía, Gambia, Ghana, Kenya, Madagascar, Malawi, Mali, Mauricio, Mozambique, Nigeria, Ruanda, Senegal, Sierra Leona, Suazilandia, Sudáfrica, Sudán, Tanzania, Uganda, Zaire, Zambia y Zimbabue.

De los países de Asia: Bangladesh, Corea, China, Filipinas, Hong Kong, India, Indonesia, Japón, Kazajstán, Macao, Malasia, Myanmar, Pakistán, Singapur, Tailandia, Taiwán y Vietnam.

Hay también jóvenes procedentes de Oceanía y de las islas del Pacífico: Australia, Guam, Islas Salomón, Nueva Zelanda y Samoa Occidental.

Y del Oriente Medio: Israel, Jordania y Líbano.

Y de Europa: Albania, Alemania, Austria, Bélgica, Bielorrusia, Bohemia (República Checa), Bosnia-Herzegovina, Bulgaria, Croacia, Dinamarca, Eslovenia, Escocia, España, Finlandia, Francia, Gales, Grecia, Holanda, Hungría, Inglaterra, Irlanda, Italia, Liechtenstein, Lituania, Luxemburgo, Malta, Noruega, Polonia, Portugal, República Eslovaca, Rumania, Rusia, Serbia-Montenegro, Suecia, Suiza y Ucrania.

Que Jesucristo, el Señor de la historia y la luz de las naciones, conceda la paz a cada uno de vosotros, del Este y del Oeste, del Norte y del Sur, y a todos los pueblos que representáis. Dios bendiga a los jóvenes de la Jornada mundial de la juventud.

Junto con los jóvenes, quiero saludar a mis hermanos obispos y sacerdotes que acompañan a los diversos grupos de los diferentes países, y que también se sienten jóvenes y vienen aquí con los jóvenes para rejuvenecerse, para sentirse jóvenes, y esto se refiere también al Papa.

2. En este momento, deseo saludar a algunos de los grupos presentes.

(español)
Con todo mi afecto saludo a los numerosos jóvenes de lengua española aquí presentes, procedentes de tantas ciudades de esta nación, así como de la mayor parte de los países de América Latina y de España. Que esta Jornada, vinculada en la cercanía a la celebración del V Centenario de la llegada del Evangelio al nuevo mundo, sea una ocasión propicia para estrechar los lazos de fraternidad y esperanza entre los jóvenes de las Américas y en todos los continentes, y para reavivar la conciencia de vuestra misión como creyentes: dar testimonio con valentía de la vida nueva que Cristo nos ha dado para la salvación del mundo.

(francés)
Jóvenes de lengua francesa, espero que esta peregrinación realizada en la fe os afiance en vuestra decisión de ser, de manera cada vez más ardiente, apóstoles del mundo de los jóvenes. Saludo a cuantos de vosotros vienen de Francia y Canadá, así como de otras naciones francófonas. Dirijo una palabra de aliento particularmente a los jóvenes originarios de Haití y oro por la paz y el desarrollo armonioso de su país.

(italiano)
A los jóvenes venidos de Italia: gracias por haber respondido en tan gran número a la invitación de venir a Denver. Sé que os habéis preparado espiritualmente de manera muy seria para esta peregrinación, y espero que podáis recoger frutos abundantes para vuestra vida y testimonio cristiano.

(alemán)
Os saludo de corazón a todos vosotros, queridos jóvenes de lengua alemana, que habéis venido para dar testimonio de vuestra fe en Jesucristo, que nos da la vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). Que estos días de oración y reflexión, de encuentro y compañía dichosa con los jóvenes de todo el mundo, os reafirmen en vuestro servicio a la Iglesia y al mundo.

(portugués)
Queridos amigos de Portugal, Brasil, Angola, Mozambique y Santo Tomé y Príncipe, Jesucristo es la esperanza del mundo. Ojalá que, durante estos días en Denver, descubráis cada vez más profundamente su amistad e intimidad.

(polaco)
Saludo cordialmente a los jóvenes venidos desde Polonia con sus pastores y a los jóvenes de origen polaco que viven en Norteamérica y en otros países.

Después de la inolvidable experiencia del encuentro mundial de la juventud celebrado en el santuario de Jasna Góra en Czestochowa en 1991, donde la juventud polaca acogió a los demás jóvenes, volvemos a encontrarnos hoy en Denver, en los Estados Unidos. Es la etapa sucesiva de la peregrinación de los jóvenes que siguen el itinerario de la nueva evangelización.

