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ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE INDUSTRIALES ITALIANOS

Sala Clementina, viernes 30 de mayo de 1997

 

Amables señoras y señores:

Os doy mi cordial bienvenida a todos vosotros, que habéis participado en el 35° Curso de perfeccionamiento en las funciones directivas empresariales. Me alegra acogeros junto con vuestros profesores y familiares. Agradezco las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre el doctor Michele Tedeschi, presidente del Instituto para la reconstrucción industrial, a quien se debe esta meritoria iniciativa de cooperación internacional.

Procedéis de veintisiete países de África, América Latina, Asia y Europa, países en vías de desarrollo y —como se suele decir— en transición hacia una economía de mercado. Precisamente este término «transición » es muy significativo: el curso que habéis frecuentado se pone, precisamente, al servicio de esa transición, para que sea positiva, equilibrada y gradual, no traumática ni unilateral.

Ya he expresado varias veces, en el pasado, mi aprecio y aliento a este tipo de proyectos, en los que el aspecto de formación cultural y humana se une al más específico, del ámbito empresarial, favoreciendo la confrontación sobre los temas económicos y sociales, estudiados a la luz de las actuales tendencias de interdependencia global.

La cooperación internacional, en diversos niveles y ámbitos de la economía, se presenta en realidad como el camino real del auténtico desarrollo y, en consecuencia, de la construcción de relaciones de justicia y de paz entre los pueblos. Como sabéis, se trata de un camino que la doctrina social de la Iglesia comparte plenamente, porque pone en práctica el principio de la solidaridad y, al mismo tiempo, el de la subsidiariedad.

Por tanto, estoy seguro de que también este curso ha sido provechoso para cada uno de vosotros, y espero que sus frutos sean mayores en el futuro, para los compromisos que os esperan en vuestros países de origen y para el estilo de cooperación que, sin duda, sabréis mantener e incrementar.

Al mismo tiempo que os manifiesto mi agradecimiento por vuestra grata visita, formulo mis mejores deseos de paz y prosperidad para los pueblos a los que pertenecéis, e invoco la bendición de Dios para cada uno de vosotros y para vuestras familias.



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