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VIAJE APOSTÓLICO A ESPAÑA

CEREMONIA DE DESPEDIDA

DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

Aeropuerto internacional Madrid-Barajas
Jueves 17 de junio de 1993

 

Majestades,
queridos hermanos en el episcopado,
excelentísimas autoridades,
amadísimos hermanos y hermanas:

1. Llega a su fin un nuevo viaje apostólico que, en el nombre del Señor, he tenido el gozo de realizar, cumpliendo el ferviente deseo de asociarme a la celebración del XLV Congreso Eucarístico Internacional en Sevilla, así como de visitar la diócesis de Huelva y la comunidad católica de esta capital.

En estos momentos de despedida, mi pensamiento hecho plegaria se dirige a Dios, rico en misericordia, que me ha concedido la gracia de compartir estas jornadas de intensa comunión en la fe y en la caridad, durante las cuales he tenido ocasión de sentir muy viva la presencia y cercanía de los amadísimos hijos e hijas de España, que con su fe puesta en Dios miran el futuro con gran esperanza.

2. A lo largo de los diversos encuentros, en Sevilla, Huelva y Madrid, he querido llevar a cabo el mandato recibido de Jesucristo de confirmar en la fe a mis hermanos (cf Lc 22, 32). Han sido cinco días de gracia, que quedarán impresos en mi recuerdo y que me han hecho apreciar aún más los genuinos valores humanos y cristianos del alma noble de España.

En las celebraciones que he tenido la dicha de presidir, he querido proclamar la esperanza que viene de Dios y alentar a todos a consolidar la fe recibida. Una nación como ésta, que con razón puede enorgullecerse de haber engendrado en la fe a tantos pueblos que hoy gozosamente se profesan hijos de la Iglesia, no ha de permitir que se diluya la riqueza espiritual que ha impulsado los mejores esfuerzos de su historia, dejando una huella imborrable en la cultura. Por eso, con todo el amor que nutro por vosotros y movido por mi solicitud de Pastor de la Iglesia universal, os digo: ¡Reavivad vuestras raíces cristianas! ¡Sed fieles a la fe católica que ha iluminado el camino de vuestra historia! No dejéis de testimoniar vuestra condición de creyentes, actuando con coherencia en el ejercicio de vuestras responsabilidades familiares, profesionales y sociales.

3. Antes de terminar, deseo expresar mi más vivo agradecimiento a Su Majestad el Rey, a las Autoridades de la Nación y de las Comunidades Autónomas visitadas, por la colaboración prestada para el buen desarrollo de mi visita pastoral. Especial gratitud debo manifestar a mis Hermanos Obispos, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, así como a tantos laicos que, con no poco esfuerzo y sacrificio, han contribuido eficaz e ilusionadamente a la preparación y realización de las diversas celebraciones. Una palabra de gratitud, igualmente, a los informadores de prensa, radio y televisión, por el relieve dado a los diversos encuentros que se han llevado a cabo durante mi estancia en este amado país.

Aunque mi presencia física se ha limitado a Sevilla, Huelva y Madrid, mi espíritu ha estado siempre muy cercano a todos y cada uno de los españoles: familias, ancianos, jóvenes y niños, campesinos y obreros, intelectuales y dirigentes, pobres y enfermos. A todos llevo en mi corazón y les encomiendo en mis plegarias.

En estos momentos, mi oración se dirige a Dios para que os asista en vuestra firme voluntad de afrontar los problemas que os aquejan con ánimo sereno y positivo, con el deseo de encontrar soluciones por el camino de la fraternidad, el diálogo y el respeto mutuo. Os aliento a un renovado empeño en la vivencia de vuestra fe y a hacer de los valores cristianos y éticos, que han configurado vuestro ser como Nación, un factor de cohesión social, de solidaridad y de progreso.

¡Que Dios bendiga a España!

¡Que Dios bendiga a todos los hijos e hijas de esta noble Nación!

¡Alabado sea Jesucristo! 



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