Jóvenes compatriotas, que el testimonio de la fe de miles de muchachos y muchachas venidos aquí desde todo el mundo os ayude a volver a descubrir que Cristo es la fuente de la vida. Él, crucificado y resucitado, es el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14, 8). Es el camino que conduce a la plenitud de la vida.

(ruso)
Jóvenes de lengua rusa, estad siempre abiertos a la luz de Cristo, a fin de convertiros en sus testigos fieles.

(lituano)
Jóvenes de Lituania: espero con impaciencia el momento de visitar vuestra patria en septiembre. ¡Que la vida y la luz de Cristo iluminen vuestros corazones y os den valentía!

(croata)
Queridos jóvenes de Croacia, todos los que nos hallamos aquí reunidos para la Jornada mundial de la Juventud estamos cerca de vosotros en la situación tan difícil de conflicto que está causando tanto sufrimiento en los Balcanes. Que Dios inspire a los líderes de la región y a la comunidad internacional para lograr una paz rápida y duradera, evitando así más víctimas y destrucciones.

(árabe)
Que la paz de Cristo esté con todos los jóvenes presentes de lengua árabe.

(tagalo)
Saludo cordialmente a todos los jóvenes de Filipinas y de origen filipino. Que Cristo sea siempre la luz de vuestra vida y os fortalezca en los desafíos que debéis afrontar como testigos para los demás jóvenes.

(suahili)
Que Dios os bendiga a todos con la fe, la esperanza y el amor.

(coreano)
Sed dignos herederos de san Andrés Kim y de sus compañeros mártires. Ellos amaron a Cristo hasta el fin. También vosotros sed sus discípulos fieles.

(vietnamita)
Jóvenes vietnamitas, sed fuertes y valerosos en vuestra vida cristiana.

3. Hemos venido a Denver como peregrinos. Estamos continuando el viaje realizado por millones de jóvenes en las Jornadas mundiales precedentes: en Roma, Buenos Aires, Santiago de Compostela y Czestochowa.

Peregrinos en camino hacia una meta. En nuestro caso no buscamos venerar un lugar o un santuario. Nuestra peregrinación se dirige a una ciudad moderna, a una meta simbólica: la metrópoli es el lugar que determina el estilo de vida y la historia de una gran parte de la familia humana al final del siglo XX. Esta moderna ciudad de Denver está situada en el espléndido telón de fondo de las Montañas Rocosas, como queriendo poner la obra del hombre en relación con la obra del Creador. Por tanto, estamos buscando el reflejo de Dios no sólo en la belleza de la naturaleza, sino también en las conquistas de la humanidad y en cada persona. En esta peregrinación guían nuestros pasos las siguientes palabras de Jesucristo: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10).

Mi objetivo en este primer encuentro con vosotros es invitaros a entrar en lo más íntimo de vuestro corazón y vivir los próximos días como un encuentro real con Jesucristo.

Naturalmente, estamos aquí para escucharnos unos a otros: yo a vosotros y vosotros al Papa. Pero, sobre todo, estamos en Denver para escuchar la única palabra auténtica de vida: la Palabra eterna que en el principio estaba con Dios; por medio de la cual todas las cosas fueron creadas y sin la cual no se hizo nada de cuanto existe (cf. Jn 1, 2-3).

Jóvenes de América y del mundo, ¡escuchad lo que os dice Cristo, el Redentor! «A todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre» (Jn 1, 11-12). La Jornada mundial de la juventud os desafía a ser plenamente conscientes de lo que sois: hijos e hijas muy queridos de Dios.

4. Vuestra peregrinación por la ciudad de Denver os llevará a meditar sobre la promesa de vida en abundancia de Cristo, en las diferentes etapas a lo largo del camino.

En la iglesia de Santa Isabel la cruz del Año Santo os recordará dónde buscar la vida verdadera que Jesús da. Jesús dice: «El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí» (Mt 10, 38). Os dice eso no porque no os ame suficientemente, sino porque os está conduciendo al descubrimiento de la vida y el amor auténticos. La vida que Jesús da sólo puede experimentarse mediante el amor que es entrega de sí, y ese amor implica siempre alguna forma de sacrificio: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muerte, queda él solo; pero si muerte, da mucho fruto» (Jn 12, 24). Eso es lo que la cruz nos enseña.

En la iglesia del Espíritu Santo vuestra peregrinación os conducirá hacia Cristo presente en la sagrada Eucaristía. Orando ante el Santísimo Sacramento expuesto, podéis abrirle vuestro corazón, pero sobre todo debéis escuchar lo que él quiere deciros a cada uno de vosotros. Las palabras preferidas de Cristo a los jóvenes son las siguientes: «No temáis» (Mt 10, 31) y «ven, y sígueme» (Mt 19, 21). ¿Quién sabe lo que os pedirá el Señor a vosotros, jóvenes de América, jóvenes hijos e hijas de Europa, de África, de Asia y de Oceanía?

