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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA
INTERNACIONAL DE LA FAMILIA TRINITARIA


Castelgandolfo, jueves 26 de agosto de 1999

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra encontrarme con vosotros en una circunstancia tan significativa como ésta: celebráis este año el VIII centenario de la fundación de la orden de la Santísima Trinidad y el IV de su reforma. Por eso, la familia trinitaria, que hunde sus raíces en el proyecto de su fundador, san Juan de Mata, y vive de su carisma, oportunamente ha pensado en reunirse en «asamblea general» para reflexionar juntos en los problemas comunes y en sus posibles soluciones, en el umbral del nuevo milenio. Saludo al ministro general de la orden, y le agradezco las gentiles palabras que me ha dirigido.

Saludo, asimismo, a los responsables y las responsables de los diversos institutos que forman parte de la familia trinitaria, así como a los religiosos, las religiosas y los laicos que han acudido de todas partes del mundo para participar en esta asamblea, la cual constituye un momento particularmente propicio para intensificar el camino de fidelidad al don del Espíritu recibido del fundador e insertarse más vitalmente en la•renovación querida por el concilio Vaticano II, a fin de poder responder a las exigencias y desafíos del mundo actual.

2. En el decurso de ocho siglos, a través de múltiples acontecimientos históricos, la familia trinitaria, animada y vivificada por el carisma originario centrado en la glorificación de la Trinidad y en la dedicación a la redención del hombre, se ha desarrollado y propagado en la Iglesia y en el mundo mediante el florecimiento de varios institutos y diversas asociaciones laicales. Cada uno de esos organismos se reconoce en el nombre de la Trinidad, a la que están consagrados de modo especial, y en san Juan de Mata, a quien veneran como padre común. Todos participan en el mismo carisma de glorificación de la Trinidad y de compromiso por la redención del hombre, dedicándose a obras de caridad y a la liberación en favor de los pobres y de los esclavos de nuestro tiempo.

Hoy la familia trinitaria no sólo está compuesta por religiosos, sino también por religiosas tanto de vida contemplativa como activa. Estas últimas se articulan en diferentes congregaciones: están las religiosas trinitarias de Valence, Roma, Valencia, Madrid, Mallorca y Sevilla. Asimismo, está el instituto secular de las Oblatas Trinitarias y la orden secular trinitaria, además de varias cofradías y numerosas asociaciones laicales trinitarias, que testimonian en el mundo la dimensión secular del espíritu trinitario.

A todos renuevo la exhortación a vivir con generosa fidelidad el carisma originario, que conserva una extraordinaria actualidad en el mundo de hoy. El hombre contemporáneo necesita escuchar el anuncio de la salvación en nombre de la santísima Trinidad y ser librado de cadenas que, aunque sean menos evidentes, no por eso son menos peligrosas que las del pasado. Por tanto, la familia trinitaria hará bien en escuchar las súplicas que elevan las víctimas de las modernas formas de esclavitud, para encontrar caminos concretos de respuesta a sus apremiantes expectativas.

Os sostienen en vuestra reflexión y en vuestro compromiso los numerosos hermanos y hermanas que os han precedido y os han dejado ejemplos luminosos de virtud y santidad en la vivencia del mismo carisma: religiosos, religiosas y laicos cuyos nombres, a menudo teñidos de sangre, están inscritos en el catálogo de los santos y viven en el testimonio de la tradición trinitaria.

3. A la luz de este heroico testimonio, queréis elaborar proyectos concretos, con los que vais a entrar en el nuevo milenio. En particular, habéis pensado instituir un organismo internacional de la familia trinitaria, mediante el cual podréis intervenir más eficazmente en defensa de los perseguidos o discriminados a causa de la fe religiosa y de la fidelidad a su conciencia o a los valores del Evangelio. Habéis dado al nuevo organismo el nombre de «Solidaridad internacional trinitaria», con la intención de que toda la familia participe en el servicio a los numerosos pobres y necesitados, que, en medio de su miseria, aspiran a una «epifanía» de Cristo Redentor.

Otro proyecto muy significativo es el de una nueva fundación en Sudán, que habéis programado como expresión de la misión redentora y misericordiosa propia de la orden. Esta iniciativa, además del apostolado misionero y de liberación, se propone el diálogo interreligioso entre el cristianismo y el islam, según las indicaciones dadas por el concilio Vaticano II y recogidas y desarrolladas en sucesivos documentos del Magisterio.

4. El gran jubileo de la Encarnación constituye para toda la familia trinitaria un estímulo ulterior a profundizar la meditación del misterio trinitario, en el que vislumbra el núcleo de su propia espiritualidad. Al beber en este manantial inagotable, se comprometerá sin duda en el desarrollo de todas las potencialidades de la consagración trinitaria, enriqueciéndola con nueva plenitud. Esta experiencia trinitaria, vivida intensamente, suscitará un renovado compromiso de liberación de toda forma de opresión.

El capítulo general extraordinario, que ha concluido en estos días, ha centrado vuestra reflexión en el tema de la Domus Trinitatis et captivorum. Según el espíritu original del proyecto de san Juan de Mata, digno de ser valorado también en nuestros días, en dicha Domus debe reinar el dinamismo del amor, cuya fuente se halla en el misterio trinitario y se extiende a los predilectos de Dios: esclavos y pobres. El Espíritu del Padre y del Hijo, que es amor, os impulsa a convertiros en don de amor para los demás. La unidad y la caridad serán el mejor testimonio de vuestra vocación trinitaria en la Iglesia.

La santísima Virgen, a quien desde hace siglos invocáis con la hermosa plegaria: «Ave, Filia Dei Patris. Ave, Mater Dei Filii. Ave, Sponsa Spiritus Sancti, Sacrarium Sanctissimae Trinitatis», os introduzca cada vez más en la deleitable contemplación del misterio y os ayude a vivir los días del gran jubileo como tiempo de renovada esperanza y de sereno júbilo en el espíritu.

Con estos deseos, os imparto de corazón a vosotros, y a todos los miembros de la familia trinitaria, una especial bendición apostólica.

 



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