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MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II
AL PRIOR DE LA BASÍLICA DE SAN SILVESTRE
Y SAN MARTÍN EN LOS MONTES,
EN EL VII CENTENARIO DE LA BULA «OBLATA NOBIS
»

 

Al reverendísimo padre Ubaldo PANI, o.carm.
Prior de la basílica parroquial de San Silvestre
y San Martín en los Montes

1. Se cumplen setecientos años desde que mi predecesor Bonifacio VIII, con la bula Oblata nobis del 1 de mayo de 1299, donó la basílica de San Silvestre y San Martín en los Montes, en Roma, a los religiosos de la Bienaventurada Virgen del Monte Carmelo. Esta familia religiosa, en unión con la comunidad parroquial, conmemora este feliz aniversario que, por una coincidencia providencial, cae durante el año dedicado a Dios Padre, en el camino de preparación inmediata para el acontecimiento jubilar. Es significativa la celebración de este centenario en el umbral del gran jubileo del año 2000, puesto que la basílica fue donada a esta orden religiosa al acercarse el primer jubileo de la historia, celebrado precisamente en el año 1300.

Recordando siempre la acogida cordial que me dispensaron con ocasión de mi visita pastoral, el 17 de febrero de 1980, me alegra dirigirle mi saludo y mis mejores deseos a usted, reverendísimo padre prior, a la comunidad de los frailes carmelitas y a todos los feligreses, al tiempo que me uno de buen grado al himno común de alabanza y acción de gracias al Señor por este feliz aniversario.

El Papa Bonifacio VIII encomendó la basílica, de la que había sido titular, a vuestra orden, para que se encargara de la pastoral de los fieles y para que la utilizara como casa de estudios teológicos para quienes comenzaban la vida en el Carmelo. Me alegra constatar que a lo largo de los siglos los religiosos han permanecido fieles a la misión que se les ha confiado, prestando un significativo servicio a la causa del Evangelio.

2. Al dirigir mi mirada a la historia de vuestra basílica, no puedo menos de recordar que, como un cofre precioso, encierra el Titulus Equitii, vinculado al nombre de san Silvestre, el Papa de la «paz constantiniana»: se trata de uno de los títulos más antiguos que se conservan en Roma. Por su ubicación cerca de la basílica de Santa María la Mayor y de la Domus aurea, se ha convertido a lo largo de los siglos en meta de continuas peregrinaciones y en fuente de consuelo para la piedad de una multitud de fieles.

Pienso en la presencia significativa de eminentes cardenales titulares, como Sergio II, que reconstruyó la basílica; san Carlos Borromeo; el teatino san José María Tomasi; el Papa Pío XI; el beato benedictino Alfredo Ildefonso Schuster; y el siervo de Dios Pablo VI. También estuvieron unidos a esta basílica con una especial devoción san José Benito Labre, ferviente devoto de la Virgen del Carmen; y san Gaspar del Búfalo, fundador de los Misioneros de la Preciosísima Sangre, que fue bautizado en ella. Y de igual modo los Sumos Pontífices Adriano VI, Inocencio X y Pío VII.

3. El feliz aniversario que celebráis este año constituye una invitación a redescubrir a fondo vuestro carisma. Durante sus siete siglos de vida, la comunidad de vuestro convento ha experimentado cómo la divina Providencia ha guiado a los religiosos que han vivido en él, y a cuantos se han recogido allí en oración ferviente, hacia una auténtica vida ascética y espiritual. Entre ellos, basta mencionar algunas figuras excelsas de carmelitas como, por ejemplo, los priores generales Niccolò Audet, que participó en el concilio de Trento; Giovanni Battista Rossi, cuyo ejemplo de vida admiraba santa Teresa de Jesús; Giovanni Antonio Filippini, que restauró la basílica, dándole su actual esplendor; y Pablo de San Ignacio, que contribuyó a la reforma religiosa de toda la orden. Junto a la basílica tuvo su sede la misma curia general de los carmelitas, punto de referencia de la primera cofradía del Carmen que se organizó canónicamente y, a continuación, se difundió por todo el mundo.

¡Cómo no recordar, además, al humilde fraile venerable Angelo Paoli, «padre de los pobres» y «apóstol de Roma», a quien podemos definir el fundador ante litteram de la «Cáritas» en el barrio Monti! Fue el primero que colocó la cruz en el Coliseo, comenzando así el ejercicio piadoso del vía crucis, que también yo cada año tengo el honor de presidir el Viernes santo en ese monumento rico en historia y antiguos vestigios. A estas almas elegidas se une la gran multitud de personas sencillas que se arrodillan diariamente ante la Virgen del Carmen para implorar su protección materna.

4. He notado también con alegría que, siguiendo las enseñanzas del santo obispo Martín de Tours, defensor de los pobres, a quien está dedicada esa basílica, es grande vuestra solicitud por los necesitados. Ejemplo concreto de vuestro compromiso de caridad es el Centro de duchas para los pobres del barrio, administrado en colaboración con los voluntarios vicentinos.

La caridad va acompañada por un incesante esfuerzo formativo, caracterizado por las múltiples iniciativas de catequesis y la meritoria dedicación a la lectio divina. Me alegro con vosotros por la celebración ferial de la palabra de Dios, que tiene lugar también en los condominios de la parroquia, para poner en práctica las directrices de la misión ciudadana. Conozco, asimismo, las numerosas iniciativas en el ámbito litúrgico, en las que habéis implicado a la comunidad parroquial. Entre ellas recuerdo la solemne celebración de las primeras vísperas del domingo y de las solemnidades, junto con la devoción a la Statio ad Beatam Virginem Mariam, una de las expresiones más significativas de vuestra típica tradición mariana.

5. Os expreso cordialmente mi deseo de que el VII centenario de vuestra presencia en esa basílica y convento de San Silvestre y San Martín en los Montes no sea sólo una ocasión de recuerdos, sino también «memoria» que contribuya a hacer cada vez más viva vuestra presencia. Por eso, formulo fervientes votos, ante todo, para la comunidad religiosa, que vive en el convento anejo a la basílica, donde tienen su sede el gobierno de la provincia italiana y el instituto San Pedro Tomás, con estudiantes profesos italianos, rumanos y colombianos.

Confío en que la celebración centenaria estimule a todos los miembros de la orden carmelitana a proseguir con renovado celo por el camino real de la santidad y de la fidelidad al carisma originario. Como escribí en la exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, los religiosos «no solamente tienen una historia gloriosa que recordar y contar, sino una gran historia que construir» (n. 110). Por eso, os exhorto también a vosotros a mirar al futuro, «hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con vosotros grandes cosas» (ib.).

Que la Virgen María, Madre y hermana del Carmelo, envuelva con su manto a toda vuestra comunidad, religiosa y parroquial, del mismo modo que abraza tiernamente a su divino Hijo en el precioso cuadro del siglo XVI que se venera en la basílica. Que ella guíe todas vuestras actividades, os conforte en los momentos de prueba y dificultad, os proteja siempre y obtenga a todos el don de la adhesión fiel a Cristo.

Con estos deseos, le imparto a usted, reverendísimo padre, a toda la comunidad religiosa y a cuantos frecuentan la basílica, una especial bendición apostólica.

Vaticano, 1 de mayo de 1999

JUAN PABLO II



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