En la catedral de la Inmaculada Concepción vuestra peregrinación os conducirá ante el icono de Nuestra Señora del Nuevo Adviento. María, la Madre del Redentor, fue la primera y la mejor discípula de su Hijo. Ella estará presente en cada etapa de nuestra peregrinación. Es la mejor guía que podemos tener, porque nos conduce hacia Cristo diciéndonos: «Haced lo que él os diga» (Jn. 2, 5).

5. Mañana, viernes, será un día dedicado a la solidaridad y a la penitencia. Como gesto de amor hacia nuestros hermanos y hermanas menos afortunados se nos pedirá a todos que hagamos un sacrificio en la comida de mañana y donemos lo que hemos ahorrado al hospital de San José de Kitovu, en Uganda, donde muchos enfermos de sida son atendidos con gran amor y solicitud. Esa región ha sido drásticamente afectada por esta terrible enfermedad y como consecuencia de ello miles de niños han quedado huérfanos. Nuestro gesto es un pequeño signo de nuestro amor, una invitación a la sociedad a no abandonar a cuantos sufren, sobre todo cuando ese sufrimiento, que Jesús carga sobre sí (cf. Mt 25, 36), sólo puede ser aliviado con la presencia asidua, personal y amorosa de los demás.

¡Jesús os ha llamado a Denver a cada uno de vosotros con una finalidad! Debéis vivir estos días de manera que, cuando llegue el momento de regresar a casa, cada uno tenga una idea más clara de lo que Cristo espera de vosotros. Cada uno debe tener la valentía de ir a difundir la buena nueva entre la gente del último tramo del siglo XX, en particular entre los jóvenes de vuestra edad, que guiarán la Iglesia y la sociedad en el siglo próximo.

Y a ustedes, jóvenes latinoamericanos, ¿qué les pide Cristo? Busca colaboradores en la nueva evangelización. Busca misioneros y misioneras de su Palabra en todos los pueblos de este continente de la esperanza. Busca constructores de una sociedad nueva, más justa, más fraterna, más acogedora hacia los pequeños y necesitados. Cristo necesita a cada uno y a cada una de ustedes.

6. Señor Jesucristo,
manda tu Espíritu Santo
a estos jóvenes
que han venido a encontrarte
en el centro de la moderna metrópoli,
sobre todo durante las catequesis de estos días.

Permanece con nosotros
durante el gran encuentro
de los peregrinos por el camino de la vida,
cuando, en la vigilia de la solemnidad
de la Asunción de María al cielo
y en la misa de ese día,
los jóvenes de Estados Unidos,
de América y del mundo,
proclamen y celebren su fe en ti,
el único que tienes palabras que revelan
la profundidad del misterio de la vida verdadera
.

Oh María,
Nuestra Señora del nuevo Adviento,
que guardabas todas estas cosas
meditándolas en tu corazón (cf. Lc 2, 19),
enseña a estos jóvenes a ser buenos
oyentes de tu Hijo, la Palabra de vida.

Ruega por ellos a fin de que
no se interponga ningún obstáculo
en el camino de su descubrimiento
de la vida nueva que tu Hijo ha traído al mundo.

Virgen Hija de Sión,
guía cada paso de nuestro peregrinar
a lo largo del sendero que conduce a la vida.

Jóvenes de la octava Jornada mundial de la juventud, responded al desafío que Denver os presenta:

Seguid la cruz «peregrina»; id en busca de Dios, porque podéis encontrarlo también en el corazón de una ciudad moderna; reconocedlo en tantos jóvenes llenos de esperanza y de ideales nobles; percibid el soplo del Espíritu Santo en medio de tantas razas y culturas diferentes, todos unidos al reconocer a Cristo cono camino, verdad y vida de todo ser humano (cf. Ángelus, 4 de abril de 1993).

Queridos jóvenes amigos, en nombre de Jesucristo 1os saludo a todos juntos e individualmente; a todos los diversos grupos lingüísticos, y a todos juntos. Vosotros sois aquí la Iglesia universal, y pido a Jesús que esté con vosotros y bendiga a todos los jóvenes de esta Jornada mundial, a cada uno de vosotros y a todos juntos. Mi discurso ha sido largo, demasiado largo, pero ya termino. Vivo con gozo la espera de nuestro próximo encuentro. ¡Hasta la vista!



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